Represión, aislamiento internacional, negativa a convocar elecciones y amenazas... El gobierno de Nicolás Maduro sigue un libreto autoritario.
Si una cosa tenía clara el presidente Hugo Chávez era que el proyecto bolivariano pasaba necesariamente por la comunidad internacional. Ganar apoyos (él lo hizo con la petrodiplomacia) era necesario para la supervivencia de la Revolución. Y eso jugó a la hora de elegir a su sucesor: escogió a Nicolás Maduro porque (según se dice en el chavismo) era el único de su círculo que tenía un perfil internacional. Otra equivocación.
Hoy, el gobierno de su heredero político se aisla internacionalmente. No sólo ataca a gobiernos que cuestionan su proceder, sino que se retira de organismos multilaterales, como la Organización de Estados Americanos (OEA).
“El día de hoy (jueves), tal como ha instruido el presidente Nicolás Maduro, presentaremos la carta de denuncia a la OEA e iniciaremos un procedimiento que tarda 24 meses”, anunció la canciller venezolana, Delcy Rodríguez.
¿Qué pasa con su salida? “En realidad nada”, explica Ronal Rodríguez, experto en Venezuela de la Universidad del Rosario. “A la OEA se la ha cuestionado en los últimos años porque es una organización que no tiene dientes para enfrentar situaciones como la que hoy viven los venezolanos”.
La proclamación de la Carta Democrática, en 2001, algo ayudó. Esta herramienta fijó mecanismos para identificar una ruptura del orden democrático en un país y creó otros para intervenir y promover la normalización de la institucionalidad democrática.
Pero Maduro, dicen, se adelantó a amenazar con su salida antes de la aplicación de la Carta. “El régimen prefiere salirse antes de que se evidencie en el seno de la OEA que el respaldo del que gozó por años ha mermado ostensiblemente”, agrega Rodríguez.
José Ignacio Hernández, experto en derecho constitucional venezolano, señala que la salida sería inconstitucional y no tendría efectos inmediatos, pues, “según la Carta de la OEA, la denuncia de ese tratado sólo surte efecto a los dos años, con lo cual Venezuela quedaría obligada por la Carta Democrática Interamericana durante ese lapso”.
Diecinueve países pidieron una sesión extraordinaria del Consejo Permanente (la cuarta sobre Venezuela en un mes) para convocar una reunión de cancilleres que evalúen la grave crisis de Venezuela. Algo que molestó profundamente al chavismo, que los acusó de injerencistas y golpistas y amenazó con su retiro.
Cumplió la amenaza. “Venezuela no participará en lo sucesivo de ninguna actividad, de ningún evento, donde se pretenda posicionar el intervencionismo y el injerencismo”, agregó Rodríguez, quien calificó a los 19 países que votaron a favor de la reunión como “cipayos (serviles) genuflexos”.
La Cancillería ecuatoriana emitió un comunicado en el que llama a las “instituciones y actores internacionales a respetar el derecho internacional y la soberanía de Venezuela” y “a no fomentar intentos de desestabilización ni promover actos de injerencia”. Se refiere a voces radicales de la oposición que han sugerido salidas más extremas. Maduro asegura que “la derecha venezolana hace terrorismo para provocar un caos y propiciar una intervención extranjera”.
“Maduro no tiene el apoyo que tenía Chávez, eso es claro. Pero además termina dándole juego a una oposición que quedó sin respaldo desde 2002, por cuenta de la intentona golpista contra Chávez”, explica Rodríguez.
Colombia y su cambio de posición. La prensa venezolana señala que la clave de todo está en Colombia y su cambio de posición. “Maduro creía que Colombia debía ser su aliado irrestricto y se iba a tragar todos los sapos por cuenta del apoyo al proceso de paz. Pero, independientemente de esa ayuda (que el Gobierno le ha agradecido ampliamente), eso no significa que el país deba militar a favor de uno u otro sector”, añade el analista.
A petición del gobierno venezolano, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) convocó a una reunión extraordinaria el 2 de mayo, “para tratar la intentona golpista”.
Profesores venezolanos aclaran que la comunidad internacional puede presionar para que cese la represión, se reabra el diálogo y se contemple una salida electoral, sin promover salidas de hecho.
Tras cinco semanas de marchas, 27 muertos, 437 heridos y 1.389 detenidos (65 permanecen privados de su libertad), de acuerdo con cifras de la Fiscalía, no hay una solución clara.
Ningún pedido de la oposición (que aunque sigue marchando no ha ganado la fuerza suficiente para presionar a Maduro, que también tiene millones de seguidores) ha sido siquiera contemplado por el Gobierno: la publicación de un cronograma electoral, el respeto a las funciones de la Asamblea Nacional, la apertura de un canal humanitario y la liberación de los presos políticos.
Con el retiro de la OEA queda claro que Maduro ignora la historia venezolana en este organismo. Fue el presidente Rómulo Betancourt quien trabajó por la expulsión de Cuba y República Dominicana cuando Fidel Castro y Leonidas Trujillo atacaban la democracia. Paradójicamente, Venezuela es el país que más ha luchado por la democracia en la región y es hoy el que la amenaza.