Las victorias obtenidas por el ex gobernador de Massachusetts en Iowa y en New Hampshire fueron saludadas por los sectores más reaccionarios con críticas ácidas.
La ultraderecha republicana, herida por las derrotas sufridas en las dos primeras internas de su partido, se le tiró a la yugular al "moderado" Mitt Romney, el precandidato favorito -por ahora- de su partido para enfrentar a Barack Obama en las elecciones de noviembre.
Las victorias obtenidas por el ex gobernador de Massachusetts en Iowa y en New Hampshire -con el 39% de los votos en este último estado- fueron saludadas por los sectores más reaccionarios con críticas ácidas, que van desde considerarlo un destructor de empleos hasta un Obama encubierto.
Newt Gingrich, uno de los alfiles más importantes de la era de Ronald Reagan, advirtió que una eventual nominación de Romney como candidato para los comicios presidenciales equivaldría a regalarle la reelección al actual mandatario.
"No creo que un moderado pueda enfrentarse con éxito a Barack Obama porque la diferencia no es lo suficientemente grande", dijo el ex presidente de la Cámara de Representantes y uno de los grandes derrotados en las primeras dos internas.
Romney también fue atacado por sus compañeros de partido por su pasado como máximo ejecutivo de Bain Capital, donde entre 1980 y 1990 amasó una fortuna personal de unos US$250 millones comprando y reestructurando empresas, con su habitual cuota de despidos.
Varios anuncios por televisión, financiados por partidarios de Gingrich, muestran a Romney como un déspota que deja sin trabajo a la gente en un país que padece una severa parálisis económica y un desempleo del 9%.
Rick Santorum, otro de los perdedores en New Hampshire al cosechar sólo el 10% de los votos, el mismo porcentaje de Gingrich, acusó a Romney de haberse enriquecido "saqueando" empresas, mientras que el gobernador de Texas, Rick Perry, que captó el 1% de los sufragios, lo denunció como un "buitre capitalista".
Los ataques, sorpresivos por su agresividad para muchos estadounidenses por provenir de las mismas filas partidarias, se enmarcan en las siguientes elecciones primarias, que se celebrarán en Carolina del Sur el 21 de enero.
La ultraderecha republicana, aglutinada en el llamado Tea Party, sabe que un triunfo de Romney en ese estado sureño reduciría drásticamente sus esperanzas de que uno de sus precandidatos, quienes se presentan totalmente divididos, terminara enfrentando a Obama en las urnas.
Además de los feroces ataques publicitarios contra Romney, en este caso cuentan a su favor con un electorado profundamente conservador, religioso y particularmente golpeado por uno de los índices de desempleo más alto del país (10%).
Sin embargo, el triunfante líder republicano, un mormón que representa al establishment de su partido, no se ha dejado amedrentar por la andanada de ataques.
Luego de señalar que las acusaciones en su contra eran un "error para nuestro partido y para nuestro país" al enturbiar el largo proceso de elecciones primarias por estado que culminará el 26 de junio, el dirigente prefirió tomar altura y concentrarse en lo que ha sido el centro de su campaña: Obama.
"Sabemos que el futuro de este país es mejor que un desempleo del 8 ó 9%. Es mejor que sus US$15 billones de deuda. Es mejor que las políticas mal dirigidas y las promesas incumplidas de los últimos tres años y el liderazgo fallido de un hombre", declaró.
Rommey es reconocido como un equilibrista político "first class". Como gobernador (2003-2007) supo lidiar con un congreso opositor para impedir la legalización del matrimonio entre homosexuales, sanear las finanzas y a la vez implantar programas de fuerte contenido social que hoy envidian los partidarios de Obama.
Sin aumentar los impuestos, conteniendo el gasto y reorganizando el gobierno estatal, Romney acabó con el déficit presupuestario, estableció matrículas gratuitas en las universidades para el 25% de los estudiantes con mejores calificaciones y extendió la cobertura médica a medio millón de ciudadanos del estado.
Teniendo esos datos en cuenta, no sorprende entonces que las encuestas le otorguen el primer lugar en las primarias de Carolina del Sur (31% de los votos) y lo muestren prácticamente empatado si se enfrentara a Obama el 6 de noviembre, con 45% de los sufragios contra el 46% del presidente demócrata.