Los principales aspirantes a suceder a la presidenta de centroizquierda Cristina Fernández han prometido reformas para aliviar las políticas intervencionistas que, según sus oponentes y los inversores, han golpeado la economía doméstica.
En el acaudalado barrio de Recoleta en la capital de Argentina, donde construcciones de lujo del siglo XIX recuerdan a una vieja era de prosperidad, los votantes de clase media son escépticos respecto de que los comicios presidenciales del domingo deriven en mejoras económicas.
"Siempre tenemos esperanza de que las cosas cambien para mejor, pero cada vez ha ido para peor. Esto era un país rico", dijo Lucila Novillo, de 53 años, a quien le ha costado sostener su negocio de diseño de interiores en los últimos cuatro años, ante severos controles de capitales que paralizaron al mercado inmobiliario.
Los principales aspirantes a suceder a la presidenta de centroizquierda Cristina Fernández han prometido reformas para aliviar las políticas intervencionistas que, según sus oponentes y los inversores, han golpeado la economía doméstica.
Pero quien lidera las encuestas es el candidato del oficialismo, Daniel Scioli, que cuenta con el apoyo de Fernández y tiene el amplio respaldo de los argentinos más pobres, que se benefician de los subsidios que la gestión actual ha expandido. Scioli es la opción que ofrece el menor cambio, y el más lento.
Muchos electores de clase media como Novillo, que votará por el opositor Mauricio Macri, temen que los problemas de Argentina estén demasiado arraigados como para que cualquier presidente pueda arreglarlos y que persistirán sin importar quien gane.
"Las raíces de la corrupción han llegado a todos los rincones del país", dijo Novillo.
La mayoría de los miembros del gabinete del Gobierno tienen acusaciones de corrupción, la Justicia está investigando un posible complot para lavar dinero en un hotel que pertenece a la familia de Fernández, y el vicepresidente del país está siendo enjuiciado por irregularidades en la función pública.
Muchos argentinos se quejan de que el sistema judicial de Argentina en reiteradas ocasiones no logra aclarar casos como estos, lo que fomenta la falta de confianza en las instituciones de la tercera economía de América Latina.
¿CULPA DEL PERONISMO?
Los residentes de clase media y alta de Recoleta evocan con nostalgia lo que consideran la época dorada de Argentina, cuando Buenos Aires era conocida como la "París de Sudamérica", y se quejan del debilitamiento económico y del incremento del delito.
Muchos adjudican ese deterioro al peronismo, el fragmentado movimiento populista que ha dominado la escena política argentina desde la primera presidencia de Juan Perón en la década de 1940. Su figura alcanzó la condición de héroe por su fuerte nacionalismo y su defensa de los derechos de los obreros.
"Hemos venido cayendo en picada durante 70 años, desde Perón", dijo Eduardo Jesús Zimmermann, un ejecutivo bancario retirado de 84 años que se dirigía a una reunión de dueños de tierras rurales.
Pero el peronismo sigue siendo la fuerza política más potente de Argentina y los partidos peronistas han ganado nueve de las once elecciones presidenciales en las que participaron. Y ahora, con Scioli, parece encaminado a sumar otra victoria.
Zimmermann dijo que las estructuras de poder del peronismo -como su control de los sindicatos y en el Congreso- harían difícil que su candidato preferido, el pro-mercado Macri, pudiera realizar las reformas necesarias si ganara la presidencia.
Macri ha enfocado su campaña en una plataforma de cambio, con la promesa de desmantelar los controles de capital y las restricciones al comercio exterior desde su primer día en el sillón presidencial, en función de ganar la confianza inversora y traer dólares para reactivar la economía, que está estancada.
Pero mientras sus promesas son populares entre la clase media urbana, los votantes en barrios de más bajos ingresos temen que en caso de ganar recortará los abundantes beneficios sociales otorgados por Fernández.
Esos vecindarios, muchas veces densamente poblados, son el mayor bastión del partido gobernante y podrían darle a Scioli una victoria sin la necesidad de un balotaje en noviembre.
Los sondeos ubican a Scioli rondando la barrera del 40 por ciento que necesita para vencer en la primera vuelta, siempre y cuando mantenga una distancia de al menos 10 puntos porcentuales sobre Macri, lo cual es muy probable.
"Yo creo que seguiremos por el mismo camino que veníamos y que de esa forma no va a haber un cambio, cada vez va a haber más pobreza y la clase media se va para abajo", dijo Delfina Raffo, de 30 años, que este año debió cerrar su boutique de moda por los altos impuestos y el freno de la economía local.