Desplazado al tercer lugar con su peor actuación, el candidato del PRI José Antonio Meade obtuvo un poco más del 16% de los votos, tres veces menos que el ganador de la elección, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador.
Ciudad de México.- El gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México fue una de las marcas más exitosas en la política del siglo XX, pero una aplastante derrota en los comicios presidenciales del domingo dejó su futuro en la cornisa.
Desplazado al tercer lugar con su peor actuación, el candidato del PRI José Antonio Meade obtuvo un poco más del 16% de los votos, tres veces menos que el ganador de la elección, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, según los resultados preliminares.
La derrota barrió todo el país, aplastando al partido en muchos bastiones tradicionales, incluido Atlacomulco, la ciudad natal del presidente saliente Enrique Peña Nieto, que se encuentra a unos 89 kilómetros de Ciudad de México. “Nunca pensé que pudiéramos quedar tan abajo, tener resultados tan raquíticos” dijo Enrique Jackson, un legislador del PRI y exjefe del Senado. “Es muy desconcertante”, agregó.
El PRI, que gobernó México continuamente desde 1929 hasta 2000, y nuevamente a partir de 2012, también perdió las nueve contiendas para gobernador en la boleta electoral. Hasta 1989, el PRI nunca había perdido una carrera para gobernador.
El precipitado declive del PRI deja un vacío en el fracturado panorama político, que López Obrador y su partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) podrían llenar.
La rampante violencia de los cárteles de la droga, el débil crecimiento económico y una serie de escándalos de corrupción han golpeado la estabilidad del PRI. Peña Nieto ha tenido la más baja aprobación de cualquier presidente en la historia del siglo XXI en México.
“El nuevo PRI, se llame PRI o cambiado de nombre, debe de desechar a toda la basura, a los parásitos que tanto daño han hecho al partido” dijo Heriberto Galindo, un veterano miembro del partido y exlegislador.
La derrota del PRI es la más reciente reacción contra los gobiernos de América Latina, acosados por la corrupción, con escándalos que han derrocado presidentes desde Brasil hasta Perú.
Falta de confianza. Desde mucho antes de la votación del 1 de julio, el PRI sabía que estaba en problemas.
Con la esperanza de recuperarse, el partido pasó por encima de figuras internas para buscar la presidencia de la mano de Meade, un ministro del gabinete reputado por ser honesto, pero que no es miembro del partido.
Propaganda electoral del PRI en el estado de Veracruz, en el Golfo, que el partido perdió en 2016, dice mucho de la mala fama del partido entre los votantes. “Trabajamos duro para recuperar tu confianza”, decía.
Pero no fue suficiente para cambiar la percepción de la ciudadanía.
“Si él no hubiera sido del PRI, y hubiera sido de cualquier partido distinto, hubiera votado por Meade”, dijo Rubén Moreno, un trabajador de seguridad de 52 años de Ciudad de México.
Las tensiones en el interior del partido sobre las elecciones ya comenzaron a surgir.
Ulises Ruiz, un exgobernador del PRI, dijo a la televisión local el martes por la noche que los líderes del partido cometieron “una serie de errores” al atraer a personas ajenas como Meade e ignorar las preocupaciones de los votantes sobre la seguridad, la pobreza y la corrupción.
Fundado para consolidar el control político después del derramamiento de sangre de la Revolución Mexicana, el PRI fue en parte una respuesta contra la excesiva concentración de poder en un solo hombre bajo el largo gobierno del dictador Porfirio Díaz.
Controlando estrictamente al país a través de una mezcla de corporativismo, clientelismo político y corrupción, el partido inicialmente tuvo éxitos notables.
La pobreza disminuyó constantemente desde el final de la Segunda Guerra Mundial durante un período de rápido crecimiento económico conocido como el “Milagro Mexicano”. Pero, finalmente, las devaluaciones monetarias y el gasto excesivo pasaron factura y México incumplió con su deuda externa en 1982.
El PRI se sostuvo, pero su imagen estaba empañada. Otra importante crisis financiera entre 1994 y 1995 ayudó a allanar el camino para la primera derrota electoral presidencial del partido en el año 2000.
La creciente violencia de los cárteles de las drogas bajo sus sucesores conservadores abrió la puerta a un retorno del PRI en 2012, aunque con su poder y prestigio disminuidos. Ahora solo quedará una fracción del PRI en el próximo Congreso.
Bajo el Gobierno de Peña Nieto, el PRI y sus aliados han tenido una escasa mayoría en la cámara baja. Pero las proyecciones de la autoridad electoral federal de México sugieren que perdió más de las tres cuartas partes de sus escaños el domingo, ya que MORENA y sus aliados dominaron la elección.
Al igual que muchos en las filas de MORENA, constituido formalmente como partido en 2014, López Obrador proviene del PRI, que abandonó en la década de los ochenta.
Sin embargo, uno de sus héroes políticos sigue siendo Lázaro Cárdenas, una figura clave en la historia del PRI que nacionalizó la industria petrolera en 1938 en los inicios del partido, cuando era más socialista.
Al igual que Cárdenas, López Obrador ha recorrido las provincias más remotas para crear una base de apoyo entre los más necesitados de México, un sector de la población en el que algunos miembros del partido creen que sus líderes tecnócratas han perdido contacto.
“Hay que mirar de nuevo a la izquierda”, dijo María de los Ángeles Moreno, exlíder nacional del PRI, apuntando la relación personal que López Obrador ha establecido con los votantes.
Moreno y otros miembros del PRI, como Jackson y Galindo, dijeron que hay un camino de regreso para el partido si está bien dirigido, limpia su imagen y logra diseñar políticas inteligentes.
“Terapia intensiva”. Definido como la “dictadura perfecta” por el escritor peruano Mario Vargas Llosa, el PRI se distinguió de sus pares en América Latina por el grado de estabilidad que mantuvo durante la volatilidad política que sacudió a la región en los años sesenta y setenta.
La brutal represión de las protestas civiles, como la masacre de Tlatelolco en 1968, cuando fuerzas de seguridad abrieron fuego contra manifestantes estudiantiles, le ganó al PRI una reputación de autoritarismo. Su popularidad comenzó a sufrir.
Y aunque los primeros líderes del PRI habían sido generales, México nunca descendió a la dictadura militar, como lo hicieron Brasil, Argentina, Chile y otros países latinoamericanos. Tampoco sucumbió al prolongado conflicto guerrillero como Colombia.
“Era un muy ingenioso sistema de combinación entre un partido hegemónico y un presidente todopoderoso cada seis años. Era una especie de monarquía hereditaria”, dijo el historiador mexicano Enrique Krauze.
Sin embargo, después de haber fracasado en comprender el daño que la corrupción podría hacer a su nombre una vez que volvió al poder en 2012, el PRI se ha puesto en “terapia intensiva” tras las derrotas del domingo, comentó.
La vacante será ocupada por López Obrador, cuya aplastante victoria tiene a Krauze preocupado de que él pueda gobernar como un “caudillo”.
“Este es un país que abomina del vacío del poder”, dijo Krauze. “En parte esta elección es elegir a un hombre fuerte y ya de ese modo siente una euforia, una tranquilidad. Pero naturalmente me preocupa que haya un poder personal tan enorme”, agregó.