Los padres se preocupan por no poder recoger a sus hijos en el colegio cuando arrecian los enfrentamientos entre manifestantes y la fuerza pública; mientras que los profesores se han visto obligados a faltar al trabajo por dificultades de traslado hacia y desde los centros educativos.
Caracas. En medio de una ola de protestas antigubernamentales que, varias veces a la semana, incluye el cierre de vías a lo largo de Venezuela, muchos padres pasan sus noches haciéndose la misma pregunta: ¿Mis hijos tendrán clases mañana?
Los padres se preocupan por no poder recoger a sus hijos en el colegio cuando arrecian los enfrentamientos entre manifestantes y la fuerza pública; mientras que los profesores se han visto obligados a faltar al trabajo por dificultades de traslado hacia y desde los centros educativos.
A pesar de ello, el Ministerio de Educación ha prohibido a las escuelas públicas cancelar clases, incluso cuando los gases lacrimógenos usados en las protestas pueden afectar a los niños.
También le ha impedido suspender las clases a las escuelas privadas, que representan un cuarto de los colegios del país petrolero sudamericano.
El resultado es que una de las actividades más cotidianas para los padres -llevar a los niños a la escuela- ahora requiere constante planificación y planes de contingencia para atravesar las barricadas y protestas que acumulan casi tres meses.
"Revisamos el Twitter hasta aproximadamente las 9.30 de la noche y a esa hora es que tomamos la decisión de si vamos a llevar al niño al colegio", dijo Ignacio, un ingeniero de 33 anos, que pidió no revelar su apellido por temor a represalias.
"A veces mi esposa sale a buscarlo y se encuentra con barricadas en la autopista. Allí tenemos que comunicarnos para ver si yo salgo corriendo a buscarlo", agregó.
Reclamando una solución a la crisis económica, indignados por la escasez de alimentos, medicinas e inflación de tres dígitos, los manifestantes se congregan en las avenidas de las principales ciudades de Venezuela para protestar.
La mayoría de jornadas ha terminado en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, con la consecuente interrupción del flujo regular del tráfico y hasta la cancelación del transporte público y del servicio del Metro de Caracas.
La situación ha obligado a los maestros a reprogramar constantemente las clases y exámenes para compensar los días perdidos, con los padres preocupados porque sus hijos corran el riesgo de quedarse atrás en sus estudios.
Gases lacrimógenos en las aulas. Funcionarios del Gobierno aseguran que las protestas forman parte de un intento por derrocar al presidente Nicolás Maduro. Y el líder socialista ha dicho que algunas escuelas privadas han cancelado las clases como una manera de apoyar las protestas.
"He ordenado una investigación contra algunos dueños de colegios privados que se han dado a la tarea de estimular el odio, el racismo, la violencia", dijo Maduro en mayo.
El Ministerio de Educación multó el mes pasado a 15 escuelas privadas por "permitir, provocar e incitar dentro de las instalaciones educativas, acciones de violencia".
Después de eso, las escuelas permanecen abiertas, aún en circunstancias extremas.
A fines de mayo, una bomba lacrimógena disparada por la Guardia Nacional cayó en el patio principal de un colegio privado en la ciudad de Barquisimeto, en el oeste del país.
Cuando un grupo de estudiantes salió del edificio para escapar de los gases, tres de ellos fueron detenidos por los uniformados, según un funcionario de la escuela.
Un mes antes, en abril, dos escuelas católicas de Caracas tuvieron que evacuar a sus niños luego que los gases entraran en las instituciones, de acuerdo con testigos de Reuters.
En esas circunstancias, muchos padres optan por dejar a sus niños en casa, pero eso le ha traído problemas a las escuelas.
Según dos padres de niños de un colegio privado en el occidental estado Lara, ese centro educativo fue amenazado por el Ministerio de Educación con el cierre ya que estuvo vacío por días debido a que a las familias les preocupa la seguridad de sus hijos.
Caribay Valenzuela, madre de dos hijas que estudian cerca de Altamira, punto focal de las protestas en Caracas, manda a sus niñas al colegio con lentes de natación y un pañuelo en el bolso para evitar los gases lacrimógenos.
"Llevar la rutina ha sido muy difícil porque ellas preguntan ¿mañana hay clases?, ¿mañana es horario normal?", dijo.