Para nadie es un secreto que Gustavo Petro era el dirigente con más proyección para la izquierda colombiana, de cara a las presidenciales de 2018. La lucha hoy es por la restitución de sus derechos políticos.
Una premisa que siempre se ha aplicado en Colombia y se podría decir que en todos los países de Latinoamérica es que los cadáveres políticos no existen. Se refiere al hecho de que muchos dirigentes que han perdido una y otra vez en las urnas o que han sido sancionados o han cargado sobre sus espaldas sendas investigaciones por una u otra razón, vuelven y se levantan de sus ruinas para mantener sus espacios de poder, bien sea influenciando desde afuera o participando activamente en el quehacer nacional. O incluso, haciéndose contar una vez más en unas elecciones.
Por eso, en el caso del destituido alcalde de Bogotá Gustavo Petro, aunque hay quienes dicen que los 15 años de inhabilidad que le aplicó la Procuraduría significa su muerte política, eso es algo que aún está por verse. Sobre todo porque ya demostró que está dispuesto a dar la pelea y que no va a dejarse sacar del juego tan fácilmente. Es cierto que por ahora está por fuera de la Alcaldía, pero es claro que su lucha se concentrará en recuperar sus derechos políticos, para lo cual tiene tres instancias para acudir: el Consejo de Estado, la Corte Constitucional y la misma Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Pero más allá de esa nueva batalla que ahora emprende el ex alcalde bogotano, lo que se ve hoy en el escenario nacional es un dilema adicional para la izquierda democrática, como fuerza política y como corriente ideológica. Es lo que tiene que ver con esos liderazgos que se han venido perdiendo en los últimos años y que le han significado retroceder en lo ganado con los éxitos de Luis Eduardo Garzón en la misma Alcaldía de La Capital o la presencia de Carlos Gaviria Díaz en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2006, por encima de conservadores y liberales.
Es decir, con 1’331.267 votos obtenidos en las elecciones a Presidencia de la República en 2010 y su triunfo después en la Alcaldía, sin duda alguna Gustavo Petro representaba esa figura promisoria de cara al futuro, así sus diferencias con el Polo Democrático y otros movimientos afines se hubiesen acentuado en los últimos meses. Por eso, bien vale la pena plantear la pregunta: ¿Qué le queda hoy a la izquierda colombiana en cuanto a personajes con perfil de presidenciable?
En una primera línea habría que mencionar a Clara López, la actual candidata presidencial del Polo, a quien sin embargo no le va bien en las encuestas. Está Jorge Robledo, senador de la misma colectividad y quien acaba de sacar la votación más alta en el país en los pasados comicios del 9 de marzo, y también Iván Cepeda, líder del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Agentes del Estado, quien pasó de la Cámara de Representantes al Senado. Y se podría incluir a Aída Avella, dirigente de la Unión Patriótica (UP), quien regresó al país después de 17 años en el exilio y precisamente es la fórmula vicepresidencial de Clara López.
¿Y Antonio Navarro? Preguntarán algunos, teniendo en cuenta que ya fue candidato presidencial y ha sido una figura con reconocimiento nacional. Pero si bien logró una curul en el Senado para el cuatrienio 2014-2018, no llenó las expectativas en cuanto a la votación alcanzada. Claro, existen muchos dirigentes regionales que han hecho un trabajo importante desde el mismo Legislativo --caso Germán Navas, Alexander López o Gloria Stella Ramírez--. Y otros que apenas emergen como Inti Asprilla, Alirio Uribe e incluso Juan Luis Castro, el hijo de Piedad Córdoba, por cierto, otra de las figuras de la izquierda que se quedó por fuera del juego también por una sanción de la Procuraduría, como sucedió con Petro. Y seguramente existen dirigentes sindicales, campesinos o de otros sectores con buenos perfiles, pero que todavía están muy crudos pensando en el tema de este artículo: una disputa presidencial.
En un análisis de Gustavo Wallace para BBC Mundo, se plantea que definitivamente deben ser los mismos actores de izquierda los que se saquen su propia conclusión y actúen en consecuencia. Otros analistas sugieren que la lucha de la izquierda democrática es un imposible mientras exista una izquierda alzada en armas, como las Farc y el Eln. Si a eso se suma que todos los intentos de unidad se han visto truncados por disputas internas de poder y diferencias personales, se ve que el panorama es por ahora oscuro.
Las señales dan para ser pesimistas: en las pasadas elecciones, el Polo perdió representación en el Congreso y no se puede olvidar que la historia de la izquierda colombiana ha estado marcada por la violencia, a menudo ejercida de manera brutal en contra de sus miembros. Pero la realidad hoy es que ese líder que era Petro, que se proyectaba como un candidato fuerte de cara a las presidenciales de 2018 no está, aunque también es cierto que aún no se ha dicho la última palabra y que la lucha por el restablecimiento der sus derechos políticos apenas comienza.