Alberto Vergara disecciona el gobierno de Ollanta Humala a un año de que concluya.
-¿Qué evaluación haría del gobierno de Humala?
-Un gobierno gris, lo cual siempre es mejor que negro. Si lo comparo contra lo que me gustaría que hubiera en el país, es mediocre. Pero si lo comparas con las opciones reales que había en la elección de 2011 ya no parece tan malo. El resto de candidatos de 2011 habría gobernado con similar mediocridad o aún peor.
-¿Cuál ha sido su principal característica?
-Su permanente desconcierto. Nunca supo adónde apuntar. Y ante el desconcierto se compró la teoría del piloto automático. Humala hizo caso a quienes le dijeron “cholito, no toques nada, esto camina solo, ¿o quieres pasar a la historia como el que arruinó la economía?”. Y Humala, asustado, atracó. Y ahora que la economía se enfrió, quienes lo convencieron de no hacer nada igual, lo crucifican por el resultado. Alelado, un gobierno alelado.
-¿Cuáles consideras que han sido las virtudes más relevantes de esta gestión?
-La virtud más importante me parece el cambio sustancial en el tema educativo. Se ha aumentado el presupuesto al sector educación brutalmente y se ha puesto un equipo de primera al mando del Ministerio de Educación. Creo que este es el acierto que más claramente le pertenece a este gobierno frente a otros aciertos que podrían ser los de dar continuidad a cosas que venían de gobiernos anteriores.
-¿Y sus principales errores?
-Para mí el legado más negativo que va a dejar este gobierno no es uno de gestión en esta u otra área del Estado, sino que no se ha tomado la molestia de explicar a sus electores principales, es decir, al país pobre, rural, provinciano, que votó masivamente por Humala dos veces, porque el señor cuando llegó a Palacio se transformó en otro. Y esto me parece muy grave para un sistema carcomido por la desconfianza. Lo que la gente ve es que el Humala que antes estaba contra la minería, ahora que es presidente se volvió prominero. Humala nunca hizo el ejercicio democrático de explicar su propia gran transformación y tratar de convencer a sus votantes de que así como él había cambiado ellos también podían hacerlo. Pero no tuvo el sentido de responsabilidad, prefirió pasar calladito, solapa, de costado. A mí eso me parece muy grave para la democracia peruana. Aunque estas cosas no le importan a nadie en un país obtusamente enfocado en el dígito de crecimiento del PIB.
-A casi un año de acabar su administración, ¿qué tipo de reformas puede hacer Humala?
-Me parece que no muchas. La bancada parlamentaria se le esfuma poco a poco y el Ejecutivo ha perdido iniciativa. No veo que nada muy importante pueda ser empujado en este momento.
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-En las últimas semanas, si bien el nuevo jefe del gabinete de ministros ha buscado tender puentes con otras fuerzas políticas, el presidente se ha mostrado muy confrontacional con la oposición. ¿Cómo ves ese contraste?
-Mira, a mí estas historias de oposición y oficialismo me tienen cansado. Son pleitos entre personas y candidaturas. En el Perú me da la impresión de que no hay ni oposición ni oficialismo porque no están divididos respecto de nada que sea esencial para el país. No los separa ninguna visión de país ni política pública grande. Es un pleito de pandillas encaudilladas y angurrientas sin el menor interés en cuestiones sustanciales. En tal contexto digamos que es un abuso del lenguaje llamarlos oposición y oficialismo. Eso existirá en países donde los partidos y políticos cargan con miradas diferenciadas del Estado, la economía o la sociedad, ¿pero en el Perú?
-¿Ya estamos en campaña?
-Sí, claro. La izquierda estrena nuevas divisiones, PPK anuncia a su publicista [Luis Favre], Alan García afirma que no sabía nada del perro del hortelano. Empezó la fiesta democrática.
-¿Keiko Fujimori y Alan García tienen asegurado su paso a la segunda vuelta?
Pienso que Keiko lo tiene asegurado. Me resulta muy difícil que su voto pueda desplomarse por debajo de 20%. Además su imagen va muy bien con dos temas absolutamente centrales de la próxima campaña: seguridad y reactivación económica. Alan lo tiene más complicado porque ofrece casi lo mismo que el fujimorismo, y para distanciarse de ellos tiene que invertir mucho. Ya lo está intentando, pero hay que ver si en un año podrá deshacer el conservadurismo cultivado en una década. Me resulta difícil concebir que haya espacio para dos fujimorismos en segunda vuelta. Y García ha logrado en una década que el Apra sea hoy casi un segundo fujimorismo en el Perú.
-¿Pedro Pablo Kuczynski representa una opción distinta en esta elección?
Creo que esto no depende de él. Si aparece un candidato centrista, bueno, él se quedaría enclaustrado en la derecha. Si no aparece un buen candidato centrista, él tendría mejores posibilidades de distinguirse de la derecha que Keiko o García.
-¿Cuáles serán los temas de interés más importantes para los votantes en las siguientes elecciones? ¿Qué crees que espera el electorado?
