Tras asumir el cargo en la cima de un auge económico que permitió un acercamiento gradual a las reformas, la presidenta está empezando a tomar medidas audaces para reducir los impuestos y los altos costos empresariales del país.
Nueva Delhi. Ante un grupo de periodistas que cubrió su viaje a India la semana pasada, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, usualmente parca, esbozó una sonrisa irónica y tras reconocer estar afectada por la diferencia horaria, disparó que "si tomo una siesta aquí mismo, ustedes no van a ser muy duros conmigo, ¿de acuerdo?".
El humor no es la única cualidad nueva que está mostrando últimamente la presidenta.
Tras asumir el cargo en la cima de un auge económico que permitió un acercamiento gradual a las reformas, Rousseff está empezando a tomar medidas audaces para reducir los impuestos y los altos costos empresariales de Brasil, animada por lo que sus asesores describen como un nuevo sentido de urgencia para revivir una economía estancada.
La economía de Brasil creció un decepcionante 2,7% el año pasado, después de expandirse un impresionante 7,5% en el 2010.
Rousseff dijo que iba a lanzar un nuevo paquete de estímulo "tan pronto como regrese a Brasil".
Fuentes del gobierno, que hablaron bajo condición de anonimato, dijeron que las medidas incluyen una mezcla de incentivos fiscales, recortes del impuestos a las nóminas de las principales industrias y aranceles más altos en sectores donde las importaciones están ganando cuota de mercado.
El banco estatal de desarrollo Bndes ampliará un programa de préstamos subvencionados a más industrias, ofreciendo tasas de interés más bajas y mayores plazos de pago para alentar la inversión, publicó el diario O Estado de S.Paulo este lunes.
En total, el banco tiene previsto dar otros 18.000 millones de reales (US$9.900 millones) en préstamos subsidiados, declaró el diario Estado citando fuentes del gobierno, a las que no identificó.
Se espera que Rousseff anuncie las medidas este martes.
El ministro de Comercio, Fernando Pimentel, que participó del viaje de Rousseff a India, dijo en Nueva Delhi que el gobierno también tiene como objetivo reducir drásticamente la burocracia que enfrentan los importadores y exportadores mediante la creación de un sistema de "ventanilla única".
Este sistema permitirá a las empresas procesar el papeleo en un único lugar, en vez de tener que acudir hasta 17 instancias distintas, como ocurre actualmente.
En conjunto, las medidas probablemente no serán lo suficientemente audaces como para complacer a los empresarios que se quejan del denominado "costo Brasil", un cóctel de altos impuestos, burocracia y problemas de infraestructura que ha hecho del gigante sudamericano uno de los lugares más caros del mundo para hacer negocios.
Sin embargo, las medidas marcan un importante cambio estratégico para Rousseff, quien asumió el cargo en enero del 2011 creyendo que sería la administradora de una economía que ha crecido fuerte en los últimos años.
La inesperada desaceleración de fines del 2011, que dejó a Brasil cerca de una recesión, ahora parece estar empujando a su gobierno a asumir un papel más reformista, con más cambios por venir.
A trabajar. "Tenemos mucho trabajo por hacer", dijo Pimentel en una entrevista, agregando que "el crecimiento de Brasil ha producido muchas ineficiencias, y (...) nos verán volvernos cada vez más activos en el próximo período".
La propia Rousseff se hizo cargo de este cambio en una conferencia de prensa ofrecida tras la cumbre de los Brics en Nueva Delhi, que reunió a los líderes de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
Cuando se le pregunta por qué no había sido más activa a principios de su mandato, responde simplemente que las circunstancias han cambiado.
"Mira, un gobierno no se hace en el segundo o tercer día (...) está hecho con el tiempo. Las cosas maduran", respondió.
Es justo aclarar que Rousseff no está a punto de transformarse en la Margaret Thatcher brasileña. Su actitud áspera ha sido comparada con la de la ex primera ministra británica, pero la presidenta no ha demostrado el celo reformista de Thatcher.
Rousseff y su Partido de los Trabajadores no apoyarán ningún cambio en el código laboral, que garantiza a los trabajadores derechos a pensiones e indemnizaciones si son despedidos. Su mala relación con el Congreso, donde los legisladores están molestos con ella por el recorte de fondos para sus proyectos, limitará el alcance de cualquier legislación.
Rousseff mencionó estas tensiones cuando se le preguntó por qué no va a presionar por una reforma impositiva íntegra, tema que siempre ha sido un santo grial para los líderes empresariales de Brasil.
"Soy plenamente consciente de que Brasil necesita reducir su carga fiscal", explicó, añadiendo que "lo que he hecho es tomar medidas pequeñas que, en su totalidad, crean mayores exenciones de impuestos, lo cual es fundamental para que el país crezca".
"¿Sería mejor hacer una reforma amplia? Podría ser, pero depende de en qué país vivimos", dijo, citando arraigados "intereses" que hacen que los cambios fiscales sean difíciles.
Este enfoque gradual de Rousseff frente a los cambios le ha valido críticas de los líderes de la oposición y de los analistas de Wall Street, pero silenciosamente ha producido resultados en ciertas áreas.
El mejor ejemplo puede ser su manejo de la moneda brasileña, que pasó a estar sobrevaluada ante el fuerte ingreso de capital extranjero al país.
El gobierno de Rousseff durante el año pasado introdujo una serie de aparentemente interminables ajustes a los impuestos sobre los préstamos extranjeros y otras transacciones financieras para detener la escalada de la moneda.
Hace seis meses, los esfuerzos de Rousseff fueron recibidos con sorna por la mayoría de los economistas y operadores, que consideraron que las medidas no podrían detener el ingreso de miles de millones de dólares al país.
Pero el real se depreció más del 15% desde que tocó un máximo de 12 años en agosto y tiene un rendimiento inferior al de otras monedas de América Latina en los últimos dos meses gracias en parte a los controles.
Lula, un factor de ayuda. Rousseff cuenta con varios otros factores que trabajan en su favor. El estancamiento en el Congreso ha dado muestras de haber terminado.
El Senado finalmente aprobó la semana pasada cambios al código de pensiones, fundamentales para la solvencia de Brasil en el futuro.
Eurasia Group, una consultora de riesgo político, llamó a esa votación "la primera reforma estructural de Rousseff".
Luiz Inácio Lula da Silva, el popular predecesor de Rousseff y su mentor político, se ha recuperado de un cáncer de laringe y es probable que vuelva a la política.
El papel de Lula es informal, pero el ex mandatario sigue siendo muy influyente, sobresaliendo con su carisma y con su capacidad para forjar acuerdos en el Congreso, atributos que Rousseff ha tenido problemas para emular.
Mientras tanto, los niveles de popularidad de Rousseff han desafiado a la desaceleración económica, manteniéndose cerca de la marca del 70%.
Sus asesores dicen que conscientemente está tomando algunas medidas para consolidar ese activo, como dar una entrevista de dos horas a una revista que ha sido crítica de su gobierno, con la esperanza de capitalizar un beneficio político en el futuro.
Sobre todas las cosas, Rousseff se ha vuelto notablemente más activa en estrechar lazos con líderes empresarios, en un esfuerzo por convencerlos para que hagan mayores inversiones.
Su encuentro con un grupo de unos 20 empresarios brasileños en Nueva Delhi se extendió casi una hora más de lo previsto.
Allí, también, su comportamiento vigorizado parece haber servido para dejar atrás algunas críticas a su gestión. Un comunicado de un grupo industrial que ha sido crítico de Rousseff la describió como "relajada y de buen humor", y expresó la esperanza de mantener reuniones similares en futuros viajes.