“Venezuela va en camino a ser un Estado frágil”, opina especialista europea consultada por DW. En esta situación, ¿puede hacer la UE más que reprender o exhortar al diálogo? ¿Cómo ha actuado en otras ocasiones?
En la próxima sesión plenaria del Parlamento Europeo (Estrasburgo, 6-9 de junio) se aprobará una resolución, no vinculante, expresando la preocupación europea por la situación económica y social de Venezuela, pidiendo el diálogo entre la Asamblea y el gobierno de Nicolás Maduro, la liberación de los presos políticos y, también, resaltando la necesidad de ayuda humanitaria para el país petrolero.
Sobre Venezuela, en cinco ocasiones en el último año se ha pronunciado el Servicio Europeo de Acción Exterior, en voz de Federica Mogherini, la Alta Representante para la Política Exterior y Seguridad de la Unión Europea. El Parlamento Europeo, tres.
También nominó a la oposición venezolana y a los presos políticos para recibir su galardón a la libertad de pensamiento, el premio Sájarov. En el Consejo Europeo –compuesto por los 28 jefes de Estado y de Gobierno- se incluyó una vez en la agenda. En conjunto, esto es más de la media de lo que suele estar presente un país de América Latina en los diferentes escenarios de las instituciones de la Unión Europea.
“Es uno de los pocos países latinoamericanos que ahora está en el punto de mira internacional. Va en camino a ser un Estado frágil. Es una situación bastante explosiva. El debilitamiento institucional se veía venir. Quizás debieron haber creado puentes políticos antes”, dice a DW Susanne Gratius, politóloga alemana, especialista en relaciones UE-América Latina.
Ahora, en una situación económica apremiante, con una generalizada escasez y un disenso político agudo, ¿puede la UE hacer algo más que declaraciones condenatorias o exhortaciones al diálogo?
¿Se puede hacer más?. “La Unión Europea de por sí no es un actor único y pocas veces se ha dado una política común. Venezuela no es un país estratégicamente importante para la UE, que tiene allí un peso muy limitado”, responde Gratius, docente de la Universidad Autónoma de Madrid.
Aunque en Venezuela, en 1977, se abrió la primera oficina de representación de la UE en América Latina, la presencia europea se ha ido desvaneciendo. Las relaciones primero se contextualizaron en la Comunidad Andina, a la que Venezuela dejó de pertenecer en 2005. Ahora, en proceso de integración al Mercosur, las vías de comunicación no están muy definidas.
Aparte de ello, “no es un país prioritario de cooperación, que es el ámbito donde la UE tiene su fortaleza. Además, debido a Estados Unidos, hay una política de bajo perfil. Es un tema complicado. Aunque hay intereses petroleros -de Francia, Reino Unido y, sobre todo, de España- para el conjunto de los 28 países tiene poco interés estratégico”, agrega.
¿Como con Cuba?. “El caso de Cuba, con la posición común adoptada en 1996, era diferente. Tuvo más que ver con la Ley Helms-Burton, con la ola de represión y la necesidad de reaccionar. Es un régimen político más autoritario. En el caso de Venezuela es más difícil decir eso. Además, España por la cercanía hacia su última colonia se sentía más impelida a reaccionar. También estaba el factor Estados Unidos, y había que mostrarle `nosotros también hacemos algo para condenar las violaciones a los derechos humanos´”, explica Gratius. También hay que recordar que Cuba recibía importantes fondos de cooperación de la UE.
“Por ello algunos pensaron que condicionar toda relación a avances en derechos humanos podía tener utilidad. Vimos que no. Fue contraproducente”, puntualiza.
¿Con Honduras?. ¿Y Honduras que en 2009 fue suspendida de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio? “Era un caso muy claro de ruptura de la legalidad democrática: sacaron al presidente y lo echaron fuera de la frontera”, responde a DW por su parte Anna Ayuso, investigadora senior del think tank europeo CIDOB. En ese momento, la UE –principal donante de ayuda al desarrollo en América Central, exceptuando Costa Rica- condicionó su participación en el acuerdo a nuevas elecciones, observadas internacionalmente.
“Aunque hay países que estarían más proclives a tomar medidas–como Alemania o Polonia-, Francia justo está intentando acercarse a América Latina y no tiene ganas de exponerse. Por ello, a menos que haya graves rupturas democráticas –como sacar el Ejército a las calles- no creo que haya unanimidad en el Consejo para, por ejemplo, decidir sanciones”, prevé Ayuso. En tal caso, las sanciones serían comerciales.
¿Rupturas diplomáticas? “No lo creo”, responde Ayuso, “aparte de llamar a consulta a los embajadores, creo que actualmente la UE prefiere tener abiertas vías aunque sea para dialogar con la oposición. Y hacer seguimiento dentro del país”. En esa medida, se entiende que en el último debate en el Parlamento Europeo –que será la base de la próxima resolución- Federica Mogherini ofreciera la ayuda europea “para lo que necesite, y quiera, Venezuela”.