-La cuestión seguridad va a ser absolutamente central. El problema que tiene este tema es que nadie sabe cómo se soluciona. Entonces da para que se desarrolle el populismo con alardes matonescos y promesas de mano dura. Todo es estéril, por supuesto, mientras no se haga una reforma de la policía y del Poder Judicial que nadie se va a plantear.
-¿A dónde podrían ir los votos del descontento que alguna vez tuvo Ollanta Humala?
-Una gran parte ya se fue adonde Keiko Fujimori. Una porción pequeña se irá hacia algún candidato de izquierda. Y otra porción grande estará disponible hasta el último momento para Keiko, Urresti, Antauro, Donayre o lo que surja en el horizonte de la política entendida como cocacho.
-¿Y quién podría ser un candidato de centro?
-Me imagino que hay varios que van a intentarlo. Toledo tiene pretensiones, aunque sus opciones parecen bastante quemadas a estas alturas. Acción Popular debería por tradición ir en busca del elector moderado, pero que yo sepa no ha decidido si tendrá candidato presidencial. Quien me parece que lo ha hecho bastante bien en las entrevistas que ha dado recientemente es Beatriz Merino. Es decir, percibo una combinación de preocupaciones y planteamientos que en el contexto de hoy me parece la acercan justamente a aquello que escasea en el mercado de candidaturas. O sea, me parece que tiene el activo de una trayectoria larga que avala sus posiciones. No se le ve en la movida criolla de la moderación antes de la elección como en PPK o García. En fin, ahí puede haber materia prima para una eventual candidatura moderada.
-¿Cómo evalúas el frente de izquierda presentado hace algunas semanas?
Parece la repetición de todos los errores posibles. Siglas irreproducibles o ridículas. La foto tiene algo como de congelado en el tiempo, en otro tiempo.
-¿Tiene la izquierda alguna oportunidad de llegar al poder sin alguna alianza?
-La izquierda peruana tiene en lo fundamental el mismo problema que la derecha, el centro o cualquier otra tendencia peruana. La personalización de la política hace imposible que pienses en frentes u oportunidades sin individuos, sin un candidato. Es una política de mensajeros, no de mensajes. Y aunque la izquierda podría tener un mensaje que ofrecer, sin mensajero no vales nada en este sistema altamente personalizado.
-Para estas elecciones hay varios candidatos ‘técnicos’ como PPK, Rómulo Mucho y Julio Guzmán. ¿Por qué crees que se da esta situación? ¿Es posible que un candidato técnico logre ganar las elecciones?
-En ciertos círculos el técnico y lo técnico tiene una gran reputación. Hay quienes creen que los problemas del país se resuelven con técnicos de saberes objetivos y pretendidamente no ideológicos. Como escribí alguna vez, le entregarían encantados el país a algo así como Tecnócratas Sin Fronteras. Entonces es normal que de ese sector surjan candidaturas con ese ideal ya no de rey filósofo sino de rey tecnócrata. Ahora de los nombres que mencionas, PPK es cada vez más político que técnico, lo cual es una ventaja, claro. Me resulta difícil un técnico puro ganando la elección, muy difícil.
-A unos meses de las elecciones, ¿podemos decir que existen hoy partidos políticos en el Perú?
-Estaría tentado de decirte que no, pero para ser cauto diré que tenemos unos partidos extremadamente débiles. Piensa que el fujimorismo que pasa por partido fuerte en el Perú solo tiene tres gobiernos regionales de veinticinco y el Apra cuatro congresistas de 130. En cualquier país de América Latina partidos con esa mínima presencia casi que no serían considerados partidos políticos. Pero es lo que hay.
-¿A qué se expone el país por esta debilidad de los partidos que mencionas?
-Lo principal es que hay un problema de coordinación enorme entre niveles de gobierno. Alcaldes distritales y provinciales, presidentes regionales, y autoridades de nivel nacional como parlamentarios o el propio presidente viven completamente desconectados entre ellos. No saben cómo ni dónde hablarse. Tanto para el día a día como para casos puntuales y graves, los costos de coordinación ante semejante fragmentación son altísimos y, en algunos casos, simplemente impagables.
-¿Cómo se pueden blindar los partidos del ingreso de dinero ilícito y de delincuentes a sus filas?
-Este es un problema en todas partes y requiere de la acción a varios niveles. En primer lugar, los líderes partidarios deberían ser tajantes en no recibir dinero con un origen dudoso. Y, en segundo lugar, los organismos estatales deberían ser mucho más fuertes en la fiscalización del origen de los fondos partidarios.
-¿Y qué organismos estatales deben entrar a tallar en esa fiscalización?
-Los organismos electorales evidentemente, el Jurado Nacional de Elecciones sobre todo y en alguna medida la Oficina Nacional de Procesos Electorales. Ahora, déjame decir algo vinculado a esto: hay mucha gente que empuja el financiamiento público de los partidos porque así estos no recibirían dinero ilegal. Esto es un error. Lo que varias investigaciones internacionales demuestran es que ahí donde se entrega fondos públicos con instituciones débiles e incapaces de fiscalizar adecuadamente a los partidos, estos chapan la plata del Estado y también la del narco o cualquier otra actividad ilegal. Está muy bien el financiamiento público, pero no es ningún remedio contra el dinero sucio.