La llegada de Donald Trump a la Presidencia estadounidense en enero de 2017 ha supuesto cambios en la política de Washington con respecto a América Latina y las relaciones entre ambas partes han experimentado numerosos vuelcos.
El recién terminado 2017 fue un año de sinsabores para América Latina, que se vio ensombrecida por el escándalo de corrupción de la gigantesca constructora brasileña Odebrecht, el proceso de vacancia contra el presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, la crisis electoral en Honduras o la elección de la Asamblea Constituyente de Venezuela.
Tras ser durante mucho tiempo "el patio trasero" de Estados Unidos, la llegada de Donald Trump a la Presidencia estadounidense en enero de 2017 ha supuesto cambios en la política de Washington con respecto a América Latina y las relaciones entre ambas partes han experimentado numerosos vuelcos.
Proteccionismo comercial. Solo tres días después de su investidura, Trump firmó una orden ejecutiva para retirar a su país del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por siglas en inglés). El convenio, sellado tras más de 12 años de negociaciones, quedaba así atrapado en un callejón sin salida.
Tan solo dos meses después, el presidente estadounidense firmaba otra orden para iniciar la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que agrupa a Estados Unidos, México y Canadá y está en vigor desde hace unos 23 años.
Los tres países han celebrado hasta ahora cinco rondas de espinosas y complicadas negociaciones sin alcanzar un acuerdo final ni un consenso completo. Trump ha amenazado reiteradamente con que Estados Unidos se retirará del pacto si no se consigue un acuerdo.
Para Emily Blanchard, profesora asociada de la Escuela de Negocios Tuck de la Universidad de Dartmouth, el comercio no es "un juego de suma cero" y los tres países pueden beneficiarse del TLCAN si actúan correctamente.
No obstante, resalta, un paso erróneo en la renegociación podría desencadenar el colapso total del acuerdo, generaría un impacto muy negativo en las economías de las tres naciones y obstruiría el proceso de integración económica de América del Norte.
Al mismo tiempo, las estrategias políticas de Trump, como "EEUU Primero" o "Comprar productos estadounidenses y contratar a trabajadores estadounidenses", dificultan en cierta medida la recuperación económica de América Latina. Estados Unidos, su mayor socio comercial y fuente de inversión, ha centrado su atención en el propio beneficio, lo que ha obligado a los países latinoamericanos a reducir su dependencia del vecino norteamericano.
En opinión de Yue Yunxia, investigadora del Instituto de Estudios de América Latina de la Academia China de Ciencias Sociales, las medidas proteccionistas comerciales que EEUU está aplicando son un retroceso en el libre comercio y tendrán un impacto en el proceso de integración regional propugnado por América Latina.
Muchos países latinoamericanos, entre ellos México, están tratando de invertir gradualmente su dependencia excesiva de EEUU y buscando alternativas para fortalecer la solidaridad intrarregional y acelerar la integración regional, dijo.
El sueño migratorio se hace añicos. La migración es uno de los temas que más preocupan a Trump. Casi inmediatamente después de asumir el cargo, firmó una orden ejecutiva para prohibir la entrada de los ciudadanos de varios países a EEUU. Pocos meses más tarde, su Gobierno anunció su retirada del Pacto Mundial de la ONU sobre Migración y Refugiados, el cual podría obtener un consenso en la Asamblea General en 2018.
Para evitar que los inmigrantes ilegales latinoamericanos entren en el territorio estadounidense desde México, Trump anunció la construcción de un muro en la frontera entre ambos países y exigió al Gobierno mexicano pagarlo. El presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, y su canciller, Luis Videgaray, lo rechazaron y han reiterado que México no va a pagar de ninguna manera la barrera.
Trump, por otra parte, suspendió el programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) aplicado durante el mandato de Barack Obama. Casi 800.000 "dreamers" (soñadores), la mayoría de ellos latinoamericanos, perdieron la protección especial que evitaba su repatriación.
Según Xu Shicheng, investigador del Instituto de Estudios de América Latina de la Academia China de Ciencias Sociales, las políticas de Trump para expulsar a los inmigrantes ilegales han despertado un fuerte resentimiento en México y otros países de América Latina que les ha llevado a darse cuenta de que sus asuntos deben resolverlos por sí mismos y de que solamente una América Latina unida y solidaria puede resistir la injerencia estadounidense.
"Hoy en día, el beneficio mutuo es la tendencia principal. Si Trump insiste en sus políticas de nacionalismo extremo y proteccionismo comercial, la relación estadounidense-latinoamericana se enfrentará a factores inciertos y variables, además de que el propio EEUU se vería perjudicado por lo que no es más que una espada doble filo", comenta.
Una política exterior más dura. Tras la investidura de Trump, las relaciones bilaterales entre EEUU y algunos países latinoamericanos han experimentado giros e incluso retrocesos. Aunque América Latina no es el eje de la diplomacia estadounidense para el actual gabinete, Trump no se ha olvidado de aplicar la mano dura a Cuba y Venezuela, al tiempo que se inmiscuía en los asuntos del Medio Oriente, el Nordeste Asiático y la Europa Oriental.
Durante el Gobierno de Obama, en julio de 2015 se reanudaron formalmente las relaciones diplomáticas entre Cuba y EEUU. Sin embargo, Trump ha vuelto a endurecer la política de su país y los lazos han sufrido un impacto negativo.
Entre otras medidas, el dirigente estadounidense prohibió los viajes individuales de los estadounidenses a la isla y el comercio con empresas estatales cubanas, al tiempo que ratificó el bloqueo económico contra La Habana.
Además, en el segundo semestre de 2017 EEUU criticó a Cuba por realizar lo que denominó "ataques acústicos" contra el personal diplomático estadounidense, lo que llevó a Washington a reducir de manera sustancial las funciones de su Embajada en La Habana y a expulsar a 15 diplomáticos cubanos como protesta.
También en Venezuela ha aplicado Trump su mano dura. Sólo un mes después de que se estrenase su Gobierno, el Departamento del Tesoro incluyó al vicepresidente de Venezuela, Tareck El Aissami, en su lista negra y le impuso sanciones por sus presuntos vínculos con el narcotráfico. Desde entonces, Washington ha ensanchado en varias ocasiones esa lista, en la que está incluso el presidente Nicolás Maduro, con altos funcionarios del Gobierno venezolano.
Por si fuere poco, después de la victoria de Maduro en la elección de la Asamblea Constituyente de Venezuela en julio de 2017, EEUU aplicó una oleada de sanciones contra el país caribeño.
El mandatario norteamericano dijo que no descartaba incluso una "opción militar" para Venezuela y anunció la introducción de sanciones financieras contra Caracas. A finales del pasado septiembre, firmó otro decreto que limitaba la entrada de algunos funcionarios venezolanos al territorio estadounidense.
"Que un país imponga sanciones contra los mandatarios de otro es un comportamiento raro y poco habitual en las relaciones internacionales", explica Xu Shicheng.
Para el investigador, el verdadero propósito de Trump al imponer sanciones contra Venezuela es derrocar al Gobierno de izquierda de Maduro apoyando a la oposición. La mano dura contra Cuba y Venezuela, comenta, demuestra que el Gobierno de Trump está reajustando su política hacia América Latina con una mayor presión y una intensificación de sus esfuerzos para intervenir en aquellos países gobernados por la izquierda.
"Es posible que las relaciones de Estados Unidos con Cuba, Venezuela y América Latina en su conjunto se atoren e incluso retrocedan, con la posible llegada de nuevas contradicciones y conflictos", vaticina Xu.