Aunque en medio de la ofensiva militar que inició el ex presidente Alvaro Uribe murieron importantes líderes rebeldes y miles de combatientes desertaron, la guerrilla mantiene la capacidad de realizar ataques de gran impacto.
Popayan, Colombia. Con la muerte del jefe de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Alfonso Cano, el Ejército de Colombia asestó a la insurgencia más antigua de Latinoamérica el peor golpe en su historia y la acorraló a decidir entre un diálogo de paz o enfrentar la intensa ofensiva militar.
En un triunfo para el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, las Fuerzas Armadas bombardearon el viernes en una remota región montañosa y selvática del departamento del Cauca, en el suroeste del país, el escondite del comandante del grupo rebelde, quien falleció en los combates posteriores.
Santos visitó este sábado la zona y dijo que la puerta del diálogo está abierta o, de lo contrario, advirtió que no cesarán en la persecución contra el grupo acusado de terrorismo, secuestro y narcotráfico.
"No es el momento de triunfalismos. Es el momento de perseverar. Aquí no vamos a bajar la guardia, todo lo contrario, lo que pasó redobla nuestros esfuerzos hasta conseguir la paz para este país", dijo el mandatario en una base militar de Popayán, en el departamento del Cauca.
"La puerta del diálogo no está cerrada con llave, pero insisto, necesitamos unas señales muy claras y necesitamos que cese el terrorismo (...) Si nos muestran real voluntad de llegar a un acuerdo, ese diálogo podría darse, mientras tanto seguiremos insistiendo en el camino militar", afirmó Santos tras saludar a los soldados que participaron en la operación.
Pese al llamado de Santos, las FARC anunciaron el sábado que continuarán su lucha armada, dijeron que nombrarán a un sucesor de Cano y descartaron su desmovilización.
"No será esta la primera vez que los oprimidos y explotados de Colombia lloran a uno de sus grandes dirigentes. Ni tampoco la primera en que lo reemplazarán con el coraje y la convicción absoluta en la victoria", dijeron las FARC en un comunicado.
"La paz en Colombia no nacerá de ninguna desmovilización guerrillera, sino de la abolición definitiva de las causas que dan nacimiento al alzamiento. Hay una política trazada y esa es la que se continuará", agregó el grupo rebelde.
En las casi cinco décadas del conflicto armado que ha cobrado cientos de vidas cada año en el país sudamericano productor de café y petróleo, Cano es el guerrillero más importante que muere en una operación militar.
Santos compartió el planteamiento de algunos analistas en el sentido de que Cano es irreemplazable dentro de las FARC, que dicen luchar por imponer un sistema socialista en este país con marcadas diferencias entre ricos y pobres.
Lagrimas y jubilo. El ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, informó que el comandante guerrillero de 63 años falleció, conjuntamente con su compañera sentimental, en un combate después del bombardeo cuando intentaba romper un cerco del Ejército para huir.
Su cadáver fue mostrado afeitado, sin la espesa barba que lo caracterizaba y sin los gruesos lentes que usaba. En el lugar donde cayó Cano se confiscaron siete computadores, 39 memorias USB, teléfonos celulares y dinero en efectivo.
Santos admitió que el golpe fue el resultado de una labor de inteligencia y seguimiento en la que aportaron información antiguos guerrilleros de las FARC que posiblemente recibirán una recompensa económica por parte del Gobierno.
Además confesó que lloró cuando le confirmaron la muerte de Cano. "Se me aguaron los ojos, una que otra lágrima de emoción, mi señora fue testigo de eso", afirmó el mandatario.
Pero el común de los colombianos no derramó ni una lágrima. Algunos celebraron espontáneamente en las calles con esperanzas de que la muerte del líder guerrillero derive en la anhelada paz. ¡Cano está muerto!, gritó un grupo en la madrugada.
"Ojalá que signifique el fin de las FARC, si no, el futuro sería terrible para Colombia", dijo Miriam Penagos, de 41 años, vendedora de jugos de naranja en un barrio de Bogotá.
Colombia ofrecía una recompensa de hasta US$3,7 millones por información que permitiera la ubicación de Cano, cuyo verdadero nombre era Guillermo León Sáenz y era considerado como el intelectual más destacado de las FARC y acusado de asesinatos, masacres, secuestros y extorsiones.
Estuvo al frente de la delegación de las FARC durante los diálogos de paz en Caracas en 1991 y Tlaxcala, México, en 1992. Años después, en la negociación durante el Gobierno de Andrés Pastrana, entre 1999 y el 2002, mantuvo un bajo perfil.
Su desaparición se suma a otros hechos que han diezmado el poderío de las FARC, entre los que figuran la muerte de históricos e influyentes dirigentes dentro de la ofensiva militar colombiana con el apoyo de Estados Unidos.
Cano había asumido como máximo líder del secretariado, el órgano de dirección político y militar de las FARC, desde mayo del 2008, después de la muerte por un ataque al corazón de Manuel Marulanda Vélez, alias "Tirofijo".
Optimismo. La muerte de Cano generó posiciones encontradas entre quienes creen que las FARC avanzarán hacia una negociación de paz y los que temen que, por el contrario, sigan en la lucha armada e intensifiquen sus ataques.
"La guerrilla está en un dilema. Podría aceptar la derrota y hablar de paz o podría terminar como una banda criminal dedicada al narcotráfico, lo cual sería terrible porque no respondería a un mando", dijo Juan Carlos Palou, del Centro de Ideas para la Paz.
Las FARC, consideradas terroristas por Estados Unidos y la Unión Europea, se financian del narcotráfico, del secuestro y de la extorsión, de acuerdo con fuentes de seguridad.
Santos, quien llegó a la presidencia el 7 de agosto del 2010, ofreció a la guerrilla la posibilidad de iniciar una negociación de paz con la condición de que liberaran a todos los secuestrados, pusieran fin a los ataques y anunciaran su intención de deponer las armas y reintegrarse a la vida civil.
Pero las FARC rechazaron las condiciones y anunciaron también en ese momento la continuación de la lucha armada.
Aunque en medio de la ofensiva militar que inició el ex presidente Alvaro Uribe murieron importantes líderes rebeldes y miles de combatientes desertaron, la guerrilla mantiene la capacidad de realizar ataques de gran impacto en zonas selváticas y montañosas a donde se replegó, e inclusive en grandes centros urbanos e instalaciones petroleras.
El grupo rebelde pasó de tener unos 17.000 combatientes en la última década a unos 8.000 en la actualidad.
La muerte de Cano se produce en momentos en que Colombia vive un auge en su inversión extranjera directa destinada a los sectores petrolero y de la minería, y en que espera un crecimiento sostenido de al menos un 5% este año.