Seis naves están actualmente intentando hallar rastros del submarino en el área donde se cree que podría haber ocurrido la explosión, en el marco de un inmenso operativo internacional en el que participan cerca de 4.000 personas y unos 30 aviones y barcos.
Buenos Aires. Dos minisubmarinos rusos se sumarán en las próximas horas a la intensa búsqueda del submarino argentino que hace 12 días desapareció en el Atlántico Sur con 44 tripulantes, que la mayoría de los familiares ya han dado por muertos.
El ARA San Juan se comunicó por última vez con el continente el miércoles 15 de noviembre, a unos 430 kilómetros de la costa patagónica argentina, poco antes de haber sufrido una supuesta explosión tras haber reportado un problema eléctrico.
“La corbeta Robinson está por entrar en breve a (la ciudad portuaria de) Comodoro Rivadavia para poder embarcar el vehículo sumergible remoto ruso”, dijo el portavoz de la Armada, Enrique Balbi, que detalló que esa nave puede alcanzar los 300 metros de profundidad.
Balbi dijo que este miércoles se embarcaría otro minisubmarino ruso, que puede llegar a una profundidad de hasta 1.000 metros.
Seis naves están actualmente intentando hallar rastros del submarino en el área donde se cree que podría haber ocurrido la explosión, en el marco de un inmenso operativo internacional en el que participan cerca de 4.000 personas y unos 30 aviones y barcos de Argentina, Estados Unidos, Reino Unido, Brasil y Chile, entre otros países.
Expertos consideran que el submarino podría estar a 3.000 metros de profundidad.
Poco antes de su última comunicación, el submarino clase TR-1700 construido en Alemania en la década de 1980 había informado que tuvo una filtración de agua por el “snorkel” que causó un cortocircuito en el sistema de baterías. La nave informó más tarde que la falla había sido subsanada.
En medio de una dramática situación, el lunes se conocieron algunos desencuentros entre las familias que esperan noticias de los marineros en la ciudad balnearia de Mar del Plata, a la que el ARA San Juan debería haber llegado hace una semana.
La esposa de uno de los tripulantes dijo a la televisión local que fue agredida por otros familiares que aún no reconocen que los marineros están muertos.
“¿Por qué no dicen la verdad? Fue una implosión. O sea, no hay posibilidad de vida”, dijo Itatí Leguizamón, esposa del cabo principal Óscar Suárez, que estaba a bordo del submarino.