Dilma Rousseff ha salido debilitada de un escándalo que involucró a su influyente jefe de gabinete Antonio Palocci y reveló grietas en la coalición de gobierno. En el corazón de la crisis se encuentran las dudas en torno al estilo de liderazgo de la presidenta, ya que carece del carisma y la popularidad de su antecesor, Lula da Silva.
Brasilia/Río de Janeiro. Cuando Dilma Rousseff se encaminaba a la presidencia de Brasil el 2010, apareció una duda: ¿sería esta burócrata de carrera lo suficientemente hábil como para manejar el salvaje mundo político brasileño?
Luego de unas turbulentas semanas iniciales que sacudieron a su nueva administración, la evidencia indica que no, lo que podría tener graves consecuencias en las políticas mientras el gobierno lucha contra una economía desacelerada y una elevada inflación.
Rousseff ha salido debilitada de un escándalo que involucró a su influyente jefe de gabinete Antonio Palocci y reveló grietas en la coalición de gobierno, que exacerbaron una derrota en el Congreso la semana pasada.
En el corazón de la crisis se encuentran las dudas en torno al estilo de liderazgo de la presidenta, una ex militante de izquierda que carece del carisma y la popularidad de su antecesor Luiz Inácio Lula da Silva.
Sus asesores reconocen que le prestó muy poca atención a los asuntos políticos en los primeros cinco meses de mandato, en los que se centró en temas más técnicos y administrativos.
Eso dejó al Gobierno vulnerable cuando se reveló el mes pasado que Palocci, cuya posición ahora parece en riesgo, tuvo un incremento en su fortuna personal que podría derivar en una investigación federal.
Los problemas de Rousseff se agravaron por las preocupaciones en relación a su salud tras un exitoso tratamiento para el cáncer en 2009.
Sus colaboradores dicen que ha aprendido de sus errores y que está dedicando su atención a defender a Palocci, un favorito de Wall Street cuya salida probablemente inquietaría a los mercados, y a recomponer sus lazos con su principal socio en la coalición, el partido PMDB.
Pero el riesgo es que la agenda de Rousseff quede aún más estancada si es forzada a otorgar más concesiones a los legisladores y que sus índices de aprobación caigan junto con el crecimiento económico de Brasil.
"El costo político de gobernar podría aumentar drásticamente para Dilma", dijo Cristiano Noronha, analista político de la consultora ARKO.
Un destacado funcionario del gobierno reconoció que Palocci quedó debilitado por el escándalo, pero que Rousseff no intentaría reemplazarlo a menos que aparezca nueva evidencia en su contra por sus ganancias como consultor cuando era legislador.
"Es difícil decir si ya pasó lo peor", opinó el funcionario.
"El poder detrás del trono". Nada ilustró más claramente los problemas de Rousseff como la aparición de Lula la semana pasada en el escenario político en Brasilia, cinco meses después de que dejó el poder con impresionantes índices de popularidad.
Estuvo allí para tranquilizar a los descontentos miembros del Partido de los Trabajadores y el PMDB, que se rebelaron en la votación de un nuevo código forestal por lo que percibieron como un maltrato del palacio presidencial Planalto.
Lula ayudó a mediar una tregua entre los aliados de la coalición, pero el regreso del ex jefe sindical, que no descartó ser candidato a presidente en 2014, fue un claro golpe para los esfuerzos de Rousseff de imprimir un sello propio a la presidencia.
Rousseff no le pidió ayuda y lamentó que no lo hiciera de forma más discreta, comentó otro colaborador del Gobierno a Reuters.
"Dilma quedó muy afectada por la interferencia de Lula en la crisis", dijo Amaury de Souza, socio de la consultora MCM Associados. "Básicamente demostró que él es el poder detrás del trono, que va a venir a resolver las cosas cuando sea necesario", agregó.
Rousseff podría recuperarse de la primera gran crisis en el Gobierno. El propio Lula se vio perjudicado por un escándalo de corrupción mucho mayor en su primer mandato, que lo llevó a prestar más atención a la coordinación política con el Congreso.
Pero la derrota en la Cámara baja por la ley forestal la semana pasada fue una mala señal para un Gobierno que aún no avanzó en una agenda, la cual incluye leyes para reformar el rígido sistema impositivo brasileño y explotar nuevas reservas de petróleo.
Legisladores del PT y el PMDB se han quejado de la falta de acceso a la presidenta, cuyo ministro responsable de las relaciones con el Congreso es considerado como una figura políticamente débil y con poca influencia.
Si bien el PMDB no se ha sumado a los reclamos de la oposición para que Palocci enfrente una investigación en el Congreso, se cree que usará el caso como herramienta para obtener concesiones de Rousseff.
Una fuente del Gobierno dijo que la fuerte influencia de Palocci demoró la toma de ciertas decisiones en los primeros meses del Gobierno y que su menor perfil como resultado del escándalo ayudó a acelerar los procesos.
"De repente todo va más rápido", señaló. "Esto podría ser muy bueno para el Gobierno. Si él está más débil, será mucho más fácil hacer las cosas", agregó.
Pero la mayoría de los analistas cree que la pérdida del jefe de gabinete, que es un talentoso comunicador y un fuerte defensor de las políticas anti-inflacionarias, sería un gran contratiempo para Rousseff.
"Palocci es considerado como el garante de las políticas económicas favorables al mercado. Las dudas en torno a él derivan en dudas en torno a la economía", dijo Noronha.