Declarado ganador el domingo, una semana después de una segunda vuelta electoral en la que enfrentó a un ex oficial del Ejército, Mohamed Mursi tiene el desafío de cumplir con expectativas muy elevadas en un país cansado de los disturbios mientras la economía está contra las cuerdas.
El Cairo. El islamista Mohamed Mursi, el primer presidente de Egipto elegido libremente cuyos poderes han sido recortados por el Ejército, recorrió su nueva residencia presidencial, donde vivió alguna vez el derrocado líder Hosni Mubarak, y comenzó este lunes a trabajar para formar un gobierno de coalición.
Declarado ganador el domingo, una semana después de una segunda vuelta electoral en la que enfrentó a un ex oficial del Ejército, el islamista tiene el desafío de cumplir con expectativas muy elevadas en un país cansado de los disturbios mientras la economía está contra las cuerdas.
Pero su promesa de campaña de completar la revolución que derrocó a Mubarak el año pasado pero dejó los pilares de su gobierno intactos, deberá enfrentar los arraigados intereses de los generales que han estado a cargo de la transición a la democracia.
Poco antes de la elección presidencial, el Parlamento recientemente elegido y liderado por los islamistas fue disuelto por el Ejército, basado en una orden judicial, y los generales emitieron un decreto fijando límites a las atribuciones del presidente.
Estas limitaciones afectan el poder de Mursi para actuar pero lo exponen a la culpa por cualquier fracaso.
Aún más, su victoria ha tenido un impacto inmediato más allá de las fronteras egipcias, inspirando a islamistas que se han levantado contra autócratas a lo largo de Oriente Medio y han derrocado líderes en el norte de Africa.
Israel está preocupado de que su acuerdo de paz con Egipto, que nunca fue cálido, se enfriara todavía más. Sin embargo, los palestinos en Gaza están encantados.
Irán vio su elección como un "despertar islámico", aunque Teherán y los Hermanos Musulmanes siguen formas diferentes, a veces opuestas, de fe.
Su agencia de noticias Fars publicó una entrevista en la que Mursi pidió el restablecimiento de los lazos para construir un "balance" estratégico. Un colaborador de Mursi dijo que dio la entrevista hace 10 días.
Un funcionario de seguridad dijo que Mursi y su mujer recorrieron su nuevo hogar, una vez la residencia principal de Mubarak, en un dramático cambio para un ex prisionero político cuyo grupo fue perseguido implacablemente durante los 30 años de Gobierno del ex general.
Un colaborador dijo que Mursi luego fue al Ministerio de Defensa para mantener conversaciones con el jefe del consejo militar, el mariscal de campo Hussein Tantawi, y el primer ministro designado por el Ejército Kamal al-Ganzouri para dialogar sobre la formación de un nuevo Gobierno, una visita cargada de simbolismo sobre dónde reside el poder real.
Como presidente, Mursi puede designar a su gabinete. Sus colaboradores dicen que ya se ha acercado a políticos de afuera de los Hermanos Musulmanes como el reformista Mohamed ElBaradei, que aún debe darle una respuesta.
Pero los poderes legislativos siguen estando en manos del Ejército, mientras su Parlamento es disuelto, restringiendo su poder para actuar.
Un tema preocupante, sobre el que muchos egipcios probablemente juzguen su desempeño, será revivir la economía.
El repunte del mercado el lunes, en parte alimentado por el alivio provocado porque la votación y el anuncio del resultado se dieron sin violencia, podría alentar al nuevo presidente, pero aún debe probar a preocupados inversores a largo plazo que Egipto está camino a la recuperación.
Periódicos egipcios reflejaron la victoria de Mursi sobre Ahmed Shafik, el último primer ministro de Mubarak, como una victoria para el pueblo, aunque muchos ciudadanos más liberales están preocupados de que su grupo conservador pueda reducir las libertades sociales.
"La revolución llega al palacio presidencial", escribió el diario Al-Shorouk. Otro periódico, Al-Akhbar, citó el discurso de la victoria de Morsy: "Soy un servidor del pueblo y un empleado de los ciudadanos".
Es un sentimiento extendido la idea de, finalmente, tener un líder egipcio que pueda ser "despedido".
Los festejos en la plaza Tahrir de El Cairo, escenario de la revolución que derrocó a Mubarak, se extendieron durante la noche. Algunos seguidores de los Hermanos aún celebraban, un poco sorprendidos por su victoria que terminó con una tradición de seis décadas de presidentes surgidos del Ejército.