En la primera reunión reservada entre ambos en Mendoza, el dictador chileno le ofreció la mitad de dos islas al sur de las tres que estaban en disputa y a Videla le gustó la idea, pero en la segunda cita en Puerto Montt Pinochet le dijo “olvídese” del ofrecimiento.
El 19 de enero y 20 de febrero de 1978, los dictadores de Chile y Argentina, generales Augusto Pinochet Ugarte y Jorge Rafael Videla, se reunieron en Mendoza y Puerto Montt, respectivamente, para detener la espiral belicista por el conflicto del Beagle. La situación se hizo tan tensa, que en diciembre de ese año estuvimos al borde de la guerra.
En aquella oportunidad, el general Videla afirmó que "las negociaciones directas constituyen la única vía pacífica para solucionar el conflicto", tras el laudo arbitral que el 22 de mayo de 1977 que entregó definitivamente a Chile la soberanía de las islas Picton, Nueva y Lennox y que fue declarado “insalvablemente nulo” por la junta militar argentina.
El periodista argentino Ceferino Reato entrevistó a Videla en la cárcel federal de Campo de Mayo, donde el fallecido dictador cumplía la pena de cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad. Videla recordó los encuentros reservados con Pinochet y los detalles de ambas cumbres quedaron registrados en el libro “Disposición Final”.
“Pinochet solicitó el encuentro en Mendoza”. Según Videla, fue Pinochet el que solicitó el primer encuentro en Mendoza, que se realizó en la base aérea El Plumerillo. “Fue una reunión a solas, él y yo, nadie más. Pinochet comenzó dramatizando sobre la posibilidad de una guerra entre dos países que, dijo, tenían todo para ser complementarios”, señaló Videla en el libro.
“Yo le contesté que tampoco nosotros queríamos la guerra y que el rechazo del laudo apuntaba a crear las condiciones políticas para llegar a una solución pacífica, negociada. En un momento, Pinochet se levanta y va hasta un mapa que estaba colgado en una pared; vuelve y hace un croquis, traza una línea y me lo muestra: ‘¿Qué le parece?’. ‘Me parece interesante’, le dije”, añadió Videla.
Según el dictador argentino, Pinochet había trazado una línea de norte a sur que dividía las islas Evout y Barnevelt, ubicadas al sur de las islas en disputa, y entregaba la mitad este de ambas a Argentina. “Era un avance, porque impedía que Chile tuviera proyección hacia el Atlántico. Agregué: ‘En principio, me gusta por la dirección norte a sur, pero ¿cómo seguiría esta línea, cuál sería el comienzo y cuál sería el final?’. ‘No avancemos, por ahora estas dos islas’, me contestó”.
Tras este encuentro reservado en Mendoza, negociadores de ambos países acordaron la creación de una comisión para intentar un acuerdo con las propuestas de Pinochet, acuerdo que supuestamente iba a ser ratificado con la firma de un documento bilateral en Puerto Montt.
“Videla, olvídese del dibujo que le entregué”. En el libro, Videla dice que viajó a Chile “muy confiado”, pero se encontró con que Pinochet “había cambiado de idea”. El fallecido dictador argentino recordó el fuerte impasse: “Lo primero que me dijo fue ‘el dibujo ése que yo le entregué y que firmamos los dos no va más. La Junta no lo acepta. Olvídese’. Me pareció un gran mentiroso porque el poder en Chile era él, la Junta no contaba. Y me informó que había alterado el programa del acto”.
“(Pinochet) me planteó un problema: ¿Qué hacer? ¿Retirarme al frente de mi delegación y romper la posibilidad de una negociación que, más allá de ese discurso inesperado, había quedado plasmada en el documento firmado? Opté por una respuesta de circunstancia sobre la hermandad entre ambos países, la complementariedad comercial... Me pareció lo mejor: no quise romper todo. La comisión que me acompañaba se enojó conmigo; consideró ese discurso como una aflojada. Acá (en Argentina) también cayó muy mal: los comandantes se sintieron todos ‘halcones’”, afirmó Videla.
El desacuerdo con Pinochet aceleró la escalada bélica. Videla aseguró en el libro que “estuvimos en guerra”. A fines de 1978 la flota naval argentina ya navegaba hacia el Océano Pacífico, los aviones habían cambiado sus bases, patrullas del Ejército “operaban en territorio chileno” e, incluso, se había dispuesto el traslado en tren de miles de féretros. “Hubo un Día D, Hora H; ya habían sido determinados. La invasión sería el sábado 23 de diciembre. No queríamos que coincidiera con la Navidad”, recordó el ex dictador trasandino.
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