En Ecuador es ilegal plantar semillas transgénicas, como en Perú y Venezuela, según el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrícolas de Biotecnología (ISAA), una organización sin fin de lucro de EE.UU.
Quito, EFE. El tema de los transgénicos logró aunar a Rafael Correa, el actual mandatario, con algunos de sus rivales en la campaña electoral ecuatoriana, que coinciden en contemplar una posible revocación de la prohibición de su uso.
En Ecuador es ilegal plantar semillas transgénicas, como en Perú y Venezuela, según el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrícolas de Biotecnología (ISAA), una organización sin fin de lucro de EE.UU. que promueve el uso los organismos genéticamente modificados.
Mientras, el resto de América Latina se ha convertido en uno de los graneros mundiales de esos alimentos, con millones de hectáreas dedicadas a variedades más productivas y resistentes, según sus partidarios, y nocivas para la salud, según sus detractores.
En Ecuador la prohibición aparece incluso en la Constitución, que declara al país "libre de cultivos y semillas transgénicas", aunque sus habitantes sí consumen alimentos modificados genéticamente, que son importados de países donde son legales.
La Carta Magna fue aprobada en 2008, pero su principal impulsor, el presidente Rafael Correa, dijo en septiembre que esa disposición fue "un error" y abrió la puerta a una posible enmienda.
En una campaña electoral marcada por las críticas colectivas de los siete candidatos al mandatario, sobre los transgénicos hay coincidencias entre algunos.
El doctor en jurisprudencia Mauricio Rodas abogó por "mucha más flexibilidad" sobre el tema porque la situación actual "no es realista" y se mostró partidario de un cambio constitucional.
"En Ecuador ya se están consumiendo transgénicos. Es transparentar lo que está ocurriendo, regularlo adecuadamente, no prohibirlo a rajatabla porque eso es irreal", dijo a Efe.
El ex presidente Lucio Gutiérrez, otro de los candidatos, también manifestó apertura sobre el tema.
"Por un lado (los transgénicos) tienen su parte positiva, porque mejoran el rendimiento de la producción, por otro lado se corre el riesgo de ser dependientes de estas grandes trasnacionales que producen estas semillas", aseveró.
Gutiérrez afirmó que "se debería llegar a grandes acuerdos a nivel mundial, de usar o no usar, y si se usa que en ningún momento se vaya a establecer la dependencia de las grandes trasnacionales".
En cambio, el presidente de la Asamblea Constitucional que redactó la Carta Magna, Alberto Acosta, es un acérrimo detractor de esos cultivos, que a su juicio benefician a los grandes hacendados, porque los usan para reducir la mano de obra y aumentar la concentración de la tierra, en su opinión.
Acosta, quien es candidato presidencial por una coalición de grupos de izquierda e indígenas exaliados de Correa, también considera a los transgénicos como una amenaza para la salud, el ambiente y la biodiversidad.
Los partidarios de los transgénicos responden que no hay ninguna evidencia de que sean perjudiciales para el ser humano y que la misma tecnología de modificación genética se emplea para elaborar medicamentos, por ejemplo.
En el caso de los alimentos los científicos cambian el ADN de las semillas para hacerlas más resistentes a las plagas o tolerantes a herbicidas.
En el 2011 se plantaron 160 millones de hectáreas de transgénicos en el mundo, con EE.UU., Brasil y Argentina a la cabeza con cultivos como la soja, el maíz y el algodón, de acuerdo con el ISAA.
Solo en Brasil, por ejemplo, esas semillas ocuparon en 2011 más de 30 millones de hectáreas, un área equivalente a todo el territorio de Italia, según la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), una entidad pública.
Una parte de esa producción termina en países que han dicho no a los transgénicos.
Inés Manzano, la candidata a la vicepresidencia en el binomio de Rodas y una experta en temas ambientales, estima, por ejemplo, que todo el maíz importado en Ecuador ha sido modificado genéticamente.