Sobre la situación de derechos humanos en Cuba, el apoyo de Venezuela y los envíos de médicos al extranjero, DW habló con René Gómez Manzano, presidente de la Sociedad Internacional de Derechos Humanos, sección cubana.
-¿Dónde ejerce su profesión de abogado?
-No puedo ejercerla. En Cuba, para ejercer la abogacía se tiene que pertenecer a los bufetes colectivos. Debido a mi postura contestataria frente al régimen cubano fui expulsado y desde 1996 no puedo ejercer mi profesión.
-¿Le prohíbe el gobierno cubano el derecho a ejercer una profesión a los que lo critican?
-Estamos hablando de un régimen totalitario. Por estos días, a una destacada defensora de los presos políticos, Amelia Rodríguez, la acaban de vetar.
-¿A quién tienen que defender los abogados hoy en Cuba?
-La delincuencia común ha crecido. Además han aumentado los llamados “delitos de opinión”. Según Amnistía Internacional, Cuba es el país en Occidente con el mayor número de presos políticos, más de 60. En muchos casos empero, una crítica al régimen es enmascarada como un crimen común.
-Desde que Raúl Castro asumió el poder se ha registrado cierta apertura. ¿No se ha reflejado eso en mayor respeto de los derechos humanos?
-Yo hablaría de “aperturilla”, porque las medidas son muy limitadas. Si bien es cierto que el hecho de que yo pueda estar en Alemania hablando con Deutsche Welle obedece a que el régimen autoriza, ahora, la salida de cubanos al extranjero. Otras personas han tenido que pedir permiso más de 20 veces, yo lo hice tres. El permiso para fundar microempresas es otra medida vergonzante sin resultados palpables en la mejora de la situación de la población.
-¿Puede hablar en Cuba en los mismos términos que habla aquí en Alemania?
-Puedo hablar y me pueden meter preso, como ya lo han hecho en dos ocasiones. Lo que pasa es que yo, y otras personas más, tenemos una postura contestataria al régimen y no nos escondemos para expresarlo. La mayoría de los cubanos está en desacuerdo con el sistema y es natural que tras 50 años la gente esté harta de esté régimen, pero no lo dice.
-¿Por temor a qué?
-A represalias contra ellos mismos y sus familiares. Los pueden meter presos, expulsar del trabajo. O les impiden a sus hijos hacer una carrera universitaria, por ejemplo. O son sometidos al escarnio público con los llamados “actos de repudio”, que son pogromos, en los que aparece una turba frente a la casas de los ciudadanos para intimidarlos, agredirlos, insultarlos y escribirles letreros en las paredes. Está documentado que los agresores son personas que sacan de sus puestos de trabajo, que gozan de pequeños privilegios y que, por no perderlos, se prestan para ese tipo de canalladas.
-¿Quiere Castro con su “aperturilla” económica hacer de Cuba una especie de China, en pequeño, en donde los consorcios hagan su negocio, sin importarles mucho los derechos humanos?
-Raúl Castro lleva más de un lustro al mando y el país permanece en el marasmo. Vemos en América Latina que otros países mejoran sus índices de crecimiento, mientras Cuba sigue sin tener industria. Cuba importa el 80% de los alimentos. El sistema dirigista fue siempre un fracasó en todos los países que imperó. El éxito del desarrollo en China se debe a la libre empresa y no a las medidas socialistas. Eso lo saben todos en Cuba, pero la dirigencia es prepotente y no quiere reconocer ante el pueblo que esto es un desastre. Castro no quiere perder el control político. Su régimen le tiene miedo a la democracia.
-¿En donde ha quedado el “mejor sistema educativo y de salud del mundo”, según el gobierno de Cuba?
-Eso es parte del mito. Aunque no es menos cierto que la manutención financiera de Cuba, por parte de la Unión Soviética, permitió dedicar más recursos a la salud pública. Pero eso hoy está venido a menos. Cualquier reportaje serio que se haga sobre la atención médica en Cuba verá que se ha deteriorado de manera increíble.
