Es difícil medir el impacto porque no hay cifras nacionales de seguimiento de crímenes de naturaleza política. No obstante, el porcentaje de votantes que creen que insultar al adversario político es "a veces correcto" ha subido durante la campaña, según sondeos del centro de estudios Pew Research Center.
Okomo, EE.UU. La letra es burda. Son garabatos pintados con aerosol negro en la acera al frente del bien cuidado hogar de Karen Peters, en un suburbio tranquilo y de clase trabajadora donde ha vivido la mayor parte de su vida. El contenido es, sin embargo, claro.
"Puta KKK" (KKK Bitch).
El grafiti con carga racista apareció a mediados de octubre en autos, casas y postes telefónicos de la pequeña ciudad de Kokomo en Indiana. Muchas víctimas son negras, al igual que Peters, pero otras no. Algunas tienen carteles de candidatos demócratas en su antejardín, que han sido pintados con las conocidas iniciales del Ku Klux Klan.
"Me parece que es algo político. Se está saliendo de control", dijo Peters, quien cree que el acalorado intercambio de la campaña electoral, y especialmente la retórica agresiva y contra la inmigración del candidato republicano Donald Trump, ha envalentonado a los extremistas.
"Cuando (candidatos) hablan con ignorancia, quizás otros piensan que es correcto hacerlo (...) Parece como si el país fuera marcha atrás".
La policía no tiene sospechas de quién está detrás de los ataques. Los demócratas, incluyendo al alcalde y funcionarios locales del partido, creen que la motivación es política. Los republicanos del lugar son escépticos y sugieren que el daño lo causaron fanáticos ignorantes sin relación con el partido.
En todo Estados Unidos, la retórica política enardecida y confrontacional está ganando espacio en el discurso público y polarizando al electorado.
Es difícil medir el impacto porque no hay cifras nacionales de seguimiento de crímenes de naturaleza política.
No obstante, el porcentaje de votantes que creen que insultar al adversario político es "a veces correcto" ha subido durante la campaña, de un 30% a un 43% en octubre, según sondeos del centro de estudios Pew Research Center.
La mayoría de los votantes de ambos partidos tienen una percepción "desfavorable" del otro partido, la primera vez que ocurre desde que Pew comenzó a hacer la pregunta en 1992. Y la desconfianza en el Gobierno está cerca de mínimos históricos.
"Las cifras reflejan una tensión entre grupos que se puede traducir en cualquier cosa, desde palabras rudas y agresiones de bajo impacto hasta actos extremistas", dijo Brian Levin, director del Centro de Estudios del Odio y el Extremismo de la Universidad Estatal de California.
Si bien mucho del veneno se dirige a inmigrantes, negros y otros grupos que típicamente se asocian con la candidata demócrata Hillary Clinton, hay republicanos que han sufrido hostilidad.
Gran parte del debate sobre el extremismo se ha centrado en el llamado Alt-Right, un movimiento descentralizado de nacionalistas, antisemitas y enemigos de la inmigración que salió de los márgenes de la política para alinearse con la campaña de Trump.
Las promesas de Trump de construir un muro en la frontera con México, de deportar a millones de inmigrantes ilegales y de monitorizar los vínculos que puedan tener los musulmanes con terroristas han potenciado a la comunidad Alt-Right.
La retórica ha ayudado a legitimar la preocupación de Alt-Right de que esté mermando la mayoría blanca y cristiana del país, dijo Michael Hill, quien se describe como blanco supremacista, antisemita y xenófobo, y que encabeza la Liga del Sur, un grupo nacionalista cuyo propósito es crear una "tierra independiente de hombre blancos".
"El clima político general que nos rodea en la campaña ha sido muy fructífero, no sólo para nosotros, también para otros grupos de derecha", dijo Hill.
Ni la campaña de Trump ni la de Clinton respondieron a comentarios sobre el asunto.
El extremismo se convierte en corriente política. Las posiciones de Trump son consistentes con los objetivos de Alt-Right de frenar la pérdida de espacios de los blancos, dijo Jared Taylor, un nacionalista del sitio web "American Renaissance". Pero los medios están exagerando su apoyo dentro de Alt-Right "en un intento por desacreditarlo", añadió Taylor.
Trump ha sido criticado por los demócratas y también por algunos republicanos por demorarse demasiado en condenar a los elementos más extremos de la derecha política. Sin embargo, cuando un periódico del KKK publicó una historia favorable a Trump en su primera plana, la campaña emitió inmediatamente una declaración rechazando el artículo como "repulsivo".
Taylor, Hill y otros líderes de Alt-Right descartan la noción de que su retórica constituya un discurso de odio, y argumentan que quienes los denigran desde la izquierda representan mucho más una postura de ese tipo.
Los extremistas de izquierda sí tienen una historia de confrontaciones agresivas con personas o con grupos vistos como fascistas o racistas, dijo Heidi Beirich, del Southern Poverty Law Center, una organización que vigila la evolución de movimientos extremistas.
Las garantías para la libertad de expresión consagradas en la Primera Enmienda de la Constitución entregan una protección amplia frente a la retórica incendiaria. Pero los estatutos federales y de los estados asignan a las agencias vinculadas al cumplimiento de la ley la investigación y persecución de los "crímenes de odio" motivados por raza, religión, orientación sexual o por algún tipo de discapacidad.
Investigadores de la Universidad de California detectaron relativamente pocos cambios en los ataques contra la mayor parte de los grupos minoritarios. Pero los crímenes contra los musulmanes subieron un 86%.
Algunos de quienes estudian o trabajan en política creen que ha habido una erosión generalizada de la civilidad que comenzó mucho antes de la actual carrera presidencial.
"La atmósfera es más volátil, hay más tensión", dijo el alcalde de Kokomo Greg Goodnight, un demócrata. "Los ataques en grafiti son profundamente perturbadores. No recuerdo que nada de esto ocurriera aquí antes".