El diario colombiano El Espectador llegó al mismo sitio al que habían buscado llegar, sin éxito, las fuerzas militares de ese país durante años. Hasta la madrugada del martes 21 de septiembre, cuando unos 800 hombres rodearon la zona y les propinaron a las FARC el más contundente golpe militar en medio siglo de conflicto armado.
Un inexpugnable búnker de concreto, construido en medio de la espesa selva, en el sitio conocido como La Escalera, en la Sierra de La Macarena, Meta, en Colombia, era el refugio de uno de los hombres más temidos, perseguidos y odiados de Colombia, pertencientes a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Hasta ese lugar llegó El Espectador, el mismo sitio al que habían buscado llegar, sin éxito, las fuerzas militares durante años. Hasta la madrugada del martes 21 de septiembre, cuando unos 800 hombres rodearon la zona y les propinaron a las FARC el más contundente golpe militar en medio siglo de conflicto armado.
A escasos kilómetros del lugar del bombardeo en el que cayó abatido Víctor Julio Suárez Rojas, nombre de pila de Jojoy, El Espectador dialogó con un oficial que participó en la denominada ‘Operación Sodoma’.
“Una lluvia de bombas y balas arropó lo que después supimos era el búnker donde se atrincheraba uno de los jefes subversivos más perseguidos por la tropa”, dijo el uniformado. Y recordó que la madrugada era oscura, pero tranquila, con un clima ideal para el camuflaje. El arrullador sonido de la selva fue cómplice para nuestro accionar”, contó tranquilamente, aunque después reconoció que se sorprendió por los resultados del operativo.
“Nos habían entregado las coordenadas, pero no sabíamos a ciencia cierta detrás de quién íbamos”, dijo. “Solamente sabíamos que era un peso pesado de la guerrilla. En estos casos es mejor no conocer el objetivo exacto, porque pueden entrar a jugar factores determinantes como las emociones y la presión al saber que se va a dar de baja al hombre más sanguinario de las FARC”.
En el operativo participaron 72 aeronaves, entre helicópteros y aviones cargados con medio centenar de bombas de precisión que fueron dirigidas contra el campamento madre de Jojoy.
El oficial que participó en la epopeya militar añadió que “el ruido de la madrugada, ese típico ruido a veces ensordecedor de la selva, fue cómplice para evitar que nuestros pasos, incluso nuestra respiración, fueran oídos por los cerca de 1.000 hombres que custodiaban a uno de los denominados blancos perfectos. Cuando la orden llegó desde el centro de operación, comenzamos a soltar una a una las bombas. Ahí fue todo ruido, todo humo. El olor a sangre y a muerte era penetrante y espantaba al más fuerte”. En la antesala del ataque se escucha en el video que registro la Fuerza Aérea lo siguiente: “Localizado, confirman. Segundo impacto. Veo tres blancos. Impacto”.
El oficial prosiguió: “El sonido aturdía. A pesar de mi experiencia la piel se me erizaba y sentía que mi cuerpo, igual que la tierra, se estremecía. Cuando los subversivos que escoltaban al jefe guerrillero percibieron el sonido de las aspas (del helicóptero) y la abundante presencia militar, intentaron repeler el ataque disparando, aturdidos, contra las aeronaves para asegurar la fuga de su comandante. En el primer bombardeo las esquirlas de una bomba provocaron heridas fatales al Mono Jojoy, quien no alcanzó a ser cargado por sus hombres, que caían tras un fuerte enfrentamiento con la Fuerza de Despliegue Rápido”.
Al sobrevolar la zona queda en evidencia el inmenso cráter que dejó el bombardeo y, por su extensión, en palabras del general Julio Alberto González, comandante de la Fuerzas Armadas de Colombia (FAC), se trataba de uno de los campamentos más grandes hallados por las autoridades.
Luego del estremecedor sonido de la guerra un silencio se apoderó de la espesa selva, que ya con la luz del día dejaba ver la magnitud del operativo. “Hemos llegado a la madre de todos campamentos de la FARC”, dijo otro de los oficiales a cargo del desembarco. Una estructura con más de 300 metros de longitud. Una especie de bóveda o búnker construido en concreto, en el cual se refugiaba el Mono Jojoy, quien no alcanzó a recorrer los túneles de escape. Lo intentó, por la forma como terminó su vida y como fue localizado por el Ejército.
“Allí supimos plenamente que habíamos dado en el blanco, el mismo que el Ejército persiguió por años. Estaba en nuestras manos y de allí no se iba a ir. Por fin acabábamos con uno de los más escurridizos comandantes guerrilleros, que mucho mal le hizo a Colombia, sembrando terror en el campo”, agregó otro oficial consultado por El Espectador. En una especie de madriguera minimizada, pero bien diseñada, en medio de la selva, entre el espeso follaje formado por ramas y troncos, invisible desde las alturas, fueron hallados los cuerpos del Mono Jojoy y varios de sus escoltas.
Fuentes consultadas en la base militar de La Macarena no descartan que el número de bajas guerrilleras ascienda, pues trascendió que un centenar de subversivos estaban muy cerca del búnker de Jojoy en el momento del ataque y, de hecho, se ha detectado por inteligencia técnica que las FARC estarían levantando cuerpos para ocultar la magnitud de la ‘Operación Sodoma’.