Alto, de carácter abierto y seguro de sí mismo, Xi Jinping ha sabido hacer carrera en las provincias, lejos del centro de poder en Pekín, y se ha creado una imagen de pragmático, capaz de resolver problemas difíciles, y discreto.
Pekín, EFE. Xi Jinping, elegido este jueves sin sorpresa nuevo presidente de China -cargo al que estaba destinado tras ascender a la secretaría general del Partido Comunista (PCCh) en noviembre de 2012- es un candidato de consenso entre las facciones de poder que, sobre todo, ha sabido agradar a unos y a otros.
Alto, de carácter abierto y seguro de sí mismo, ha sabido hacer carrera en las provincias, lejos del centro de poder en Pekín, y se ha creado una imagen de pragmático, capaz de resolver problemas difíciles, y discreto, hasta el punto de que hasta hace muy poco se le conocía, más que por sus cargos, por estar casado con Peng Liyuan, una famosa cantante folclórica china.
En sus contactos con el exterior ha dejado la impresión de ser un hombre con quien se puede dialogar.
Aunque Xi no ha dado aún pistas concretas acerca de cómo piensa gobernar, sí hay indicios de que su estilo de mando será distinto del tecnócrata Hu Jintao.
En los cinco meses desde que sucediera a Hu como máximo líder del Partido Comunista, ha mostrado por ejemplo su lado más familiar, al publicarse en los medios oficiales fotos suyas de joven y con sus parientes, por ejemplo atendiendo a su padre en silla de ruedas antes del fallecimiento de éste en 2002 (en China es raro ver a los líderes fuera de las escenas oficiales).
Los analistas destacan también que a diferencia de Hu Jintao -del que no se conocen con certeza ni siquiera datos tan básicos como su lugar preciso de nacimiento- se hayan proporcionado numerosos detalles biográficos sobre el nuevo líder, desde su gusto por las películas de acción de Hollywood hasta su ausencia del nacimiento de su hija, Xi Mingze, por motivos de trabajo.
Nacido en Pekín en 1953, Xi es uno de los llamados "príncipes" comunistas, o hijos de familias de altos dirigentes del régimen. Su padre, Xi Zhongxun, fue uno de los fundadores del PCCh.
Pero en 1962 la fortuna familiar daría un vuelco, cuando Xi Zhongxun, entonces viceprimer ministro, cayó en desgracia y acabó en prisión.
Su hijo, como otros tantos jóvenes durante la Revolución Cultural, fue enviado al campo, a la provincia norteña de Shaanxi, a reeducarse y "aprender de las masas".
La soledad que allí vivió y el duro trabajo físico hicieron que siempre haya criticado la Revolución Cultural. Pero, al mismo tiempo, durante su etapa en Shaanxi decidió -según cables filtrados por Wikileaks- "sobrevivir siendo más rojo que nadie".
A su regreso a Pekín, estudió Ingeniería Química en la Universidad de Tsinghua, el actual vivero de los líderes comunistas (también Hu Jintao se formó allí). En 1974 ingresó como miembro en el Partido Comunista, que le trasladó como secretario local de la formación a la provincia de Hebei.
Durante los años ochenta, como mando intermedio en Hebei, visitó el Estado agrícola de Iowa en Estados Unidos, un viaje del que ha hablado con calidez y que reviviría un cuarto de siglo después, en su primera visita oficial como vicepresidente a la primera potencia.
Desde Hebei fue promovido a puestos de cada vez mayor relevancia en las provincias de Fujian y Zhejiang, en la próspera costa este del país.
En Fujian, Xi, divorciado de su primera esposa, Ke Lingling, tras tres años de matrimonio, conoció a Peng, ya entonces una cantante de renombre y con quien se casó en 1987 en el aniversario de su primera cita. Su hija, Xi Mingze, estudia en la Universidad estadounidense de Harvard bajo un seudónimo, según la prensa norteamericana.
En 2007 fue nombrado secretario del PCCh en Shanghái, la segunda ciudad del país, después de que su predecesor, Chen Liangyu, fuera cesado por corrupción.
Ese mismo año pasó a formar parte del Comité Permanente del Politburó, el máximo órgano del Partido, y un año después se convertía en vicepresidente de China, el cargo que ya le colocaba como principal favorito a ser el máximo líder de la "quinta generación" del régimen comunista.
Al frente del país permanecerá los próximos diez años, una etapa clave en la que se espera que China se convierta en la primera economía mundial. Xi tendrá que decidir cómo imprime su sello a este decenio.