Las actuales campañas electorales dieron muestra de la importancia femenina en el país vecino. Analistas afirman que las actitudes de los políticos, y tal vez sus carreras, estarán definidas por su relación y su conducta hacia ellas
Ciudad de México. La candidatura de Hillary Rodham Clinton es el efecto visible de un terremoto político en Estados Unidos.
Es el surgimiento de las mujeres como un factor de importancia primordial en la vida pública estadunidense. Tanto que se habla de un profundo cambio cultural.
Por lo pronto, analistas especulan que la diferencia entre el voto de las mujeres y hombres puede ser la más grande en los últimos 60 años, “gracias a una división mayor que la normal entre hombres y mujeres a favor de los demócratas”, asentó The Huffington Post.
De acuerdo con las encuestas, 59 por ciento de las mujeres vota por la demócrata y 49 por ciento de los hombres vota por el republicano.
Una conclusión casi lógica es que en adelante y en el futuro previsible, las actitudes de los políticos —y tal vez sus carreras— estarán determinadas por su relación y su conducta hacia las mujeres.
Para algunos se trata de un sismo que ya había tardado en ocurrir. Después de todo, la población de Estados Unidos era estimada en 162 millones de mujeres y 157 millones de hombres y el papel femenino en la sociedad es cada vez más visible.
Es un terremoto que ha ido en ascenso por más de 130 años, segun los historiadores.
De hecho, Hillary está lejos de ser la primera mujer que busca la Presidencia. De acuerdo con la investigadora y catedrática Ellen Fitzpatrick, de la Universidad de Nueva Hampshire, han sido unas 200 desde 1872, cuando Victoria Woodhull lanzó su candidatura y al igual que Hillary, hoy, fue acusada de todo tipo de cosas, especialmente de no ser la correcta para romper las barreras.
El problema, apuntaría Fitzpatrick, es que nunca parece haber la candidata adecuada.
De hecho, todavía muchos ven el género de Hillary como un problema. Así ocurrió con Woodhull —que famosamente proclamó: “Yo no puedo votar, pero sí pueden votar por mí”— y con sus sucesoras hasta la propia Rodham Clinton, a la que se critica por hacer lo que los hombres hacen sin problemas y que durante un mitin en 2008 enfrentó gritos de “plánchame la camisa”.
Las mujeres consiguieron el voto en 1920, pero en 1964 cuando la senadora Margaret Chase Smith se postuló en busca de la candidatura presidencial republicana, The Wall Street Journal aseguró que la legisladora “parece buscar el voto ilógico”.
Aun así, el cambio es evidente, según Susan Page, una destacada columnista política del diario USA Today.
Se refleja por ejemplo en que las acusaciones de lenguaje procaz y conducta degradante hacia las mujeres fueron probablemente el golpe más duro que haya recibido la campaña del republicano Donald Trump, quiza más que sus controversiales y hasta racistas opiniones sobre migración, su renuencia a revelar sus finanzas personales o su forma de hacer negocios.
Esos señalamientos y la forma en que Trump se refirió a las mujeres con las que se enfrentó, desde la empresaria y aspirante a candidata Carly Fiorina hasta la presentadora de televisión Megyn Kelly, consolidaron su alejamiento y probablemente también de su partido, respecto de uno de los más importantes grupos emergentes de voto: el de mujeres con título universitario.
"Es claro que la clase de mala conducta sexual que alguna vez hubiera causado risa o sido ignorada puede ser el tipo de controversia que ponga en peligro ambiciones políticas”, subrayó Page.
Importante como es, la nominación de Hillary Clinton puede ser el efecto más visible, pero quizá el menos profundo de los cambios que se dieron en una campaña que puede ser la última en que un candidato presidencial puede tener posibilidades de triunfo pese a conductas misóginas o de abuso.
Con todo y la actitud tradicionalista del septuagenario Trump, su propia campaña refleja los avances de las mujeres en la política y las finanzas estadunidenses.
La jefatura de la campaña de Trump es una mujer, Kellyanne Conway, y su hija Ivanka Trump es su principal consejera y representante
—amén de directora de una de sus mayores empresas—.
Pero es el cambio cultural lo que importa. Es uno que se ha dado a través de décadas y siempre en medio de enormes controversias las mujeres que lo protagonizaron fueron uniformemente calificadas de “marimachas”, “ambiciosas”, “brujas” o versiones de la intrigante “lady Macbeth”.
Todavía en 1972, la congresista Shirley Chisholm, que hizo campaña por la nomimación presidencial demócrata, enfrentó el ser mujer negra en una época en la que todavía había expreso rechazo. Y muy al margen de que Rodham Clinton haya logrado la ruptura del “techo de cristal” político, al ser la primera mujer en alcanzar la candidatura presidencial de un partido mayor, la realidad es que las mujeres se convirtieron en protagonistas de una forma sin precedente.
"No importa qué pase el día de las elecciones, este año ha sido un terremoto de género que ha reformulado las coaliciones electorales de los dos partidos mayores”, escribió Page.
Pero esa reformulación no ha sido fácil. Los obstáculos que debió superar Clinton a lo largo del camino no fueron menores, y aún si perdiera, el aparato político debe tomar nota de que la cuestión de sexos es importante.
"Nadie debe hacerse la ilusión de que el género no importa en la política presidencial de Estados Unidos”, señaló la profesora Fitzpatrick.
"Es irónico que al saltar sobre los obstcáculos que hicieron caer a todas sus predecesoras, los éxitos de Clinton hayan sido considerados por sus críticos en la actual campaña como problemas”, agregó.
En palabras de Fitzpatrick, los años que Clinton se ha desempeñado en el servicio público “sirven como pienso para sus crtíticos, incluso el señor (Donald) Trump, que dice que la primera mujer en ser nominada por un partido polìtico mayor es el pasado; este es un logro histórico, pero por otra parte, Cinton es descrita como una persona que fue quemada. Y su experiencia en las mayores alturas de nuestro gobierno alimenta sospechas de que no se le puede confiar el poder”.
Clinton “ha sido atacada por obtener el tipo de fondos que se necesitan y han sido requeridos para poner a las mujeres candidatas en el mapa. Ninguna mujer antes que ella pudo reunir suficiente dinero para armar una campaña verdaderamente competitiva. Pero hoy sus críticos ven esto como evidencia de “corrupción”, concluyó.