Serra y los otros dos candidatos opositores -Marina Silva, del Partido Verde, y Plinio de Arruda Sampaio, de un pequeño partido socialista- buscaron relacionar a Rousseff con las falencias del gobierno de Lula, desde un sistema de salud venido a menos hasta un crónico déficit de vivienda.
Río de Janeiro. La candidata oficialista a la presidencia de Brasil, Dilma Rousseff, atravesó sin problemas el último debate en televisión antes de la elección del domingo, respaldada por otra encuesta que mostró que tiene el apoyo suficiente para ganar en primera ronda.
Rousseff, ex jefa de gabinete del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, enfrentó pocas amenazas reales de parte de sus tres principales rivales en un debate que transcurrió mayormente sin incidentes en TV Globo, la mayor y más influyente cadena de televisión del país.
A diferencia de otros debates en esta campaña, no se mencionaron los recientes escándalos de corrupción que involucraron al Partido de los Trabajadores de Rousseff.
El rival más cercano a Rousseff en las encuestas, el opositor José Serra del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), mencionó un escándalo por compra de votos en el 2005 que involucró al PT pero mayormente se abstuvo de atacar a la candidata oficialista.
Es más, Rousseff y Serra no se cruzaron directamente en el debate, en el que los cuatro candidatos no lograron demostrar la clase de carisma al que los brasileños se han acostumbrado durante el mandato del popular Lula, que no puede presentarse a un tercer periodo consecutivo.
Serra y los otros dos candidatos opositores -Marina Silva, del Partido Verde, y Plinio de Arruda Sampaio, de un pequeño partido socialista- buscaron relacionar a Rousseff con las falencias del gobierno de Lula, desde un sistema de salud venido a menos hasta un crónico déficit de vivienda.
Silva, que ha subido algunos puntos en las últimas encuestas a expensas de Rousseff, pareció envalentonada de a ratos, desafiando a Serra y su labor mejorando las viviendas de los pobres cuando el candidato fue gobernador del estado de Sao Paulo.
Serra pareció ajustarse a su estrategia de campaña que hasta ahora ha probado ser ineficaz, evitando comentarios que pudieran ser juzgados como agresivos, que sus asesores temen puedan irritar a los votantes brasileños.
Rousseff, por su parte, tuvo cuidado en recordar los logros del gobierno de Lula en cada momento, claramente consciente de las encuestas que muestran que la mayoría de los brasileños quiere una continuidad del oficialismo.
"Mi objetivo es hacer de Brasil un país desarrollado", dijo Rousseff.
Antes del debate, un sondeo de la consultora Datafolha mostró que la funcionaria pública cuenta con el 52% de los votos válidos, descendiendo desde un pico del 57% hace dos semanas pero por encima del 50% que necesita para evitar un balotaje el 31 de octubre.
Serra ha luchado por imponer su mensaje "Brasil puede estar mejor" en medio de la mayor expansión económica del país en tres décadas. Sólo cosechó el 31% de los votos válidos en la última encuesta de Datafolha, retrocediendo desde el 32%.
El debate final ha sido considerado potencialmente importante desde que una pobre presentación de Lula en 1989 volcó las elecciones en favor de su rival Fernando Collor de Mello.
Se trató de la primera de tres elecciones que perdió el ex trabajador metalúrgico antes de ganar en el 2002, año desde el cual Brasil dejó atrás su reputación de país inestable y se convirtió en uno de los mercados emergentes de más rápido crecimiento en el mundo.
Una decisión de la Corte Suprema de Brasil sobre procedimientos de votación podría beneficiar adicionalmente a Rousseff.
El máximo tribunal votó para relajar una regla que obligaba a los votantes a presentar tanto una tarjeta de registro como una cédula de identidad con fotografía en los centros de votación. Ahora los votantes sólo necesitarán la cédula de identidad.
Esto podría beneficiar a los votantes más pobres y menos educados, que a menudo carecen de documentación apropiada y representan una gran proporción de los partidarios de Rousseff.