Mientras George W. Bush tiene una seguidilla de entrevistas con los medios para promover su nuevo libro, Decision Points, algunos -incluso su némesis, la estrella del hip-hop Kanye West- han comenzado a silenciar sus críticas sobre su presidencia. Esto no es nada nuevo; a medida que pasa el tiempo y sanan viejas heridas, la opinión sobre los ex presidentes de la nación -sin importar cuán malos fueron- parece mejorar. Incluso las presidencias de Richard Nixon y Lyndon Johnson mejoraron con la edad. ¿Mejorará el paso del tiempo el legado de George W. Bush?
Desafortunadamente, esa es una posibilidad. Aunque Bush no puede cambiar su catástrofes internas, como la respuesta federal al huracán Katrina o la horrenda crisis financiera y el rescate de US$700 mil millones para Wall Street, si Irak y Afganistán alcanzan eventualmente una cierta estabilidad, podría ser considerado como el hombre que terminó con los despóticos regímenes de Saddam Hussein y el Talibán.
Pero el díscolo Irak y el corrupto Afganistán pueden muy bien sucumbir a la inestabilidad en el largo plazo, como resultado de que Bush hizo exactamente lo que Osama Bin Laden deseaba que hiciera: reaccionar en exceso a los ataques del 11 de septiembre de 2001, de modo tal que Bin Laden pudiese fortalecer al movimiento islamista radical al conseguir más dinero y reclutas de todas partes del mundo. Después del 11/09, y la invasión de Irak, el terrorismo se disparó a nivel mundial.
Las futuras generaciones también podrían condenar a Bush por llevar a cabo la primera gran expansión de los beneficios sociales desde la Gran Sociedad de Lyndon Johnson. Apelar a las monstruosas nuevas prestaciones y los medicamentos recetados, sobre un sistema de Medicare ya desvencijado, fue terriblemente irresponsable. Por supuesto, los contribuyentes siempre se dejan atraer por los falsos recortes impositivos de los republicanos -de los que Ronald Reagan fue un pionero, imitado por George W. Bush.
Mientras reducía los impuestos, Bush libró dos guerras costosas y tuvo los mayores incrementos en el gasto interno desde la administración Johnson. Las Casas Blancas republicanas rara vez reducen el gasto, lo que torna falsos a los recortes de impuestos, porque los tributos deben más tarde ser aumentados o el dinero tiene que ser tomado prestado (y así la deuda pública suplanta al crédito privado) o impreso (provocando inflación).
Y extrañamente, Barack Obama, aunque apodado un “demócrata liberal”, ha seguido políticas similares a las del “conservador” Bush. Obama acabará extendiendo la mayor parte o la totalidad de las falsas reducciones de impuestos de Bush, porque también ha gastado como un marinero borracho.
Aunque Bush comenzó con el estímulo, Obama realmente abrió el grifo de los US$787 mil millones. Bush rescató a los bancos, socializó la compañía de seguros AIG y terminó la socialización de los gigantes hipotecarios Freddie Mac y Fannie Mae, pero Obama socializó las empresas automotrices. Y mientras que Bush incrementó enormemente los gastos otorgando un nuevo beneficio gubernamental de medicamentos recetados, Obama instaló una costosa y burocrática “reforma” sanitaria. Finalmente, Bush aumentó la intromisión federal en la educación, mientras que Obama continuó esta tendencia con su programa “Race to the Top” (“Carrera a la Cima”).
Ninguno de los dos presidentes se destacó por su manera de lidiar con los desastres naturales (el huracán Katrina para Bush) o artificiales (el derrame de petróleo de BP para Obama).
Obama ha reducido la tortura de los detenidos de Bush, pero aún tolera algún vacío legal a favor de la CIA; en materia de libertades civiles Obama es ligeramente mejor que Bush, pero no mucho, debido a que ha continuado con la mayoría de las políticas inconstitucionales de la administración Bush.
Una de las pocas diferencias importantes entre las políticas de las administraciones de Bush y Obama se da en el ámbito de la política exterior. Obama ha venido retirando a las tropas de Irak, mientras que las duplicó en Afganistán y recibió elogios de George W. Bush por hacerlo. Sin embargo, este cambio se ha traducido en una reducción de las fuerzas estadounidenses en situación de peligro cercana a los 100.000 efectivos. En general, Obama ha asustado menos al resto del mundo con su política exterior -negociando un acuerdo de limitación de armas estratégicas con Rusia, reduciendo los planes de la defensa antimisiles de los EE.UU. en Europa, mejorando las relaciones ruso-estadounidenses, y negociando más seriamente con Irán y Corea del Norte (aunque al final, Obama podría tener que aceptar que ambos países posean armas nucleares y confiar en el enorme arsenal nuclear estadounidense para disuadir a estas pequeñas naciones).
En este momento, tanto Bush como Obama han tenido presidencias patéticas, pero Obama tiene una ligera ventaja, facilitada por una política exterior en general levemente menos beligerante. Y como hicieron cuando Bill Clinton era presidente, los halcones republicanos del presupuesto recientemente elegidos podrían hacer en verdad que Obama restringa el gasto federal, revirtiendo de esta forma su curso actual de despilfarro, reduciendo el enorme déficit, y mejorando su baja posición actual. Sin embargo, los republicanos, que suelen ser más responsables fiscalmente, cuando no controlan la Casa Blanca, probablemente puedan hacer bastante para pulir el legado de Obama en general.
Por otra parte, dado que Irak y Afganistán es probable que estén inestables durante años, si no décadas, la posición de George W. Bush probablemente tampoco mejorará mucho.
*Esta columna fue publicada originalmente en The Independent Institute.