Perú mantiene su apoyo a Bolivia en la histórica lucha por una salida al mar. Por primera vez dijo que le permitiría acceder al océano Pacífico por el norte de Chile, a través de territorios que perdió en una guerra hace más de un siglo y que ahora están bajo control chileno. Aquí están los pro y los contra del conflicto.
En octubre del pasado año se firmaba la ampliación de otros noventa y nueve años de las concesiones de Perú a Bolivia para que ésta desarrolle una zona de libre comercio a lo largo de unos cinco kilómetros de la costa marítima.
La ampliación de esta concesión conlleva muchas más cosas de las que se ven a simple vista. Esto resultó evidente cuando el presidente peruano Alan García sorprendió a muchos observadores declarando que no ponía ninguna objeción a que el país vecino tuviese derechos soberanos en una parte de la costa marítima chilena que previamente había pertenecido a Perú.
Para muchos las declaración de García eran más relevantes que la propia ampliación de la concesión, donde incluso se incorporaba una nueva clausula permitiendo a Bolivia gestionar una academia naval cerca del puerto Ilo, el más meridional de Perú, y que los barcos realizasen maniobras en aguas peruanas (en la actualidad la marina boliviana opera únicamente en el lago Tititaca), en la frontera que comparte con Perú. De hecho, desde sus orígenes en 1992, hace casi veinte años, la concesión para crear una zona de libre comercio –aún por desarrollar-, no ha sido merecedora de grandes titulares.
Sin embargo, la buena disposición de García a permitir que Bolivia establezca un corredor hasta el Pacífico a través de territorios que Perú perdió en una guerra de hace más de un siglo es un acontecimiento destacable ya que, tal y como señalan muchos observadores, ningún presidente peruano había antes concedido semejante permiso. Perú ahora tiene el derecho de vetar cualquier acuerdo que otorgue dicho acceso gracias a una clausula incluida en un tratado de 1904 entre Chile y Bolivia. Desde entonces, Perú, de forma regular, ha hecho uso de dicha clausula o amenazado con hacerlo.
Perú siempre ha considerado dicho permiso como una renuncia a un territorio perdido en una guerra del siglo XIX, la Guerra del Pacífico, en la que Bolivia también perdió territorio costero, explica Lupe Andrade, consultora política en La Paz, Bolivia, y ex alcalde de la capital. "Ningún presidente peruano se había atrevido a decir que permitiría a Bolivia acceder al mar en el norte de Chile porque de hecho habría significado renunciar a recuperar dos provincias denominadas Las Cautivas", dice Andrade. No obstante, sería la ruta más lógica para dicho corredor, desde Bolivia hasta la ciudad portuaria chilena de Arica o sus alrededores, zona que en su momento formó parte de Perú.
Éste es el motivo por el que Andrade considera que el acuerdo de zona de libre comercio que García renovaba en octubre con el presidente boliviano Evo Morales no era tan relevante. Asimismo Andrade señala que Bolivia nunca ha aprovechado dicho acuerdo por diversos motivos.
"En varias ocasiones, cuando Bolivia estaba en un punto muerto con Chile en las negociaciones para acceder al océano, Perú le ha ofrecido alternativas: exportar a través de nuestros puertos”, explica Andrade. "Eso suena tremendamente generoso. Pero el problema es que Ilo… está demasiado lejos, demasiado al norte, y es menos accesible… como para compensar los mayores costes de transporte".
Paul Lira Briceño, economista de la Universidad Pontificia Católica de Lima, señala que el acuerdo de libre comercio es "un gesto político". En su opinión, "en términos económicos no es importante porque Bolivia dispone de una zona de libre comercio en Ilo desde 1992, y ya han pasado dieciocho años y no ha hecho absolutamente nada al respecto".
Una playa, dos puntos de vista. No obstante, las fotos sacadas en Ilo de una mujer indígena boliviana caminando por la orilla de la playa peruana en su tradicional pollera, y la de García y Morales prometiendo sacar adelante el proyecto "Boliviamar" resultaron ser la evidencia de que las relaciones entre estos países han mejorado considerablemente. No hace mucho tiempo solía haber más intercambio de insultos que de cumplidos entre los presidentes, ideológicamente opuestos.
