Programas aplicados en América Latina por presión de Estados Unidos dificultaría que migrantes centroamericanos sean calificados como refugiados.
“Si en México los migrantes flotaran como en el Mar Mediterráneo, tendríamos cadáveres por todo el país flotando. Los migrantes aquí son invisibles, terminan en las fosas clandestinas, o como esclavos sexuales y laborales”, dijo en septiembre pasado en conferencia de prensa la activista mexicana Martha Sánchez Soler, de la ONG Movimiento Migrante Mesoamericano. Desde Hamburgo, el investigador en temas migratorios Henio Hoyo Prohuber, coincide en cuanto a la “invisibilidad” de la migración centroamericana, en comparación con el actual debate europeo sobre los refugiados: “La verdad es que hay mucha más atención pública respecto a los refugiados en Europa que frente a hondureños o guatemaltecos en México. Hay una ‘jerarquía de atención internacional' al respecto”, dice Hoyo en entrevista con DW.
El académico reconoce que comparar ambos fenómenos migratorios es complicado: las capacidades y opciones institucionales son “abismalmente distintas” entre México y Europa, indica. “En Europa, el entramado institucional permite a los países ayudarse y dividirse muchos costos, aun si no se ponen de acuerdo en cuanto a las ‘cuotas' de refugiados que deben recibir”. En cambio, “México está prácticamente solo, a excepción de la ocasional ayuda estadounidense. En ese sentido, tiene opciones mucho más reducidas”, asegura el investigador del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA).
Esto incide directamente en el trato que se da a las personas que pudieran ser consideradas como refugiadas. “Como regla, alguien que pide asilo en principio no puede ser deportado, salvo casos excepcionales, hasta que se resuelva su situación. Eso es lo que sucede en Europa”, añade Henio Hoyo. En cambio, un migrante indocumentado puede ser deportado de inmediato y eso es lo que pasa con los centroamericanos en México, afirma el experto.
Un reporte del proyecto Migración, Desarrollo y Derechos Humanos (MADE), financiado por la Unión Europea, estima que la “diáspora” latinoamericana es la segunda mayor a nivel mundial con cerca de 28,5 millones de personas. El 70% de la migración total procedente de países latinoamericanos y del Caribe tiene a Estados Unidos como meta. “Los principales países de emigración de la región son México (11,8 millones), Colombia (2 millones), El Salvador (1,3 millones), Cuba (1,2 millones) y la República Dominicana (1,1 millones)”, agrega el documento.
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Más difícil es establecer cuántos de estos migrantes tendrían derecho a ser considerados refugiados. En el caso de los migrantes centroamericanos que pasan por México, la deportación sin mayor protocolo impide saber qué porcentaje podría solicitar asilo (DW informó). En todo caso, “México firmó la Declaración de Cartagena y debería reconocer la condición de refugiados a quienes huyen de sus países por violencia generalizada, lo cual es el caso de muchas personas centroamericanas”, dice a DW desde la Ciudad de México Jose Knippen, investigadora del think tank Fundar. Las autoridades mexicanas deberían promover una política más activa y efectiva en temas como el derecho de asilo y el refugio, señala la experta.
Bajo las condiciones actuales, “pensamos que es imposible que el gobierno mexicano pueda garantizar los derechos de las personas sometidas a los procesos de detención o deportación” como los implementados a raíz del programa Frontera Sur, dice Knippen. La experta considera que dicho programa constituye un retroceso y que, en su lugar, las autoridades mexicanas deberían “implementar y dotar de recursos al Programa Especial de Migración, que se había creado antes de la crisis humanitaria de los niños que llegaron a Estados Unidos en el verano de 2014”.
Pero a raíz de esta crisis, “a partir de la presión de los Estados Unidos, el gobierno mexicano prácticamente selló su frontera sur para evitar el paso de migrantes en tránsito, y Guatemala, Honduras y El Salvador desplegaron a sus ejércitos en las fronteras para evitar que las personas que migraban con niños salieran de sus países”, afirma el reporte del proyecto MADE.
Así fue como, mientras en Europa crecía la discusión sobre los refugiados procedentes de Siria, Eritrea y otros países en conflicto, los inmigrantes centroamericanos desaparecían de los medios y se volvían, una vez más, invisibles.