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"Que más gente use marihuana no es el problema"
Lunes, Agosto 20, 2012 - 17:56

Ethan Nadelmann, director de Drug Policy, dice que las iniciativas de Bogotá y Uruguay son los primeros pasos para quitarles el mercado a los narcotraficantes.

Cuando empezó a hablar de legalización en los 80, a la gente le parecía imposible que la iniciativa progresara. Ahora se ha vuelto una idea respetada en el mundo y surgen cada vez más alternativas para la fallida guerra armada contra el narcotráfico. Ese es el primer logro en la carrera de Ethan Nadelmann. Otro es el surgimiento de programas de reducción de daños, es decir, “que aceptemos que las drogas están aquí para quedarse y nos enfoquemos en reducir el sida, la hepatitis C, la sobredosis, el crimen..., en 1980 se pensaba que eso sólo era posible en Holanda y ahora es casi una política internacional oficial”, dice. Un logro adicional es la transformación de la opinión pública con respecto a legalizar la marihuana, reacción que fue más rápida que debatir al matrimonio homosexual.

El director de Drug Policy, la organización líder en EE.UU. que promueve alternativas en la guerra contra las drogas, habla para El Espectador sobre el surgimiento de iniciativas en Latinoamérica.

El gobierno uruguayo acaba de presentar una propuesta al Congreso para monopolizar todos los aspectos del mercado de cannabis en el país...

Se necesitaba que un país latinoamericano se atreviera a hacer lo que los europeos han hecho. Los holandeses lideraron este camino a finales de los 70, con la legalización y regularización del cannabis, y luego con las primeras fases de programas de reducción de daños. A finales de los 80 y principios de los 90 los suizos tomaron la iniciativa al hacer programas de mantenimiento de heroína, prescribiendo heroína farmacéutica a drogadictos y creando centros para ofrecer inyecciones seguras. Hace alrededor de una década los portugueses pensaron en la decriminalización total de la posesión de drogas. En los tres casos los resultados fueron muy significativos y la propuesta de Mujica está dentro de esta corriente.

-¿Qué impactos tendrá el proyecto en el consumo de marihuana y otras drogas?

-Que más gente use marihuana no es un problema. El problema es que más gente abuse de ella y pase a drogas más dañinas. El único riesgo real es el crecimiento del consumo problemático, pero hay que ver la lección de los holandeses: en la mayoría de países, quienes venden marihuana también venden cocaína, éxtasis, metanfetaminas... En Holanda los que venden marihuana están separados del resto; eso tiene un impacto positivo al reducir la posibilidad de que la gente se mueva hacia drogas más duras.

-El Estado no le venderá marihuana a menores de 18 años. ¿Es posible que el mercado negro se concentre en ellos?

-El grupo que está en menos riesgo de aumentar el consumo es el de los jóvenes, porque ya tienen un gran acceso a esta droga: casi todos los que están entre los 16 y 17 años y tienen interés en el cannabis, saben dónde conseguirlo. El incremento se puede dar en gente de 30 años en adelante, porque no tienen un acceso tan fácil y entonces podrían disfrutar de la marihuana, utilizarla para aliviar dolores, la artritis, por ejemplo, o como alternativa para drogas farmacéuticas.

-¿A qué está apuntando la región para regular otras drogas como la cocaína, la heroína, las metanfetaminas...?

-Es muy poco probable que vayamos a ver la legalización de esas drogas... hay un mínimo apoyo público a estas iniciativas. Hay tres cosas a las que se está apuntando: la regulación legal del cannabis, para tratarlo más o menos como al alcohol o quizá como al tabaco. La segunda es la postura de los portugueses: descriminalizar la posesión de pequeñas cantidades de drogas, lo cual ha sido muy exitoso. La tercera, que es la más radical, es hacer lo que los europeos han hecho con programas de mantenimiento de heroína. Consiste en establecer clínicas para adictos que no están dispuestos a dejar la droga; allí pueden obtener heroína farmacéutica y otros servicios. Estas experiencias han sido muy exitosas para reducir la enfermedad, la muerte, el crimen, el arresto, sin inducir a la adicción.

-¿Cómo aplicar esos modelos en Latinoamérica?

