Un diplomático residente en Pekín explicó a Efe que la masacre de Tiananmen "es un tema tabú en cualquier diálogo o negociación con China, tanto para los diplomáticos más expertos como para los más jóvenes".
Pekín. Veinticinco años después, la comunidad internacional aún pide explicaciones a China sobre la masacre de Tiananmen, pero cada vez con menos exigencias debido a la creciente importancia del gigante asiático en el orden político global y a los masivos intereses comerciales con la segunda economía del planeta.
Tras la masacre y el secretismo del gobierno chino sobre lo que realmente pasó, los principales países y organizaciones internacionales, como el Banco Mundial (BM), el Banco Asiático de Desarrollo (BAD), Estados Unidos o la Unión Europea (UE) establecieron fuertes sanciones económicas y diplomáticas contra el régimen comunista.
El declive del diálogo con el mundo afectó gravemente a China entre 1989 y 1990, cuando también cayeron los ingresos por el turismo (un 20%), la inversión foránea (un 22%) y los préstamos procedentes del extranjero (un 40%), según datos recogidos por varios organismos internacionales.
Pero el castigo económico duró poco, ya que, a finales de 1990, todos los bloques -a excepción de EE.UU.- levantaron las sanciones económicas y los intercambios al más alto nivel se reanudaron.
"Los organismos internacionales se concentraban más en el desarrollo económico, y en ese aspecto China era implacable. No tenían ninguna razón o prueba evidente para continuar con los embargos económicos", aseguró a Efe el profesor de Ciencias Políticas de la City University of Hong Kong, Joseph Cheng.
En cuanto a EE.UU. y la UE, el experto afirmó que, a pesar de que ideológicamente permanecen al lado de las organizaciones que piden respuestas, "tienden a mirar hacia otro lado para mantener una relación fructífera con el gigante asiático, ya que la cooperación de China es imprescindible para hacer frente a los problemas mundiales".
La presión occidental tras la masacre en Tiananmen dio sus frutos en algunos aspectos, como en la liberación de algunos estudiantes acusados de organizar las protestas, aunque un buen número de ellos sigue sufriendo la represión a día de hoy y muchos otros tuvieron que exiliarse.
"Occidente está llevando a cabo un enfoque más suave. Se está luchando para que China acepte los valores democráticos y de derechos humanos en el futuro en lugar de exigir respuestas sobre el pasado, ya que esto último podría ser contraproducente", añadió el académico.
En este sentido, un diplomático residente en Pekín, que prefirió guardar el anonimato debido a la sensibilidad del tema, explicó a Efe que la masacre de Tiananmen "es un tema tabú en cualquier diálogo o negociación con China, tanto para los diplomáticos más expertos como para los más jóvenes".
"Sacar el tema, aunque sea de refilón, puede suponer la ruina de muchos esfuerzos", señaló.
A pesar de esa efeméride, la diplomacia china ha ido avanzando paso a paso, aunque siempre con un perfil bajo y el principio de "no injerencia" en los asuntos internos de otros países como piedra angular de su política exterior.
Según el profesor Cheng, tras la masacre, China intensificó sus intercambios con Rusia y los países del Tercer Mundo "porque no pedían respuestas y no se molestaban con las cuestiones de derechos humanos", unos vínculos que a día de hoy siguen siendo determinantes.
A punto de celebrarse el 25 aniversario de la masacre, el último rastro de la reprimenda a China es el embargo de armas por parte de la Unión Europea, que prohíbe a sus Estados miembros la venta de armas al gigante asiático, una sanción que las autoridades chinas han pedido en varias ocasiones que se levante.
"El embargo debería mantenerse para poner un poco de presión moral sobre el gobierno", apuntó Cheng, quien considera que, a pesar del poco efecto práctico que supone, "seguirá siendo un símbolo de esperanza para los reformistas y los activistas de derechos humanos del país".