La semana en que Reino Unido solicitó el divorcio con la Unión Europea ha traído cierto alivio en Londres y Bruselas por haber sucedido sin sobresaltos, aunque los negociadores temen que haya problemas e incluso rupturas una vez que se inicien las negociaciones.
La semana en que Reino Unido solicitó el divorcio con la Unión Europea ha traído cierto alivio en Londres y Bruselas por haber sucedido sin sobresaltos, aunque los negociadores temen que haya problemas e incluso rupturas una vez que se inicien las negociaciones.
El negociador jefe de la Unión Europea, Michel Barnier, prevé que empiecen a comienzos de junio, pero primero los otros 27 estados miembros del bloque deben dar su mandato en una cumbre el 29 de abril y en una reunión ministerial el 22 de mayo.
No obstante, las negociaciones sobre las negociaciones -quién hablará con quién, cuándo, sobre qué e incluso en qué idioma- pueden comenzar semanas antes y podrían ser igual de tensas.
Hace dos semanas el francés dejó entrever un destello de dureza al ofrecer a los británicos una visión de corte de suministros y colas de camiones en la ciudad portuaria de Dover si insisten en sus demandas.
Esta semana fue más gentil. Las posturas iniciales de la primera ministra británica, Theresa May, y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, de cara a dos años de negociaciones dejaron a ambas partes alabando su tono "constructivo".
Sin embargo, ambos advirtieron de que el acuerdo no era ninguna certeza y que Reino Unido todavía podría salir de la Unión Europea y enfrentar complejidades legales.
Mientras se acercaba el fatídico día para que May invocara el Artículo 50 del tratado de la Unión Europea y una salida sin precedentes que Bruselas quiere asegurarse que es un caso aislado, los responsables de ambas partes parecían en privado cada vez más preocupados de que el proceso funcione.