"Las relaciones han sido malas porque los dos líderes tenían puntos de vista muy diferentes sobre como gobernar", dice Andrés Velarde, decano de Finanzas y Gestión de Empresas en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas de Lima. "Si esta iniciativa puede acercar a estos países vecinos, entonces será algo muy positivo".
Para Bolivia la zona de libre comercio supondría tener acceso a lo que algunos expertos cree que será un hub de transporte global futuro. Una de las dos carreteras transcontinentales que se están construyendo desde Brasil a la costa pacífica peruana –y que se finalizará en 2013-, llegará al norte de Ilo, cerca de Nasca. "Las carreteras transcontinentales cambiarán la historia de Perú", afirma Velarde. Es algo a lo que Bolivia debería engancharse.
Mientras, para Perú la llegada de turistas y de comercio desde Bolivia a Ilo favorecería los ambiciosos objetivos políticos de García. Si la zona de libre comercio progresa, parte de los 300 millones de dólares anuales de comercio boliviano que pasa por el puerto chileno de Arica podría entrar por Perú, estimulando y diversificando la economía de esta región meridional.
En la actualidad el puerto de Ilo se encarga principalmente de empresas mineras en una región desértica con poco más que hacer económicamente. "Arica es mucho más competitiva que Ilo, así que este tipo de proyectos, si se ejecutan adecuadamente, podrían estimular el desarrollo del sur de Perú", afirma Velarde.
Y lo que es más importante, Perú podría conseguir el favor de Bolivia en sus disputas territoriales con Chile relacionadas con derechos soberanos de 16.000 kilómetros cuadrados de océano que ahora están bajo el control chileno. Chile sostiene que Perú le cedió dicha área en un acuerdo de 1952. Perú argumenta que el objetivo de ese acuerdo era resolver problemas pesqueros, no fronterizos. En 2007 Perú publicaba un nuevo mapa oficial donde redibujaba las fronteras marítimas e incluía la zona disputada bajo su bandera, algo que originó una protesta diplomática en Chile. Ahora el caso está en el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya.
"Mucha gente cree que el acuerdo de Perú con Bolivia es simplemente simbólico, ya que la playa a la que tiene acceso no es un puerto, que es lo que Bolivia realmente quiere", explica Richard Webb, director del think tank Instituto del Peru en Lima. "Cualquier relación con Chile es mucho más significativa debido a los sentimientos que aún despiertan la guerra y la disputa sobre la frontera marítima".
Andrade cree que el presidente chileno Sebastián Piñera no se ha mordido la lengua en relación con el tema, mientras que Jaime Ravinet, ministro de defensa de Chile, declaraba vagamente en una visita a España el pasado mes de noviembre que su país estaba "comprometido" a satisfacer las necesidades de acceso al océano de Bolivia. Para Andrade, Morales ha convertido el tema del corredor a través de Chile en una prioridad, empleando todas las herramientas a su disposición, incluyendo amenazas encubiertas para desviar el agua que Chile capta en los Andes bolivianos. "Es una partida de ajedrez", explica.
Batallas fronterizas. En Latinoamérica siguen existiendo otras muchas disputas fronterizas. Aunque ninguna de ellas acabe en conflicto bélico -como la guerra entre Argentina y el Reino Unido sobre las Islas Maldivas en 1982-, están avivando los conflictos regionales y sobre todo dificultando el comercio y la unidad.
La disputa entre Nicaragua y Costa Rica sobre el río San Juan, que separa las dos naciones, es una de las más ásperas. En noviembre, Costa Rica presentaba una queja ante la Organization of American States en Washington D.C. reclamando que Nicaragua estaba ilegalmente dragando el canal y que había emplazado 50 soldados en su territorio. La decisión de La Haya el pasado año confirmando el derecho de Costa Rica de navegar a lo largo del río y el derecho de Nicaragua a regular el tráfico no ha contribuido precisamente a eliminar tensiones.
