Si bien el muro fronterizo con México prometido por el presidente de EE.UU. aún está lejos de ser una realidad, ya hay prototipos de acero y concreto que se levantan en la ciudad de San Diego y que tienen consternados a los residentes ubicados al sur de la muralla.
Tijuana, México. El muro que prometió el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está lejos de ser una realidad, pero los enormes prototipos erigidos con concreto y acero en la ciudad de San Diego han enfadado a los mexicanos que viven al sur de la frontera.
La semana pasada se terminaron de construir ocho prototipos, de unos nueve metros de altura, cerca del cruce fronterizo de Otay Mesa, el primer paso real para concretar la polémica obra cuyo costo podría rondar los US$21.600 millones.
Residentes de la ciudad mexicana de Tijuana, donde casas, empresas y parques llegan hasta la malla de acero oxidado que se levantó en la década de 1990 en algunos tramos de la frontera, están consternados con la idea de que los trabajos para ampliar el muro hayan comenzado.
"Esos muros son como monstruos que él (Trump) creó, como un Frankenstein fronterizo", dijo Manuela Altamirano, quien desde una ventana de su casa puede ver los gigantescos prototipos.
"Ellos necesitan a los mexicanos y a otras personas indocumentadas (...) se ahorran mucho dinero con nosotros", agregó con desazón la comerciante de 42 años.
Desde que lanzó su campaña a la Casa Blanca en junio de 2015, Trump repitió como un mantra que construiría un "enorme y precioso" muro fronterizo para mantener alejados a los inmigrantes indocumentados y que México pagaría por él. También acusó a su vecino del sur de "enviar" violadores y narcotraficantes a Estados Unidos.
Lugareños de la zona, que en el pasado sirvió como ruta para traficantes de personas, aseguran que entre quienes trabajaron en la construcción de los prototipos había obreros hispanohablantes y resaltaron la ironía de que latinos colaboren para impedir que otros como ellos crucen la frontera.
Los residentes también se quejan de los intensos ruidos que se registraron a todas horas mientras duró la construcción de una estructura, que concluyó hace una semana y que nadie en la frontera cree que pueda parar la migración.
Prevén que, de concretarse la propuesta, la molestia podría ser permanente mientras duran los trabajos.
"La gente se sigue yendo por necesidad aunque nos vean como apestados", dijo Paola Gómez, una estudiante de 21 años, frente a su casa. "Lo peor es que los mismos latinos son los que lo construyen", agregó molesta.
"Advertencia". El fin de semana pasado, unos 20 manifestantes se concentraron en esa zona para quemar una piñata con el rostro de Trump mientras coreaban consignas como "no al muro" y "no somos enemigos", relató Sergio Tamay, de la organización Ángeles sin Fronteras que protege a los migrantes indocumentados.
Aún si el proyecto no se concreta, los prototipos, que han sido financiados por el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, podrían permanecer en el sitio para mostrar cómo trabaja la Patrulla Fronteriza, dijo a Reuters una fuente de esta institución en San Diego.
Algunas de estas piezas también podrían servir para reemplazar secciones derruidas en la extensa verja de 1.052 kilómetros construida en partes de los 3.200 kilómetros de frontera entre ambos países.
A fines de este mes se harán pruebas para determinar con qué facilidad se pueden burlar los distintos prototipos, ya sea escalando o excavando debajo de ellos, como llevan haciendo por décadas los indocumentados.
Aunque no está claro el futuro de la infraestructura, los prototipos para el muro ya son parte de la vida de los habitantes de Tijuana, como lo ha sido la vieja malla. Los vecinos dicen que las enormes piezas rectangulares han creado un ambiente deprimente.
"Esto va a ser una molestia para todos los que vivimos aquí", dijo Alexis Franco, de 22 años mientras observaba desde su humilde vivienda los prototipos, algunos con superficie de concreto lisa y otros con barras de acero.
Guadalupe García, quien vive en una calle sin pavimentar en la misma zona, dijo que se sentía impotente por no poder protestar contra los intensos ruido de la construcción, que a menudo despertaban y asustaban a su bebé.
"Desafortunadamente, no podemos hacer nada al respecto", dijo. "Es otro país, pero nos está afectando", agregó la mujer de 38 años.