-¿Desde cuándo se ha deteriorado y a qué se debe?
-Sobre todo desde que Cuba ha incrementado el envío de personal médico a otros países, como Venezuela y Brasil. Ante la falta de un sector productivo, los servicios en el extranjero se han convertido en una de las principales fuentes de divisas. Cuba hoy no produce ni azúcar, después de haber sido el primer productor del mundo.
-¿Qué piensa el cubano de a pie sobre el envío de médicos a otros países, quienes reciben una parte de su salario, mientras la mayor parte va al Estado cubano?
-Eso es una explotación inicua, desenfrenada. Lo que vive el cubano de a pie es que el envío masivo de médicos al extranjero se revierte en el creciente deterioro del sistema de salud pública. Lo que sabe es que ver a un especialista es una batalla campal. Lo que se ve es que al exportar médicos a Venezuela, Brasil y 40 países más, ese personal falta en Cuba. Para tapar la falta de medicamentos y tecnología moderna, el régimen propaga ahora el uso de una medicina primitiva basada en hierbas, desdeñando el uso hasta de rayos x. Hay cubanos que caricaturizan la situación y hablan de que, ante la falta de atención, pronto tendrán que ir a Venezuela, para poder hacerse operar allí de unas simples cataratas.
Por otra parte, los cubanos entienden que los médicos que se van también buscan aliviar su propia situación económica, toda vez que en Cuba el salario promedio es de 600, 800 pesos mensuales, entre US$25 y US$30. Un cifra por debajo del promedio mundial de pobreza, menos de dos dólares diarios. Esto explica por qué los médicos que mandan a Venezuela o Brasil aceptan la explotación y el despojo que sufren cuando el Estado cubano se embolsa la mayor parte de lo ganado con su trabajo. Estos médicos se sacrifican trabajando, a menudo, en las zonas más apartadas, insalubres y de mayor delincuencia. Mientras todo esto pasa, el régimen prende la propaganda del “internacionalismo” y que el personal médico trabaja en el exterior “motivado por el altruismo”.
-¿Cómo ven los cubanos la instauración del modelo castrista en Venezuela?
-Hace rato que los cubanos venimos de regreso, cuando los venezolanos empiezan a ir. Ya Cuba pasó por todo eso. El grueso de la población creyó, efectivamente, que el sistema político y social que se quería establecer era lo mejor, lo ideal. La teoría es una cosa bonita, la práctica es un gran desastre. Los cubanos llevamos ya más de medio siglo por ese camino de errores. Los venezolanos llevan 14 años. Los cubanos comprendemos que ese es un camino hacia el abismo. Los resultados están ahí: desabastecimiento, persecución. Los problemas que sufren los venezolanos surgen del sistema castrista. La persecución desatada contra el empresariado y los inversores es una política loca.
-El gobierno de Venezuela provee a Cuba de petróleo. ¿No ven los cubanos a Venezuela como su salvación?
-Cuba no se ha hundido, del todo, gracias a que ha contado, casi siempre, con un suministrador extranjero: antes era la Unión Soviética, ahora es Venezuela. Los mecanismos son, más o menos, los mismos. A pesar de que la producción de petróleo cubano apenas cubre la mitad de lo que necesita, La Habana revende a precios internacionales a otros países parte del petróleo que recibe de Venezuela a precio de ganga.
El sistema socialista en Cuba ha demostrado ser tan inoperante que hoy Cuba no es capaz de producir ni azúcar. Si se llega a establecer, verdaderamente, el socialismo en Venezuela, llegará el día en que no tendrán ni petróleo que vender. Y si fuera en Chile, por ejemplo, no habrá vino. Esa es la constante del socialismo en las economías. Por eso es que el régimen cubano necesita siempre a otro país que lo mantenga. En los años 90, tras el derrumbe de la Unión Soviética, Cuba se quedó a oscuras. No se hablaba de “apagones” de luz eléctrica sino de “alumbrones”. Un caos.
-¿Cuáles perspectivas ve usted para el pueblo cubano?
