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Los discursos en la ONU
Jue, 03/10/2013 - 09:50

Marcelo Ostria Trigo

¿Volver a Charaña?
Marcelo Ostria Trigo

Abogado boliviano, fue Encargado de Negocios en Hungría (1971-1973), Embajador en Uruguay (1976-1977), Venezuela (1978), Israel (1990-1993) y Representante Permanente ante la OEA (1999-2002). Se desempeñó como Secretario General de la Presidencia de la República (1997-1999) y como Asesor de Política Exterior del Presidente de la República (2005). En el Ministerio de Relaciones Exteriores, entre otras funciones, fue Director de Asuntos de América Latina, Director General de Política  Exterior y Viceministro de Relaciones Exteriores. Es columnista de los diarios El Deber de Santa Cruz (Bolivia),  El Nacional (Tarija, Bolivia) y de Informe (Uruguay). Ha publicado los libros “Las negociaciones con Chile de 1975” (Editorial Atenea, 1986), “Temas de la mediterraneidad” (Editorial Fundemos), 2004) y “Baladas mínimas” (Editorial El País, 2010).

La Asamblea General de la ONU se reúne anualmente y, en el llamado Debate General, los delegados de los países miembros (generalmente jefes de Estado o cancilleres) pronuncian discursos que, según el orador y ciertamente del país al que representan, captan mayor o menor expectativa. En realidad no se trata stricto sensu de un debate. Han sido raras las ocasiones en que hubo respuestas o réplicas.

Como una nota curiosa, en 1960, el líder soviético Nikita Khrushov, enfurecido por expresiones del representante de Filipinas, no usó del derecho a la réplica, sino que golpeó con uno de sus zapatos su propio estrado de delegado. Hubo otras rarezas, como el primer discurso de Fidel Castro en este foro hace más de tres décadas, que duró cuatro horas y 29 minutos, tiempo registrado en el Libro Guinnes de los Records y, en 2006, cuando el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, dijo: "el diablo está en casa. Ayer el diablo vino aquí. En este lugar huele a azufre", en referencia a la participación del presidente de EE.UU., George W. Bush.

Pero, en general, ¿a qué apuntan esos discursos? Unos tienden a trasmitir a la comunidad internacional las líneas de la política exterior del país al que el orador se representa, así como enviar mensajes, contribuir a la solución de los problemas y diferendos y exponer casos en los que el país tiene interés o que le causa un conflicto, muchas veces buscando apoyo para obtener una solución favorable.

En verdad, los otros, es decir, los de la mayoría de los representantes de los 193 Estados Miembros, se dirigen a sus propios países y, en ocasiones, son letanías de autoalabanzas, ensalzando logros reales o imaginarios, justificando medidasoficiales en el ámbito nacional, y así se ingresa en el campo de la política interna, sobre lo que los otros países no deben opinar por aquello del principio de no injerencia en los asuntos de otro Estado. Ahora, entre los oradores latinoamericanos, hubo una excepción: el discurso de la presidente brasileña, Dilma Roussef, fue de protesta –enérgica y clara– por las recuentes revelaciones de que organismos de inteligencia estadounidense la espiaban, interceptando sus comunicaciones en el ciberespacio. Pero tampoco se libró de una aguda y atendible crítica: “Todas las grandes potencias tienen hoy amenazas y todas tratan de estar informadas: en consecuencia se espían. A Brasil no lo escudriñan ni más ni menos que a Irlanda, Australia o Chile” ((Juan Martín Posadas. El País, Montevideo, 29.09.2013).

