Los venezolanos tienen dos asambleas legislativas, dos cortes supremas y dos mandatarios: Maduro y Guaidó. El chavismo y el antichavismo están empatados. Destrabar el juego es lo que ambos buscan al dialogar en Barbados, en donde el tema de las elecciones está en discusión.
Caracas. En términos político-institucionales, Venezuela se halla en un estado de parálisis que agrava los problemas de sus habitantes, obligándolos a emigrar masivamente.
La guerra de poderes que empezó en 2016 –cuando el partido de Gobierno y los órganos estatales bajo su control comenzaron a obstaculizar las actividades del Parlamento, de mayoría opositora– se ha acentuado tanto que, hoy día, el país sudamericano no sólo tiene dos asambleas legislativas, sino también dos tribunales supremos y dos mandatarios: el chavista Nicolás Maduro, presidente en funciones, y el antichavista Juan Guaidó, reconocido por 54 naciones como jefe de Estado interino.
Los contrincantes están empatados. Consultado al respecto por DW, Detlef Nolte, investigador asociado de la Sociedad Alemana para la Política Exterior (DGAP), trae a colación que el apoyo obtenido fuera de Venezuela por el bando de Guaidó se ve compensado por la alineación de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) con el de Maduro y por el respaldo que Rusia y China, miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, le continúan dando al sucesor de Hugo Chávez.
Destrabar el juego es lo que ambas partes buscan actualmente al sentarse a dialogar por tercera vez con la mediación del Gobierno de Noruega.
Diálogo sin garantías. ¿Qué tan auspiciosas son las negociaciones que comenzaron en la isla de Barbados esta semana? Nadie se atreve a augurar el éxito de estas conversaciones.
“Como mediador, Oslo goza de la confianza de Caracas porque ambos estuvieron involucrados como facilitadores en el proceso de paz colombiano. Por otra parte, todos los diálogos sostenidos en Venezuela en el último lustro han fracasado; todo indica que a Maduro sólo le interesa ganar tiempo con ellos y no se puede descartar que él vuelva a hacer eso en Barbados”, comenta el especialista de la DGAP.
El periodista Phil Gunson coincide con Nolte: “El régimen de Maduro tiene un enorme reto por delante porque su actuación en negociaciones previas ha dejado mucho que desear”, dice.
“El chavismo ha incumplido promesas, ha hecho circular información falsa y ha instrumentalizado los diálogos para sembrar discordia entre sus adversarios. Maduro y su entorno deben emprender acciones unilaterales con miras a recuperar la credibilidad perdida. Excarcelar a presos políticos no bastaría, porque el oficialismo arresta a más opositores de los que libera. El chavismo tendría que anular todas las medidas que inhabilitan políticamente a líderes de la oposición o los obligan a permanecer en el exilio”, agrega Gunson, analista del International Crisis Group, una organización dedicada a prevenir conflictos violentos en varios continentes.
“El chavismo tendría que dejar de acosar a los diputados opositores: el vicepresidente del Parlamento, Édgar Zambrano, lleva varias semanas detenido y unos veinticuatro legisladores son blanco de una u otra forma de persecución legal. Y Maduro tendría que ordenarle al Tribunal Supremo de Justicia que levante, parcial o totalmente, las medidas que han vuelto inoperativo al Parlamento. Esas serían iniciativas significativas”, subraya Gunson.
Admitie, por otro lado, que, a estas alturas, dada la prolongada sensación de estancamiento, casi cualquier acuerdo alcanzado en Barbados sería percibido como una señal de progreso.
La prioridad: elecciones. Ricardo Sucre, profesor de Estudios Políticos en la Universidad Central de Venezuela, comparte esa opinión. “Aunque no creo que en Barbados se halle una solución para todos los aspectos de la crisis venezolana, es razonable esperar que el chavismo y el antichavismo se comprometan a consultar a la ciudadanía mediante mecanismos vinculantes; es decir, a través de elecciones con observación internacional. Más adelante se determinará si los comicios deben ser legislativos o presidenciales. Lo importante es que sea la ciudadanía la que decida en qué manos pone el poder estatal y que la clase política respete su voluntad”, arguye.
“Someter a votación el rumbo a seguir es la opción menos costosa. La otra alternativa es perpetuar el statu quo y esperar a que las sanciones internacionales o el éxodo de venezolanos pongan a prueba la resistencia del Gobierno de Maduro o la de los vecinos de Venezuela. El problema es que muy pocos venezolanos pueden darse el lujo de esperar”, acota Sucre.
Gunson lo secunda: “Darle prioridad o no a la celebración de elecciones es el punto principal de la agenda de Barbados. Creo que hay espacio para que tanto Maduro como sus adversarios hagan concesiones en ese ámbito”, esgrime el analista desde Caracas.
“Guaidó y sus seguidores deben mostrarse más flexibles. El plan que se fijaron a principios de 2019, cuando contaban con que Estados Unidos intervendría militarmente en Venezuela si Maduro no renunciaba a la presidencia, no es viable; ellos no pueden exigir la dimisión de Maduro como precondición para llamar a elecciones”, enfatiza Gunson.
A sus ojos, el tópico electoral es ineludible porque los próximos comicios legislativos están pautados para finales de 2020 y conseguir que cumplan los estándares democráticos tomaría como mínimo nueve meses. Las elecciones parlamentarias y presidenciales podrían realizarse simultáneamente, señala.