Sin una estructura partidaria fuerte a nivel nacional, y con un Congreso fragmentado, Macri tendrá que afinar sus dotes negociadoras si quiere que su proyecto prospere en una Argentina donde el peronismo ha sido indomable en los contados casos en los que fue oposición.
Buenos Aires. Mauricio Macri conquistó la presidencia de Argentina el domingo, pero ahora enfrenta el reto más grande para un político local: gobernar con un implacable peronismo en la oposición y un Congreso dividido, intentando revertir medidas intervencionistas sin volver a arrastar al país a una dolorosa crisis económica.
Para algunos, con su estilo conciliador y su apego a la libertad de mercados, el ingeniero de centroderecha encarna un cambio tras 12 años en el poder de un beligerante peronismo de centroizquierda, que por años logró reducir la pobreza y generar empleo pero deja el país políticamente polarizado, con la economía estancada y una elevada inflación.
Para otros, es un triste recuerdo del neoliberalismo que acabó llevando a la nación a su peor crisis económica en la historia y a un gigantesco incumplimiento de pagos en el 2002. Macri, que se consagró en el balotaje del domingo tras haber llegado segundo en la primera ronda electoral de octubre detrás del candidato oficialista Daniel Scioli, promete cambios rápidos para reactivar la economía y revertir controles cambiarios y restricciones a las exportaciones que ahuyentaron a inversores.
Pero incluso su entorno ha admitido en los últimos días que la transición debe ser más paulatina si no quiere que un fuerte
impacto devaluatorio termine causando más daños que beneficios y
convierta el parate económico en una recesión.
"Se analizan los alcances de una devaluación que no espante
al común de la gente. No descartamos un tipo de cambio en la
zona de 11,0 a 11,5 pesos para marzo por contratos de futuros
abiertos", desde los 10,85 que vale actualmente el dólar para
esa fecha, dijo a Reuters una fuente del equipo de Macri.
Aún está fresco para muchos argentinos el recuerdo de la
última crisis que sufrió Argentina hace poco más de una década,
como consecuencia del colapso de un modelo económico neoliberal
basado en la paridad del peso con el dólar.
El final fue doloroso: una vertiginosa sucesión de cinco presidentes en 10 días, derrumbe del peso, congelamiento de los depósitos de los ahorristas y un multimillonario incumplimiento de deuda. Este desenlace dio lugar a la llegada de una centroizquierda con acento social.
Durante las últimas semanas, el rival de Macri apeló a ese
fantasma para tratar de sacarle votos. Por eso el presidente electo se vio forzado a resaltar que mantendrá planes de ayuda social, el control estatal en la petrolera YPF y que en los primeros dos años de su mandato buscará reducir a un dígito la inflación, que supera el 20% y carcome los salarios de los argentinos.
"Argentina no necesita ajuste, sino expansión de la economía. Y he dicho que tenemos que cuidar los trabajos que tenemos y crear más. Hay que estudiar planes de crecimiento por área", dijo Macri antes del balotaje.
Aún no hay muchas pistas concretas de cómo mejorará las cuentas del país, que sufre de un déficit fiscal y un abultado gasto público, sobre todo cuando ha anunciado que incluso recortará algunos impuestos.
Muchos economistas coinciden en que los generosos subsidios sobre los servicios públicos no son sostenibles en momentos en que los precios de las materias primas que exporta el país han caído, reduciendo drásticamente los ingresos y arrastrando las reservas internacionales a niveles mínimos históricos. Por eso Macri planea recortar los subsidios energéticos, a los que se destina casi un 4% del PIB.
Arma de doble filo. Si Macri, como promete, libera abruptamente el mercado de cambios, probablemente estaría en apuros para satisfacer la demanda de dólares sin erosionar de forma peligrosa el nivel de
reservas.
De todos modos, los inversores esperan que dé señales claras de un cambio en el enfoque económico. Eso ayudaría al presidente electo a cambiar la percepción en el exterior del país y a recomponer relaciones con los acreedores llamados "holdouts", que ganaron en Nueva York un juicio por deuda impaga.
Como la resolución de ese caso podría facilitar el regreso del país a los mercados globales de crédito, el equipo de Macri ha dicho que es una prioridad, pero aclaró que no pagará el total de lo que reclaman los fondos de riesgo que compraron los bonos a precios bajos tras el default del 2002.
El acceso al crédito será clave para impulsar la actividad, incluyendo la de la industria, que ha sufrido en los últimos años para importar insumos, y la del golpeado sector agropecuario.
Para el campo Macri ha prometido eliminar los impuestos y límites a las exportaciones de maíz y trigo, como también reducir de manera gradual la tasa a los embarques de soja, el principal cultivo del país.
El reto. Sin una estructura partidaria fuerte a nivel nacional, y con
un Congreso fragmentado, Macri tendrá que afinar sus dotes
negociadoras si quiere que su proyecto prospere en una Argentina
donde el peronismo ha sido indomable en los contados casos en
los que fue oposición.
La victoria de Macri fue mucho más ajustada que la vaticinada por los sondeos, por sólo poco más de 2 puntos porcentuales, lo que sumará presión a su necesidad de buscar consensos políticos.
"Va a haber una convocatoria a un diálogo masivo y se buscará transparentar una amistosa transición con (la presidenta saliente) Cristina Fernández de Kirchner", dijo la fuente del equipo de Macri, que adelantó que habrá encuentros con alcaldes y gobernadores de otros partidos políticos.
El último presidente que no pertenecía a las filas del peronismo fue Fernando de la Rúa, quien, acosado por la situación económica, peleas en su coalición y una oposición implacable, se vio forzado a renunciar dos años después de haber asumido.
"El mayor desafío será generar un coalición para gobernar, la que debería incluir un sector relevante del peronismo", dijo el analista político Rosendo Fraga, de la consultora Nueva Mayoría.
El candidato que salió tercero en la primera ronda, Sergio Massa, con quien Macri estuvo cerca de sellar una alianza electoral, podría ser vital para sumar apoyo en el Congreso.
Pero además deberá aliarse con los sindicatos para lograr apoyo
a sus medidas más impopulares, dijo Fraga.
Medios locales aseguran que Emilio Monzó, un operador político clave de Macri, será el encargado de construir alianzas desde su banca de legislador en el Congreso.