-Ese es el reto. El objetivo básico es entender que para quienes están absolutamente decididos a obtener su droga es mejor, así como lo es para la sociedad, que la adquieran de una fuente legal. Si puedes llevar la oferta a esa minoría de adictos problemáticos, quizás las demás personas que la consumen como recreación todavía tengan que ir al mercado negro, pero en todo caso se estaría reduciendo el tamaño de ese mercado en un 50% o 70%. No es una política fácil, no se ha llevado a cabo, es riesgosa porque se debe controlar que los adictos que obtengan la droga no la vendan luego, pero finalmente es para allá hacia donde nos dirigimos.

-Cuando los gobiernos apliquen estos proyectos, ¿una posible respuesta de carteles poderosos como los mexicanos podría generar más violencia?

-Los narcotraficantes no pueden competir con compañías legales que pagan impuestos y tienen leyes para defender sus productos. La ventaja competitiva de los narcos es el empleo de la intimidación, la violencia y la corrupción, no la calidad de producción y distribución del mercado. Probablemente traten de tomarse la parte de distribución del negocio a nivel local, pero el grueso del dinero está en la distribución a gran escala y venta al por menor, que son las partes que un gobierno puede manejar más efectivamente. Las organizaciones criminales ya se están diversificando, pero no hay negocio más rentable que el de las drogas.

-¿Cómo abrir mercados de drogas diferentes a la marihuana?

-Las sodas que en Bolivia tienen algo de coca no son más adictivas que la Coca-Cola. La Coca-Cola tuvo cocaína hasta 1900, y hasta donde sabemos no había un problema masivo de adicción a la bebida. Uno de nuestros lemas es “vuelvan a poner coca en la Coca-Cola”. Cualquier substancia que es menos peligrosa o no tan peligrosa como el alcohol o el tabaco debe al menos considerarse candidata para la regulación legal. Muchos estudios científicos demuestran que la mayoría de drogas ilegales no son más peligrosas que el alcohol y el tabaco.

-Bolivia ha hecho una crítica respecto a la prohibición de la coca...

-Bolivia ha sido atrevida al decir algo que es cierto: que la criminalización y prohibición de la coca en la Convención Única de Naciones Unidas no está basada en la ciencia , ni en la salud pública, sino en prejuicios raciales contra los indígenas. Demostrar que si no se puede reformar la convención, nadie la va a respetar, es una movida atrevida de su parte.

-¿Cómo ve la propuesta de hacer centros de consumo hecha por el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro?

-Está muy relacionada con la tradición europea y canadiense y es lo que se necesita implementar, quizás primero como un proyecto investigativo. Así empezaron los programas de mantenimiento de heroína y los centros para inyecciones seguras en Europa: el gobierno dio permiso a las universidades y otras instituciones para que empezaran a desarrollarlo y para experimentar con 500 personas y medir el impacto. Cuando fue evidente su efectividad para reducir el crimen y ayudar a adictos, la investigación se transformó en una política del gobierno. No hay razón para pensar que sólo va a funcionar en Europa.

El avance individual es la clave. Para Ethan Nadelmann, director de Drug Policy, aunque las organizaciones criminales operan de manera transnacional, antes de formular políticas regionales para combatir el narcotráfico se necesita experimentación de diversas alternativas en diferentes países. Nadelmann pone el ejemplo de EE.UU.: mientras el gobierno federal mantenía firme su prohibición a la marihuana medicinal, él empezaba a promoverla en distintos estados desde 1996. Luego los cambios en los estados empezaron a presionar al gobierno: “ahora tenemos algunos votos en el Congreso, aunque todavía no la mayoría”. Las dificultades para alcanzar un cambio regional radican en que se necesita consenso y siempre habrá alguien en desacuerdo. Esto sucedió con el intento de Otto Pérez, el presidente de Guatemala, quien envió a su vicepresidente a promover la legalización en Centroamérica, al mismo tiempo que la secretaria de Seguridad Nacional de los EE.UU., Janeth Napolitano, iba por la región diciendo lo contrario. Al final la iniciativa de Pérez tuvo éxito, pero aún no hay un consenso. Para Nadelmann, las iniciativas individuales que se plantean en Uruguay y Bogotá son los primeros pasos que se necesitaban para caminar hacia políticas regionales que les arrebaten el mercado de drogas a los narcotraficantes.

Autores

ELESPECTADOR.COM