-La mayoría de los miembros del Partido Comunista Cubano, el partido único - la gente que corta el bacalao - está convencida de que el sistema socialista no funciona. En Cuba existe una mezcla de sistemas: el monopartidismo, al estilo del antiguo bloque socialista de Europa oriental, se une con caudillismo militar de las dictaduras tradicionales de América Latina. Esta estructura antidemocrática impide que la mayoría en su seno haga valer sus criterios. Pero llegará el día en que eso se acabe. Por otro lado, está la oposición civil que crece, a pesar del temor al régimen, y a pesar de que su lucha es ingrata y conlleve persecuciones de todo tipo, e incluso prisión. La esperanza nuestra es que algún día se llegue a una Cuba democrática, con desarrollo y otras perspectivas para la gente.
-¿Qué pueden hacer los países democráticos u organizaciones humanitarias como la Sociedad Internacional de Derechos Humanos, con sede en Fráncfort, para respaldar en Cuba un espíritu democrático, sin que sean tildados de agentes del imperialismo?
-Esa es la gran coartada de un régimen que es un desastre y que ha hecho que el país involucione; un régimen que busca acallar toda crítica de sus ciudadanos acusándolos de que se oponen por indicaciones de otro régimen externo. Los países democráticos deben ser siempre conscientes de que Cuba es un régimen violador consuetudinario de los derechos humanos, que persigue a sus ciudadanos que discrepan. No se puede legitimarlo, como se hizo con la reciente reunión de la CELAC, en La Habana. Otra cosa: cuando se sublima el enfrentamiento entre La Habana y Washington, a menudo, se hace caso omiso de las violaciones de los derechos humanos en Cuba.
-¿Ayudaría en algo que Alemania llevara más empresas a Cuba?
-Cuba, aún con las reformas anunciadas, tiene un sistema laboral que no se ajusta a las disposiciones de la OIT (Organización Internacional del Trabajo). Un empresario extranjero no puede contratar directamente a un trabajador cubano. Tiene que ser a través de una unidad empleadora, que es una empresa estatal. El inversionista extranjero le paga a esa empresa oficial y ésta, a su vez al trabajador. Eso implica que quien reciba empleo tiene que ser una persona que se someta al régimen. No puede discrepar porque lo botan. Se vive en inestabilidad laboral: esta gente recibe una contrata por un mes, que a cuyo término puede ser retirada. A pesar de todo, esos puestos son codiciados por la posibilidad del acceso a divisas, gracias a las propinas en la hotelería. Son puestos codiciados porque como los empresarios extranjeros saben que sus trabajadores cubanos reciben apenas 5% de lo que ellos le pagan a las empresas estatales, les hacen regalos. Y eso que los trabajadores comunes están en peores condiciones. Los inversionistas se convierten así en cómplices del despojo del trabajador en Cuba.
En sus intentos por rehacer las relaciones bilaterales con Cuba, Alemania, y la Unión Europea, deberían ayudar a acabar con esta explotación de la fuerza laboral en Cuba. Este sistema diabólico tiene que terminar de manera radical. Solo así habrá posibilidades reales de desarrollo. Una sociedad democrática motiva a la inversión. Una sociedad en la que el cubano pueda elegir libremente a sus gobernantes.
-Justamente en La Habana tienen lugar ahora conversaciones de paz entre el gobierno colombiano y las FARC, una guerrilla que, también por más de medio siglo, ha luchado por implantar un régimen cubano en Colombia. ¿Qué piensan los cubanos de esto?
-Es una ironía que Cuba, que fomentó la subversión, entrenó guerrillas, dio dinero en casi toda América Latina, tal vez con excepción de México, tuvo academias de guerra, como narra Benigno, el ayudante del Che Guevara; en esas academias Cuba enseñaba cómo tirar bombas, cómo hacer sabotajes, cómo disparar, como hacer atentados personales. Es una ironía que sea Cuba la escogida para buscar acabar con ese conflicto que La Habana misma fomentó. Y está bien que Colombia lo quiera acabar.