La adversidad política y economica que asola al gigante latinoamericano está llevando a políticos, analistas y gente de a pie a pensar lo que se consideraba inimaginable: que la presidenta Dilma Rousseff pueda no llegar al final de su mandato en 2018.
Río de Janeiro. Su predecesor y mentor dice que la presidenta de Brasil se está quedando sin recursos.
El principal partido de oposición dice que está listo para hacerse cargo y el líder de la Cámara baja del Congreso sostiene que debería reconsiderarse el rol y el poder de la presidencia.
Y eso no es usual en la democracia multipartidista de Brasil. Más bien, la política y económica que asola a la mayor economía de América Latina está llevando a políticos, analistas y gente de a pie a pensar en lo que se consideraba inimaginable: que la presidenta Dilma Rousseff, reelegida hace menos de nueve mes, pueda no llegar al final de su mandato en 2018.
"Es una posibilidad real", dijo Carlos Melo, analista político de la escuela de negocios Insper de São Paulo. "Las malas políticas y el estancamiento político están convirtiéndose en algo más apremiante", agregó.
Nadie espera que Rousseff, una ex funcionaria de 68 años que se convirtió en ministra de Energía, renuncie mañana y ella ha dicho en reiteradas oportunidades que no dejará el cargo.
Una impugnación requeriría una prueba, que por ahora no existe, de que ha cometido crímenes u otras faltas, particularmente en lo que se refiere al escándalo por sobornos en la petrolera estatal Petrobras.
Pero la simple idea de inestabilidad política ilustra cuánto ha caído Brasil desde la cúspide que alcanzó hace cinco años. Entonces, cuando Rousseff asumió montada en los hombros de su predecesor, Brasil estaba en alto gracias a un auge de las materias primas y se le consideraba la estrella de las naciones emergentes, con un crecimiento anual de un 7,5% incluso cuando el mundo en desarrollo se frenaba.
Ahora la economía de Brasil probablemente está en recesión, el desempleo sube y la inflación está disparada a cerca del 9%, o el doble de la meta oficial, mermando el poder adquisitivo de la clase trabajadora.
Al mismo tiempo, el escándalo de Petrobras se acerca incómodamente a importantes asesores, un auditor federal podría rechazar pronto las cuentas gubernamentales de 2014 y la aprobación de Rousseff ha caído a un dígito en porcentaje, la más baja de cualquier presidente en el último cuarto de siglo.
Resistencia a Rousseff. Eurasia Group, una consultora política, elevó el martes la probabilidad de que Rousseff deje anticipadamente el cargo a un 30% desde un 20%.
"Existe un riesgo político mayor a lo que nadie esperaba", dijo Neil Shearing, economista senior de Capital Economics en Londres. "(Eso) no es bueno para nadie que esté tratando de hacer inversiones o planes", agregó.
Rousseff ha permanecido firme en medio de las crítica e incluso ante recientes rumores que sugirieron un intento de suicidio, algo que negó rotundamente. "No apuesten a eso", dijo en una entrevista publicada en el diario Folha de S. Paulo.
"No caeré", dijo al diario, calificando los comentarios sobre su salida como "golpistas".
Pero incluso miembros de su Partido de los Trabajadores (PT) se están rebelando.
El grupo izquierdista se opone a sus esfuerzos actuales para imponer medidas de austeridad, consideradas por muchos economistas como indispensables tras un primer período de presupuestos inflados y políticas intervencionistas. Incluso algunos legisladores de su partido votaron por aumentar el gasto público.
El ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, el más destacado dirigente del partido y un posible candidato para 2018, se ha distanciado cada vez más de Rousseff, a quien sacó de la oscuridad para convertirla en la representante del partido cuando se enfrentó a un límite constitucional para seguir postulando a la presidencia.
Recientemente, Lula comparó la situación de Rousseff con las reservas casi vacías de agua de Sao Paulo tras la reciente sequía.
No se suponía que el segundo mandato de Rousseff fuera así.
A pesar de que la economía se estancó poco después de que asumió el poder, Rousseff mantuvo suficiente apoyo entre la clase trabajadora para conseguir la reelección en octubre, con la promesa de ampliar los programas de beneficios sociales, mejorar la educación, la salud y otros servicios precarios.
No obstante, pronto cambió de curso por el deterioro de la economía, buscando maneras de recortar el gasto. No sólo se hicieron pocas nuevas inversiones, sino algunos programas sociales, como el financiamiento a estudiantes, perdieron fondos.
El apoyo en el Congreso también bajó.
Pocos se han envalentonado tanto como el Partido Social Demócrata Brasileño, cuyo líder Aécio Neves fue reelegido al mando la semana pasada, pese a haber sido derrotado por Rousseff en las elecciones de octubre de 2014.
El Gobierno, dijo Neves a periodistas, se encamina a una "interrupción". Su partido, agregó, está listo para Gobernar.