Mientras que los cargos en los últimos 13 años fueron ocupados con frecuencia por mujeres y negros, el nuevo presidente interino, Michel Temer, presentó la semana pasada a un grupo de 23 ministros que se le parecen bastante: son todos hombres, blancos y, en su mayoría, mayores de 50 años.
Río de Janeiro. Para una enorme cantidad de habitantes de Brasil beneficiados por más de una década de gobierno del Partido de los Trabajadores, mandato recientemente truncado por el inicio de un juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff, el aspecto del flamante Gabinete sucesor no podría ser más descorazonador.
Mientras que los cargos en los últimos 13 años fueron ocupados con frecuencia por mujeres y negros, el nuevo presidente interino, Michel Temer, presentó la semana pasada a un grupo de 23 ministros que se le parecen bastante: son todos hombres, blancos y, en su mayoría, mayores de 50 años.
"No estoy representado", dijo Bruno Leão, un estudiante de Administración de Empresas de 24 años en Río de Janeiro, que forma parte de una generación de brasileños negros que obtuvo un acceso sin precedentes a la educación y otros derechos socioeconómicos gracias a las políticas del PT.
Temer, un constitucionalista centrista de 75 años, asumió la presidencia interina de Brasil después de que el Senado forzó la suspensión de Rousseff -la primera mujer al frente del país sudamericano- por supuesto incumplimiento de las leyes presupuestarias del país.
Si bien la mayoría de los brasileños respalda el proceso de enjuiciamiento a la mandataria, en uno de los países con mayor diversidad racial y cultural del mundo -donde la mitad de sus 200 millones de habitantes se identifica a sí mismo como negro o mulato- la composición del Gobierno de Temer genera alarma.
Partidarios de izquierda, miembros de otras minorías y muchos brasileños de bajos ingresos temen que la dura recesión económica, y los recortes de gastos que la nueva administración dice que son esenciales para impulsar la recuperación, puedan provocar el desmantelamiento de las políticas progresistas.
"El grito de guerra ahora es la economía y eso puede convertirse en una excusa para abandonar todo lo relacionado a asuntos como la inclusión, la igualdad o la cultura", señala Esther Solano, socióloga de la Universidad Federal de Sao Paulo.
Solano apunta a una de las primeras decisiones de Temer: plegar el Ministerio de la Mujer, la Equidad Racial y los Derechos Humanos a una cartera mucho más amplia como la de Justicia, liderada por un hombre.
La caída de Rousseff marca una dura derrota para la izquierda en Brasil.
Durante la mayor parte de una década, el PT logró combinar crecimiento económico y responsabilidad fiscal con programas sociales para combatir la pobreza y promover la diversidad. Pero el apoyo se desgastó con Rousseff cuando la economía entró en recesión y el país se vio sacudido por enormes escándalos de corrupción.
Rousseff tuvo tantas ministras y colaboradoras que hubo muchas burlas en Brasilia.
Viejo status quo. Si bien la Constitución de Brasil consagra beneficios sociales similares a los de Europa Occidental, Temer ya dijo que las leyes de pensiones y seguridad social son las primeras que deben ser simplificadas. También prevé reformas laborales, una lista de prioridades que hace temer a algunos brasileños que la nueva administración no esté interesada en los pobres.
"No será difícil volver al viejo y excluyente statu quo, cuando ni siquiera se considera la inclusión en el nuevo Gobierno", dijo Djamila Ribeiro, filósofa negra y columnista de la revista de izquierdas Carta Capital.
Un auge alimentado por las materias primas a nivel mundial permitió al PT sacar de la pobreza a más de 30 millones de personas antes del parón de la economía brasileña.
Programas de acción social y mayores oportunidades educativas, que aumentaron la inscripción en universidades desde alrededor del 2% de la población joven negra en 2003 a cerca del 10% en 2013, crearon nuevas oportunidades para muchas personas otrora marginadas.
Con todo, Brasil sigue siendo una de las sociedades más desiguales del mundo. Entre quienes lograron escapar de la pobreza durante el auge, en su mayoría desde contextos raciales diversos, algunos todavía ganan poco más de US$6 por día y corren riesgo de volver a caer en la marginalidad.
En su primer discurso como presidente interino, Temer prometió poner en marcha políticas más afines al mercado, pero mantener los programas que fueron hitos en los gobiernos del PT, como la asistencia del Estado a las familias pobres que mantienen escolarizados a sus hijos.
Sus colaboradores señalan que los ministros fueron elegidos entre las filas de los partidos que respaldan al nuevo Gobierno. "Intentamos buscar mujeres, pero no fue posible", dijo Eliseu Padilha, nuevo jefe de Gabinete.
"Sería un error para el nuevo gobierno pensar que son de alguna manera representativos de Brasil", dice Renato Meirelles, fundador de Data Popular, una firma de investigación que se especializa en economía y conducta de la clase trabajadora brasileña. "Es un gobierno interino que está lejos de tener un mandato popular amplio", agregó Meirelles.