La multitud coreaba "La gente quiere la caída del régimen" y "Vete, vete", lemas que se emplearon en la revuelta que derrocó al predecesor de Mursi, Hosni Mubarak, en febrero del 2011.
El Cairo. Decenas de miles de egipcios se reunieron el viernes por la noche en torno al palacio del presidente, Mohamed Mursi, tras abrirse paso por las barricadas con alambre de púas y subirse a los tanques del Ejército que protegían el complejo.
La multitud coreaba "La gente quiere la caída del régimen" y "Vete, vete", lemas que se emplearon en la revuelta que derrocó al predecesor de Mursi, Hosni Mubarak, en febrero del 2011.
Los líderes de oposición habían rechazado durante la tarde el diálogo nacional propuesto por el presidente islamista como una forma de desactivar una crisis que ha polarizado al país y provocado mortales enfrentamientos callejeros.
Unidades de elite de la Guardia Republicana habían rodeado el palacio con tanques y alambre de espino el jueves, después de una noche de violencia entre los partidarios islamistas de Mursi y sus oponentes, en los que siete personas murieron y 350 resultaron heridas.
Los islamistas, que obedecieron una orden militar de que los manifestantes abandonaran el entorno del palacio, realizaron funerales el viernes en la mezquita cariota de Al Azhar para seis partidarios de Mursi que estaban entre los muertos.
Mursi ofreció pocas concesiones en su discurso emitido tarde el jueves, negándose a derogar el decreto del 22 de noviembre en el que se adjudicó poderes extraordinarios o a cancelar el referéndum sobre la nueva Constitución, redactada y aprobada apresuradamente por una asamblea dominada por islamistas.
En lugar de eso, el presidente pidió una reunión en su despacho el sábado para establecer la ruta política de Egipto después del referéndum, una idea rechazada por liberales, izquierdistas y otros grupos de oposición.
Sus detractores exigen que Mursi revoque el decreto en el que inmunizó temporalmente sus decisiones de cualquier impugnación judicial y aplace el referéndum del 15 de diciembre hasta que se celebren nuevas negociaciones.
Sin embargo, el comité electoral egipcio aplazó el inicio de la votación de la comunidad expatriada en el referéndum. El organismo dijo tomar esa medida a instancias del Ministerio de Relaciones Exteriores, que organiza el proceso.
Un líder de la principal coalición opositora dijo el viernes que no se sumaría al diálogo con Mursi.
"El Frente Nacional de Salvación no participará en ningún diálogo", dijo Ahmed Said, que además encabeza el partido liberal Egipcios Libres.
El coordinador del Frente, Mohamed ElBaradei, laureado con el premio Nobel de la Paz por su labor en la Agencia Internacional de Energía Atómica, instó a las "fuerzas nacionales" a bloquear lo que consideró como una propuesta basada en "presiones e imposición de hechos consumados".
Murad Ali, portavoz del Partido de Justicia y Libertad de los Hermanos Musulmanes, dijo que la respuesta de la oposición era triste. "¿Qué salida a la crisis tienen, aparte del diálogo", dijo.
El decreto de Mursi para ampliar sus poderes generó la peor crisis política vista en el país desde que asumió el mandato en junio y desató disturbios que supusieron un jarro de agua fría para las esperanzas de Egipto de alcanzar la estabilidad y la recuperación económica tras la revuelta que derrocó a Mubarak.
Profundas diferencias. Los disturbios expusieron además las visiones profundamente opuestas que coexisten en Egipto tras la revolución: la primera de los islamistas, oprimidos durante décadas por el Ejército y marginados de la política; y la segunda de su rivales, que temen que los religiosos conservadores limiten las libertades sociales.
Atrapados en medio están muchos de los 83 millones de egipcios, desesperados porque se ponga fin a las turbulencias políticas que amenazan sus precarios medios de vida en una economía que atraviesa un momento difícil. "Estamos tan cansados, por Dios", dijo Mohamed Ali, un obrero. "No voté a Mursi ni a nadie. Sólo me preocupa llevar comida a mi familia, pero no he encontrado trabajo en una semana".
Un largo pulso político complicará al gobierno de Mursi la gestión del aplastante déficit presupuestario y de una crisis en la balanza de pagos. Las medidas de austeridad, especialmente recortes en los costosos subsidios al combustible, parecen inevitables para cumplir los términos del préstamo de US$4.800 millones del FMI que Egipto espera conseguir este mes.
Ayman Mohamed, de 29 años, un manifestante presente en el palacio, dijo que Mursi debe retirar el borrador de constitución y ceder a las demandas populares.
"Es el presidente de la República. No puede trabajar sólo para los Hermanos Musulmanes", dijo Mohamed, del movimiento islamista fundado hace 80 años que propulsó a Mursi del anonimato al poder.
El portavoz de los Hermanos Musulmanes, Mahmud Ghozlan, dijo a Reuters que si la oposición rechaza el diálogo, "demuestra que su intención es retirar a Mursi de la presidencia y no cancelar el decreto o la constitución como afirman".
El conflicto entre islamistas y oponentes, que se acusan mutuamente de forzar las normas democráticas para medrar, ha enrarecido la atmósfera política egipcia.