Considerado más liberal en cuestiones económicas que la presidenta, Daniel Scioli es respaldado con reticencia por la presidenta Cristina Fernández. Eso le asegura un 30% de los votos.
Buenos Aires. El oficialista Daniel Scioli deberá luchar con un fantasma tal vez más poderoso que la oposición si triunfa en las elecciones presidenciales de Argentina: la influencia de la mandataria saliente Cristina Fernández de Kirchner sobre su gestión.
Considerado más liberal en cuestiones económicas que la presidenta, Scioli es respaldado con reticencia por Fernández. Eso le asegura un 30% de los votos, el núcleo duro de seguidores de la mandataria, pero limitaría su margen de maniobra para aplicar todos los cambios que quisiera en la economía con el fin de atraer cruciales inversiones.
Como un equilibrista, Scioli camina al frente de los sondeos a 10 días de las elecciones tratando de conservar el apoyo del kirchnerismo -que teme que abandone su programa de centroizquierda si gana- y de seducir a quienes están cansados del estilo frontal de Fernández y su intervencionismo económico.
Para asegurarse una victoria, Scioli intenta mostrar autonomía respecto de la mandataria, con la que ha tenido cortocircuitos desde que él fue vicepresidente de su marido y antecesor, Néstor Kirchner.
El entonces mandatario lo hizo a un lado cuando lo consideró interlocutor de un grupo empresarial y Fernández ha llegado a ignorar y desairar al estoico Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires, el mayor distrito electoral argentino.
Aunque ella es más popular que cualquiera de los candidatos -en gran medida por el alto nivel de empleo y los planes de asistencia social que ayudaron a millones de argentinos- no puede aspirar a un tercer mandato consecutivo y por eso Scioli es su mejor apuesta para la continuidad, pese a los roces.
Si bien ha intentado despegarse un poco de Fernández durante su campaña, Scioli también ha evitado temas incómodos para la presidenta como el de las cuestionadas estadísticas oficiales y las estancadas negociaciones con acreedores de deuda impaga.
Y casi no ha tocado problemas sensibles como el de los costosos subsidios que sofocan las finanzas y las alicaídas reservas del Banco Central.
"Hay temas sobre los que aún no podemos hablar. No podemos tocar todos los temas", dijo una fuente del equipo de Scioli, que propone un "cambio gradual" para resolver los percances de un país que tiene la economía estancada y una alta inflación.
Scioli, un tenaz ex corredor de motonáutica de familia adinerada, que perdió un brazo en un accidente durante una competencia, es conciliador y tiene un temperamento diferente al de Fernández, dueña de una enérgica retórica que reivindica a los sectores populares y fustiga a los mercados.
Arma de doble filo. Algunos representantes del kirchnerismo sugirieron recientemente que la presidenta podría regresar en cuatro años, y la oposición intentó sembrar la duda sobre si el poder estará en manos de Scioli o de Fernández en caso de que el gobernador gane las elecciones.
"Voy a ejercer en plenitud, como lo hice siempre, todas mis facultades constitucionales", aseguró Scioli a Reuters en respuesta a las dudas, días después de explicar que la presidenta saliente será respetuosa de las instituciones.
Aunque Scioli no es tan carismático como Fernández, y hay dudas de que pueda tener iniciativa propia, eso no parece haberlo afectado en las encuestas. La mayoría lo muestra cerca de ganar en la primera vuelta y evitar un balotaje en el que los opositores Mauricio Macri y Sergio Massa podrían poner en riesgo su victoria.
Como partido dominante de la política argentina, el peronismo alberga desde combativos militantes de centroizquierda hasta simpatizantes del neoliberalismo de la década de 1990.
Muchos miembros del kirchnerismo ven en Scioli a un liberal que podría rever algunas políticas del Gobierno, aún a pesar de que el candidato defiende ante los micrófonos medidas emblemáticas de Fernández como la estatización de la petrolera YPF o los subsidios sociales.
"Hay gente que no cree en Scioli. Y no formará parte de ese Gobierno y se corrió de la campaña", dijo una fuente de un ministerio bajo condición de anonimato.
Si es electo presidente, Scioli deberá apelar a su talento negociador para atraer inversiones, echar a andar la economía y poner los precios a raya con un Congreso lleno de opositores y kirchneristas que, según otra fuente gubernamental, sólo lo seguirían respaldando si impulsa la industrialización del país.
También deberá mostrarse conciliador con decenas de funcionarios designados por Fernández en organismos públicos clave como el Banco Central y hasta con su propio vicepresidente, Carlos Zannini, un miembro del círculo íntimo de la actual mandataria que presidirá el Senado nacional.
Ambiciosa meta. Aunque no dio muchos detalles, Scioli prometió atraer inversiones por US$30.000 millones al año, destinados en parte a la explotación de petróleo y gas no convencional y al sector agropecuario, claves en la tercera economía latinoamericana.
El monto que ambiciona ronda el nivel anual de inversión extranjera directa que recibe México, un país con una economía más de dos veces mayor a la argentina, menos regulada, con más acuerdos de libre comercio y con el triple de población.
Si aspira a eso, varios economistas advierten que Scioli deberá antes cerrar un trato con los fondos de inversión que reclaman en la justicia de Estados Unidos la deuda no cancelada tras una multimillonaria cesación de pagos en el 2002.
El litigio con los fondos conocidos como "buitres" o "holdouts", que obtuvieron el año pasado un fallo favorable en Nueva York, alejó al país de los mercados internacionales de crédito. Pero el Gobierno ha sido rígido a la hora de negociar.
"No haber acordado nos terminó generando mayores problemas", reconoció la semana pasada en Nueva York el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, un cercano colaborador de Scioli, lo que obligó al candidato a relativizar la frase ante el enojo del kirchnerismo.
Más allá de este pleito, todos los especialistas coinciden en que la única manera de que Scioli garantice su continuidad en el poder es resolviendo los problemas que mantienen estancada a Argentina, un país con un fuerte sistema presidencialista.
"Si a Scioli le va bien, a todos nos va bien. Si le va mal, a todos nos va mal", reconoció una de las fuentes del Gobierno. "Cristina volverá en la medida que sea necesario", agregó, en alusión a la posibilidad de que Scioli se desvíe del programa kirchnerista.