La operación destaca la amenaza del crimen organizado al sector del petróleo y el gas en Brasil. Los investigadores dijeron que la milicia monopolizó la distribución de gas para cocinar en la ciudad de Itaboraí y extorsionó a las empresas que transportaban a los trabajadores.

Río de Janeiro. La policía de Río de Janeiro arrestó este jueves a más de 40 personas por su supuesta participación en una pandilla asesina que extorsionó a compañías que trabajan para la petrolera estatal Petrobras y que creó un cementerio clandestino para deshacerse de rivales.

Los arrestos ponen de relieve cómo la tercera ciudad de América del Sur se enfrenta al creciente poder de las llamadas milicias, grupos criminales dirigidos por policías retirados y fuera de servicio que dominan la distribución de servicios públicos y bienes básicos para millones de residentes.

La operación también destaca la amenaza del crimen organizado al sector del petróleo y el gas en Brasil. Los investigadores dijeron que la milicia monopolizó la distribución de gas para cocinar en la ciudad de Itaboraí y que extorsionó a las empresas que transportaban a los trabajadores a un complejo petroquímico en construcción.

"Hemos logrado identificar, hasta ahora, al menos a 77 personas en esta organización, entre ellas abogados y policías", dijo a periodistas el investigador de la policía de Río, Rómulo Santos, quien añadió que el grupo probablemente había perpetrado al menos 50 homicidios.

"Intimidaron a la población, ejecutando a los rivales, rivales criminales, a menudo de día", dijo. La policía notó una serie de extrañas desapariciones durante el año pasado e identificó lo que podría ser un cementerio clandestino, agregó Santos.

Las milicias de Río surgieron en las últimas décadas para luchar contra bandas de narcotraficantes, pero ahora son temidas derecho propio. Sus conexiones con políticos locales y las fuerzas de seguridad les han ayudado a controlar el territorio de otros grupos criminales.

El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, quien asumió en enero, alabó en el pasado a las milicias como una alternativa preferible a otros delincuentes, pero los críticos dicen que sus métodos no difieren de los grupos a los que desplazan.