Funcionarios en albergues y migrantes mexicanos y centroamericanos dijeron a Reuters que un creciente número de personas esperan, a menudo durante semanas, para presentar solicitudes de asilo formales en cruces fronterizos oficiales.
Tijuana/Reynosa, México.- Más mexicanos y centroamericanos están solicitando asilo en la frontera de México con Estados Unidos, a medida que se corre la voz de que Washington está tomando acciones enérgicas contra familias que cruzan ilegalmente y la amenaza de violentas bandas al acecho si lo hacen solos.
Funcionarios en albergues y migrantes mexicanos y centroamericanos dijeron a Reuters que un creciente número de personas esperan, a menudo durante semanas, para presentar solicitudes de asilo formales en cruces fronterizos oficiales.
Muchas de las docenas de migrantes entrevistados por Reuters dijeron que decidieron presentar una solicitud oficial tras enterarse de que los padres eran separados de los niños cuando cruzaban ilegalmente la frontera de Estados Unidos y de que sus amigos hicieron peticiones exitosas.
Después de protestas en su país y el extranjero por su política migratoria de “cero tolerancia”, el presidente estadounidense Donald Trump, emitió una orden ejecutiva la semana pasada para poner fin a las separaciones familiares. Sin embargo, más de 2,000 niños aún no se han reunido con sus padres.
Los migrantes, muchos de ellos con niños a su cargo, relataron historias desgarradoras de secuestro, extorsión y asesinatos por parte de pandillas en México y Centroamérica. Esa amenaza fue suficiente para inspirar el peligroso viaje a Estados Unidos con la esperanza de recibir asilo en ese país.
“Estamos observando que los migrantes que llegan muchos ya no van por montaña y desiertos, van a las puertas de entrada a solicitar asilo”, dijo Víctor Clark Alfaro, experto en migración de la Universidad de San Diego.
Pero sus probabilidades de obtener el asilo podrían estar disminuyendo.
El 11 de junio, el fiscal general de Estados Unidos, Jeff Sessions, anuló una concesión de asilo a una víctima salvadoreña de abuso doméstico, excluyendo potencialmente a migrantes que buscan refugio por violencia sexual, de pandillas y de otras formas de violencia en su tierra natal.
Esas amenazas eran la base de un argumento de “temor creíble” que podría evitar que fueran devueltas a su país.
Ese riesgo aún no ha disuadido a los migrantes.
Juego de espera. Refugios administrados por organizaciones benéficas en Reynosa, Tijuana y Nogales, ciudades mexicanas separadas por cientos de kilómetros a lo largo de la frontera, reportaron un repunte de los migrantes que solicitaron asilo.
Marla Conrad, coordinadora de la Iniciativa fronteriza Kino en Nogales, dijo que en lo que va de junio había visto a más de 100 personas solicitando asilo en comparación con mayo.
En la frontera con Tijuana, José Cortés, de 26 años y oriundo de El Salvador, que viajaba con su hija de 5 años, dijo que la lista de espera para solicitar asilo era ahora de 1,150 personas. Cuando llegó hace dos semanas, tenía 1,000 nombres.
Los migrantes administran la lista de espera, una tarea que actualmente realiza Cortés. Cuando llegue su turno de cruzar a Estados Unidos para una entrevista de asilo, pasará la lista a otro migrante.
El listado crece pese a que cada día se convoca a entre 30 y 60 personas para exponer sus casos ante agentes fronterizos de Estados Unidos.
La mexicana Jacqueline Moreno, de 43 años, dijo que en diciembre su hija logró cruzar y solicitar asilo con éxito el mismo día. Ahora, huyendo de la violencia en su estado natal, Michoacán, con su hijo de 13 años, Moreno dijo que había estado esperando tres semanas.
Muchas más personas. Algunos inmigrantes siguieron consejos de sus lugares de origen sobre cómo buscar asilo, otros pagaron miles de dólares a contrabandistas de personas, o “coyotes”, que les aseguraron que podían obtener asilo.
Muchos se quedan cerca de la frontera en refugios o en lúgubres hoteles que a menudo cobran precios que les resultan difícil de pagar.
Patricia Flores y su hijo se encuentran entre los miles de centroamericanos que esperan en la frontera. Después de presenciar una matanza entre pandillas en su barrio, la mujer decidió pagar 4,000 dólares a un traficante de personas que le dijo que solo tenía que llegar a la frontera y pedir asilo.
Flores ha estado tratando desesperadamente de tener una reunión en la frontera, pero dijo que ha sido rechazada por las autoridades mexicanas. Su hijo describió cómo vio a su vecino ser herido en la cabeza en El Salvador.
“Mi mami me dice que es nuestro secreto porque si le digo a alguien me voy a ir al cielo, yo no quiero”, comentó el niño de siete años, agregando que no tenía miedo, mientras señalaba su camiseta verde con una caricatura, que dijo que era su “chaleco antibalas”.
Adelia Contini, de Brasil, durante nueve años ha dirigido un refugio para mujeres y niños en Tijuana financiado por la Iglesia. Ella también ha notado un aumento en los solicitantes de asilo.
“Desde el 2013 empezamos a ver más gente pedir asilo, pero no tanto como ahora”, comentó. “Desde enero hay mucha más gente, más que el año pasado”, agregó.
“Esperando matarnos”. Alentada por familiares y amigos en Estados Unidos, la hondureña Lorena Mejía ha estado esperando durante dos semanas en un refugio en Reynosa, cerca del Río Grande, con su esposo y cuatro hijos para solicitar asilo.
El regreso a casa no es una alternativa, dijo Mejía, quien explicó que ella y su familia habían sido amenazados tras presenciar una masacre en Honduras hace algunos años.
“No se puede volver allá. Nos están esperando para matarnos”, comentó la mujer de 31 años, quien dijo que otros dos testigos ya habían sido asesinados. “Tenemos que entrar”, agregó.
Sharon Melissa Analco, de 23 años, llegó a Tijuana el viernes con su hija de cinco años, huyendo de secuestradores que aterrorizaban a su familia en Acapulco, en el violento estado mexicano Guerrero.
Analco dijo que no tenía dinero para pagar su estadía, ya que esperaba poder ingresar a Estados Unidos, pero un oficial estadounidense le impidió el cruce, diciéndole que tendría que poner su nombre en una lista y esperar su turno.
“No puedo esperar”, recordó haberle dicho llorando al agente. “Yo vengo corriendo peligro”, añadió.