El candidato del Frente Amplio logró centralizar otra vez el apoyo de las diversas agrupaciones que integran el partido, con las cuales espera llegar este domingo a la presidencia.
Tabaré Vázquez, un oncólogo que entró tardíamente en la política pero terminó llevando a la izquierda uruguaya por primera vez al poder, se prepara para un probable segundo mandato apuntando a resolver los grandes pendientes del país como la deteriorada educación y la inseguridad.
El candidato del Frente Amplio logró centralizar otra vez el apoyo de las diversas agrupaciones que integran el partido, una coalición de distintas tendencias que participó por primera vez en las elecciones de 1971 y años después fue duramente perseguida por la dictadura militar (1973-1985).
Tranquilo y de trato afable, su estilo contrasta con el del popular y agudo presidente José Mujica. Algunos lo consideran autoritario pero a la vez un gobernante que da resultados.
Mujica no puede ser reelecto porque la Constitución uruguaya solamente permite la reelección no consecutiva.
"Tabaré fue un presidente y un intendente eficiente, ese es su mejor activo", dijo un ex funcionario de su Gobierno bajo condición de anonimato. "Él aporta la seriedad a la gestión que quizás uno ve que le falta a Mujica, que viene y va, o toma una decisión ahora y después ve qué hace", agregó.
Vázquez, de 74 años, se propone esta vez poner en el centro de su eventual gestión elevar el nivel de la deteriorada educación en un país que en la década de 1950 tenía niveles del mundo desarrollado y fue uno de los pioneros en América Latina en establecer la educación gratuita y obligatoria.
Para lograrlo, propone subir su presupuesto de un 4,5 a un 6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), lo que dependerá en gran medida de un nuevo impuesto a las grandes extensiones de tierra que prometió aplicar a los hacendados.
No fumar
El candidato, hijo de un sindicalista de la única refinería de petróleo del país, de origen humilde, es el prototipo de quien empezó de abajo, logró estudiar en la universidad estatal y llegó a ser un profesional exitoso.
Padre de cuatro hijos y criado en un barrio de trabajadores en Montevideo, movió las estructuras del país al implementar una ley antitabaco por la cual Philip Morris presentó una demanda internacional que sigue en proceso.
En las elecciones del 2004 se convirtió en el primer presidente de izquierda de Uruguay rompiendo con la hegemonía de los partidos tradicionales y tras una aguda crisis económica en el 2002 que dejó altos niveles de desempleo y pobreza.
La economía uruguaya ha promediado una expansión de casi el 6 por ciento anual en los últimos diez años y tiene los niveles más bajos de desempleo e indigencia desde que comenzaron las mediciones.
De concretarse su segundo mandato, Vázquez aspira a profundizar las políticas sociales que han sido la base del capital político del Frente Amplio, pero además tendrá el desafío de recomponer sus relaciones con Argentina, un país clave para la pequeña economía uruguaya.
Vázquez tuvo áridos enfrentamientos con el entonces presidente Néstor Kirchner, fallecido esposo de la actual mandataria Cristina Fernández, por la instalación de una planta de celulosa sobre el río Uruguay, limítrofe entre ambas naciones.
En 2011, cuando ya había dejado la presidencia, confesó que en los peores momentos del conflicto pidió ayuda al entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, lo que le valió una lluvia de críticas. Entonces amagó con retirarse de la política.
En lo que tiene que ver con reformas progresistas, el ex presidente vetó la despenalización del aborto a la postre aprobada con Mujica. Ahora advierte que vigilará la nueva ley sobre producción y comercio de marihuana, que ha tenido problemas de implementación por la falta de antecedentes.