Los discursos de otros mandatarios ya han ocasionado polémicas dentro y fuera de los países a los que representó el orador. Por ejemplo, la exposición del presidente uruguayo, José Mujica, sin duda una buena pieza oratoria, ha despertado críticas acerbas en la oposición de su país. “Fue un discurso plagado de lugares comunes, a favor del bien y en contra del mal, no muy diferente del recordado y célebre de Cantinflas en la película ‘Su Excelencia’. Violando las normas de la Asamblea (en lo que ya es un estilo además de una falta de respeto), Mujica habló más del triple del tiempo estipulado sin que ello haya redituado en más conceptos sino en una mera reiteración de perogrulladas” (Hernán Bonilla. Legislador. El País. Montevideo, 27.09.2013). El ya citado columnista de El País de Montevideo, Juan Martín Posadas, menciona que “Mujica no habló del Uruguay. Dijo que él venía del Sur: no nombró a su país ni una vez y se constituyó en representante global de ese Sur”.

No menos críticos fueron los comentarios sobre el discurso de la presidente argentina, Cristina Fernández de Kirchner. Estos se centraron ahora dos temas: las tratativas con el gobierno de Irán para que se identifique y se procese a los presuntos responsables iraníes del los atentados terroristas contra la Embajada de Israel en Buenos Aires y de la sede de la Asociación Mutual Israelita AMIA que cobraron la vida de más de cien personas,–entre ellos seis trabajadores bolivianos. El ex vice canciller Andrés Cisnero “dijo que le dio “mucha pena” ver a la mandataria en esa situación. Al respecto, remarcó que “todo el mundo le advirtió” a la jefa de Estado que no firmara el memorando con Teherán. Hoy, meses después, la primera mandataria tiene que ir a la ONU a decir que la están tomando por estúpida”, afirmó. Y agregó: “cuando gobernaba en Irán un duro que no negociaba nada, como Mahmoud Ahmadinejad, firmamos un acuerdo. Y ahora que lo hace un hombre que se presenta como negociador, le damos un sopapo: no pegamos una”.

“Cristina Fernández de Kirchner pronunció en la ONU el mismo discurso que repite todos los días en su país: Argentina es un gran país porque ahora tiene un gran gobierno, cumple todas sus obligaciones y respeta todos los compromisos pero los demás no la comprenden, la atacan de forma artera: Clarín, los fondos buitres, Irán, etc. Nombró a su país en cada frase. Argentina es Cristina y ni una ni otra serán doblegadas” (Juan Martín Posadas).

Hubo también discursos de los que se van y de los recién llegados. Y sobre el del presidente de Chile, que fue última vez que asiste como mandatario a esta reunión, no faltó la crítica: “no resulta convincente, en varios de sus pasajes, el discurso del presidente de la República ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. La innecesaria y localista referencia a las movilizaciones estudiantiles, calificándolas como “una causa noble, grande, hermosa” es totalmente contradictoria con sus actuaciones previas, y las declaraciones que a esa misma hora hacía el ministro vocero Andrés Chadwick ante la prensa en Santiago (El Mostrador. Editorial. 29.09. 2013)

Pero, lo que tuvo mayor repercusión negativa, fue el discurso que pronunció el primer mandatario boliviano. Confrontacional, acusatorio, poco equilibrado, tomando la defensa de su aliado el presidente venezolano Nicolás Maduro y que, ciertamente, nada aportó a los fines de la organización mundial: afianzar la paz, impulsar la cooperación y resolver los conflictos entre las naciones, en un mundo en el que lo sensato debe ser la tolerancia. Por el contrario avivó diferencias y, además de pedir que se conforme un “tribunal de los pueblos” para que se juzgue al presidente de Estados Unidos por delitos de lesa humanidad, se enfrascó en la descalificación personal: “He visto mucho cinismo de Obama, viene a mentir a la ONU”, dijo.

Está visto que, si se quiere una organización mundial ágil, con procedimientos adecuados, se debería reformar el diseño de este llamado debate de la Asamblea General que tantas veces sirvió para avivar tensiones, para denostar y para enviar mensajes demagógicos que nada aportan a la convivencia armónica de las naciones; son discursos caros y frecuentemente inútiles. Esto en homenaje a la seriedad de una reunión ecuménica del más alto nivel.

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