Harto de ver al principal candidato a la nominación presidencial republicana en Estados Unidos referirse a México como una cuna de traficantes de drogas, de "roba trabajos" y violadores, el Gobierno está enviando al respetado diplomático Carlos Sada para dirigir una contraofensiva.
Ciudad de México. Al principio, el Gobierno de México hizo todo lo posible por ignorar a Donald Trump. Después lo comparó con Hitler y ahora ha nombrado a un nuevo embajador para poner en práctica un plan reforzado.
Harto de ver al principal candidato a la nominación presidencial republicana en Estados Unidos referirse a México como una cuna de traficantes de drogas, de "roba trabajos" y violadores, el Gobierno está enviando al respetado diplomático Carlos Sada para dirigir una contraofensiva.
El nuevo embajador de México en Washington reconoce que su país ha descuidado su imagen del otro lado de la frontera y tiene como objetivo componer eso con campañas de relaciones públicas y de medios y cabildeando con compañías prominentes de Estados Unidos, legisladores y líderes cívicos.
"Tenemos que hacer un trabajo más de fondo para que se conozcan las contribuciones" (de México), dijo Sada después de su toma de posesión en el Senado mexicano el jueves.
La estrategia de Sada incluye subrayar la importancia de México para la economía de Estados Unidos, aunque se centra en la defensa de los derechos de los ciudadanos mexicanos en el país vecino y la promoción de la cultura mexicana.
Ese enfoque ha despertado dudas sobre si el Gobierno se está esforzando lo suficiente para ganarse a su público más importante: los votantes estadounidenses.
"La necesidad de mejorar la imagen de México y de proteger a los connacionales son indispensables pero no suficientes para cambiar la tendencia de odio generada por Trump y por muchos otros xenófobos que le antecedieron", dijo Gabriela Cuevas, una legisladora de oposición, que preside el comité de relaciones exteriores del Senado.
"Ellos no entienden el tamaño del daño que ha hecho Trump", destacó Cuevas, instando al Gobierno a ser más agresivo en la movilización de poderosos intereses de Estados Unidos contra los ataques de Trump.
Trump asegura que México está "matando" a Estados Unidos en el aspecto comercial y ha dicho que si gana la presidencia interrumpirá el comercio bilateral valorado en unos US$500.000 millones por año, y deportará a millones de inmigrantes indocumentados de México y Centroamérica.
El aspirante ha dicho que para financiar un muro fronterizo que evite el paso de los migrantes ilegales a su país bloqueará miles de millones de dólares en remesas que envían los mexicanos que trabajan en Estados Unidos a sus familias en México.
Las medidas supondrían una grave amenaza para la economía de México, aunque durante meses el Gobierno de México ignoró a Trump con la esperanza de que su candidatura pudiera esfumarse.
"Es la política del avestruz: la cabeza en la tierra", dijo Agustín Barrios Gómez, presidente de la Fundación Imagen de México, un grupo dedicado a promover la imagen de México en el exterior.
Funcionarios mexicanos dicen que políticos y pares de Estados Unidos les han instado a mantener un perfil bajo para evitar agravar las tensiones y minimizaron las posibilidades del magnate de bienes raíces en la carrera presidencial.
"Los republicanos nos dijeron: nosotros nos encargamos de Trump", dijo un funcionario de alto rango del Gobierno, hablando en condición de anonimato.
Cuando México finalmente respondió, el presidente Enrique Peña Nieto comparó la campaña del multimillonario con el ascenso de Hitler y Benito Mussolini.
Sin embargo, funcionarios mexicanos recuerdan con vergüenza el comentario de Peña y consideran que mostró falta de tacto y fue demasiado lejos.
Embajada vacía. Cuando Trump arremetió contra México, el gobierno debería haber hecho un esfuerzo concertado para recordar a interlocutores clave en Estados Unidos que los intereses económicos de ambos países están estrechamente entrelazados, dijeron diplomáticos y líderes de empresas.
Pero más de una docena de funcionarios mexicanos en funciones y ex servidores públicos de alto nivel, así como legisladores consultados por Reuters dijeron que no lo hizo.
"No lo han hecho hasta ahora, pero sí veo la intención de hacerlo", dijo Jaime Serra, ex secretario de comercio que encabezó la negociación de Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (TLCAN) a principios de 1990.
Pero Trump no ha sido el único en criticar a México.
Su rival republicano Ted Cruz también apoya la edificación de un muro en la frontera y respalda las deportaciones masivas de inmigrantes ilegales.
El candidato demócrata Bernie Sanders tiene, como Trump, una línea proteccionista sobre el empleo y dice que el TLCAN fue un error.
La causa de México no fue apoyada por Peña Nieto al dejar la representación diplomática mexicana en Washington sin embajador durante seis meses, mientras Trump estaba tomando fuerza. Luego sorprendió a muchos al nombrar en el cargo a Miguel Basáñez, un viejo amigo que nunca había trabajado como diplomático.
"Era una mala decisión desde el inicio. No dimensionaron el problema", dijo un veterano legislador del Partido Revolucionario Institucional, o PRI, en el que milita Peña Nieto.
Basáñez fue removido de su cargo este mes, con sólo siete meses en el puesto.
Para Basáñez y ahora para Sada, la tarea de promoción de México en los Estados Unidos se complica por problemas en casa.
La reputación de México se ha visto afectado por la violencia incesante de las drogas, escándalos de corrupción y la desaparición de 43 estudiantes del magisterio en el sureño estado de Guerrero presuntamente masacrados a manos de un cártel de las drogas que habría estado aliado con la policía local.
"Para cambiar la imagen tienes que cambiar la realidad", dijo Andrés Rozental, ex subsecretario de Relaciones Exteriores para América del Norte. "Por desgracia, la realidad interna de México en este momento tiene muchas cosas negativas".