Horas después del cierre de los comicios presidenciales, el clima de guerra se instaló en el corazón de la revuelta separatista del este del país.
Pese a que los combates más fuertes se concentraron durante toda la tarde de este unes en el aeropuerto y en la zona adyacente, a unos 20 minutos en auto del centro, el ruido de los aviones cazas y el frenesí que el ataque provocó en los milicianos separatistas que circulaban en autos y colectivos a toda velocidad en dirección al aeropuerto, profundizó la bronca de algunos y el miedo de otros.
En el centro de la ciudad, ni bien se escucharon los aviones ucranianos, la gente buscó desesperadamente sus celulares y comenzó a llamar a sus familias y a sus amigos. El momento que habían temido durante casi dos meses, cuando milicias pro rusas tomaron el gobierno provincial, finalmente había llegado.
Poco después, el atemorizante zumbido de los aviones dio paso al estruendo de las explosiones, el ruido de ametralladoras y tiroteos, y a las enormes columnas de humo que comenzaron a elevarse sobre el aeropuerto y las inmediaciones.
El bloqueo que había instalado la policía local a primera hora de la mañana, a menos de un kilómetro del aeropuerto, rápidamente se convirtió en otro epícentro de los combates que duraron todo el día y entrada la noche.
Al atardecer, la combinación de los truenos que se confundían con las explosiones, las sirenas de las patrullas de policía que conducían caóticamente y los gritos de enojo de mucha gente que no podía volver a su casa, cerca del aeropuerto, crearon un clima de tensión inédito para esa tranquila ciudad ucraniana.
Télam logró acercarse a 600 metros del bloqueo policial que quedó en medio de los combates entre milicianos separatistas y fuerzas ucranianas. Pese a la catarata de rumores, esta agencia no pudo confirmar si los que peleaban dentro del aeropuerto y en los alrededores eran soldados o paramilitares, creados y financiados por líderes y empresarios cercanos al gobierno en Kiev.
La escena tomaba por momentos visos inverosímiles cuando mineros que terminaron su turno en la mina que se encuentra cerca del aeropuerto y vecinos con bolsas de supermercado caminaban tranquilos de vuelta a la ciudad, de más de 1 millón de habitantes.
Pero al sonar una explosión, las ametralladoras o el vuelo de un avión caza, la extraña imagen cotidiana se desvanecía en un segundo y empezaban las corridas, los gritos y las expresiones de terror en las caras de los transeúntes.
"¡Estos son los malditos de Kiev atacando!","aquí tienen a su presidente (Petro) Poroshenko", gritaba un grupo de hombres en la avenida principal que lleva al aeropuerto, en referencia al magnate chocolatero pro occidental que ganó las presidenciales de ayer, y que prometió combatir a los separatistas.
En tanto, los pequeños colectivos de la época soviética seguían llegando abarrotados al nuevo bloqueo policial y eran obligados a dar la vuelta. "No se puede avanzar -explicó una y otra vez un agente-. "Están atacando".
Entre sorprendidos y atemorizados, la gente se amontonaba dentro del colectivo y apretaba sus caras contra las ventanillas, como intentando ver algo que les permitiera entender lo que estaba sucediendo en su ciudad.
Mientras tanto, ambulancias vacías, camiones y autos con milicianos listos para sumarse a la lucha y un camión hidrante cruzaban de manera esporádica y a toda velocidad el bloqueo policial en dirección a lo que hoy se convirtió en una zona de guerra.
Al caer la noche, la tensión se trasladó a la estación central de tren, también a unos 15 minutos en auto del centro.
Según periodistas que se encontraban en el lugar, al menos una persona murió en un enfrentamiento entre milicianos separatistas pro rusos y presuntos hombres de la Guardia Nacional ucraniana, una fuerza de "voluntarios" creada por Kiev tras el derrocamiento del presidente pro ruso, Viktor Yanukovich, en febrero pasado.
Apenas minutos antes de que comenzara el ataque ordenado por el gobierno interino en Kiev, el líder separatista de la recientemente proclamada República Popular de Doentsk había anunciado que, aunque hasta ahora no habían instalado un servicio militar obligatorio, "estaban analizando todas las opciones para garantizar una movilización total y pelear la guerra".
Poco después la guerra ya estaba en Donetsk. Lo que aún no está claro es cuán larga y devastadora será para los que viven en el corazón de la región minera e industrial más importante de Ucrania.