Mayores consecuencias económicas tiene la disputa de Nicaragua con Colombia sobre dos islas caribeñas, San Andrés y Providencia, y miles de kilómetros cuadrados de suelo oceánico en el Caribe que ha estado bajo control colombiano durante dos siglos. Expertos en legislación internacional están supervisando el caso, que también está en el Tribunal de La Haya, porque se invocan dos principios opuestos en un caso de disputa fronteriza: lo que ha sido acordado en el pasado frente a lo que convenciones modernas consideran una división justa del territorio. En la mayoría de estas disputas están en juego lucrativos derechos de pesca y minerales, algo que no sorprende dado el rápido descenso de las reservas pesqueras y el agudo incremento de los precios del crudo petrolífero, oro, cobre y otros recursos naturales en la última década.
Las peticiones de Bolivia para acceder al Océano Pacífico a través de Chile –tal vez la disputa con mayor carga política-, es la excepción a estos otros casos. Bolivia no busca el control de tierras ricas en recursos o caladeros de pesca. Quiere el derecho soberano a disponer de un corredor terrestre y un puerto marítimo para transportar de un modo más directo y económicamente viable minerales y otros productos comercializables. Hasta 1884 Bolivia disfrutaba de ese acceso. Sus fronteras se extendían hasta el Pacífico e incluían dos puertos, Mejillones y Antofagasta; hasta que Chile redibujó el mapa.
Si Bolivia y Chile llegan a un acuerdo podrían curar una herida abierta en el Cono Sur; desde 1978 las relaciones diplomáticas formales entre estos dos países se han reducido a mínimos.
Morales ha conseguido el apoyo de su aliado, el presidente venezolano Hugo Chávez, que hace unos años hizo famosa una frase que hacía referencia la esperanza de poder nadar un día en una playa boliviana.
Un acuerdo para crear un corredor y puerto boliviano en el Pacífico sería un logro enorme para Morales, el primer líder indígena del país, que en los últimos años ha estado buscando apoyo político tras las violentas protestas surgidas en varias ciudades bolivianas tras haber anunciado importantes incrementos en el precio del petróleo.
Desde que juró su cargo en 2005, Morales ha descrito que el país carezca de puerto como una injusticia histórica que atrofia el crecimiento económico de Bolivia. En parte Morales debe su elección a la sensibilidad política que despierta este tema; su base política fue creada liderando a principios de la década la oposición a un plan para construir un gasoducto que enviase el gas natural de Bolivia a Mejillones –ahora bajo bandera chilena-, para ser allí convertido en gas natural licuado y enviado a compradores extranjeros de la cuenca del Pacífico.
El plan se abandonó después de que Morales y otros opositores avivaran el sentimiento anti-chileno. "Se preguntaban ¿por qué deberíamos hacer esto? Sólo hará a los chilenos más ricos", explica Andrade. Pero una consecuencia desafortunada de la cancelación del proyecto es que los lucrativos mercados asiáticos quedaban fuera del alcance de los ricos depósitos de gas natural del país. Así, un acuerdo para abrir un corredor podría dar nueva vida y, desde el punto de vista de Bolivia, legitimidad a un gasoducto y proyecto de gas natural licuado.
Aunque los líderes chilenos, incluyendo la ex presidente Michelle Bachelet, han expresado su simpatía hacia los problemas de Bolivia y declarado su intención de negociar un acuerdo, Chile aún tiene que hacer concesiones soberanas; no obstante permite que los bolivianos no paguen aranceles sobre los bienes que pasen a través de sus puertos. El deseo manifestado de García de firmar un acuerdo entre Perú y Bolivia podría cambiar el panorama político.
Algunos analistas en Chile creen que hay tantas posibilidades de que el país conceda a Bolivia acceso al Pacífico como que Estados Unidos ofrezca un corredor y puerto a Canadá o México. No obstante, en Santiago las negociaciones para firmar un acuerdo han sido más honestas que nunca. Algunos críticos señalan que semejante acuerdo permitiría a Chile reducir su presupuesto de defensa (3,5%), el segundo en tamaño como porcentaje del producto nacional bruto en Sudamérica tras Colombia (3,7%)
En octubre, el senador chileno Pablo Longuiera proponía un plebiscito nacional sobre el tema, que fue bien recibido por Morales. Poco después Morales declaraba ante el público congregado en la ciudad boliviana de Oruro: "Queremos volver al mar con soberanía porque es muy importante para el comercio internacional y para facilitar las inversiones en nuestro país".