Los asesinatos, supuestamente ordenados por el sangriento cártel de La Familia, cuyo centro de operaciones es el central estado de Michoacán, es uno de los signos de que la violencia que azota a amplias regiones está alcanzando a la capital.
México DF. En un país acosado por la violencia de los cárteles de la droga, la enorme capital de México, con más de 20 millones de habitantes, ha sido un oasis de relativa paz. Pero esta calma, basada en una especie de tregua informal entre bandas rivales, podría quebrarse.
Hace algunas semanas, en una soleada tarde, un grupo de sicarios conducía en un barrio pobre del norte de la Ciudad de México, en medio de calles llenas de gente haciendo compras y niños saliendo de la escuela.
Los pistoleros bajaron de su camioneta, colocaron a tres vendedores de cocaína contra la pared y les dispararon a la cabeza con rifles de asalto AK-47. Luego empujaron a otros dos hacia la camioneta y se alejaron, mientras los transeúntes miraban aterrorizados.
Los asesinatos, supuestamente ordenados por el sangriento cártel de La Familia, cuyo centro de operaciones es el central estado de Michoacán, es uno de los signos de que la violencia que azota a amplias regiones está alcanzando a la capital.
Los principales capos narcos han mantenido sus enfrentamientos lejos de la Ciudad de México. Pero en el último año han surgido una serie de líderes menores, producto de las divisiones de organizaciones más grandes, que han perpetrado masacres y decapitaciones en los límites de la ciudad, así como secuestros y extorsiones.
Este año, en el área metropolitana de la ciudad se han reportado más de 300 asesinatos cometidos por bandas, incluidos la masacre de una familia de cinco integrantes en Tlalpan, al sur; una decapitación cerca de Santa Fe, sede de grandes empresas, y dos cuerpos sin cabeza colgando de un puente en Huixquilucan, una zona de clase media alta.
La cifra es superior a la del año pasado, cuando se registraron 260 homicidios vinculados a enfrentamientos entre grupos rivales, según datos de la procuraduría capitalina y del Estado de México sobre los municipios conurbanos.
La Ciudad de México incluye el Distrito Federal, donde viven cerca de 9 millones de personas, y otros 12 millones de habitantes del Estado de México, que rodea la capital.
"Una ola de violencia de los cárteles aquí sería catastrófica. México no sólo es la sede de todas las instituciones importantes del país, también es una imagen que siempre está en la conciencia de la gente", dijo Luis de la Barreda, director del privado Instituto Ciudadano de Estudios sobre Inseguridad (Icesi).
No tocar la Ciudad de México. La capital, donde hace algunos años los secuestros y asaltos estaban a la orden del día, es hoy uno de los lugares más seguros del país, con índices de homicidios incluso más bajos que los de algunas ciudades estadounidenses.
El contraste es Ciudad Juárez, sobre la frontera con Estados Unidos, que el año pasado fue considerada la ciudad más peligrosa del planeta.
Incluso los puertos turísticos de Acapulco y Veracruz, así como Monterrey, centro de negocios, fueron alcanzados por la ola de violencia de los cárteles, que se enfrentan entre sí dejando a veces pilas de cuerpos en plena calle.
Desde que el presidente Felipe Calderón asumió en diciembre del 2006 y lanzó una campaña frontal contra estas bandas criminales, más de 46.000 personas han muerto en todo el país, muchas veces civiles inocentes y niños en fuego cruzado.
Empresarios han trasladado sus negocios o montado nuevos en la Ciudad de México, mientras que familias pobres han huido de los focos de violencia y emigrado a la capital.
La ciudad ha sido incluso un lugar seguro para las familias de los capos como Vicente Carrillo Leyva, hijo del fundador del cártel de Juárez, quien fue arrestado en el 2009 mientras hacía ejercicio en un lujoso barrio de la ciudad.
Vicente Zambada, hijo de uno de los líderes del cártel de Sinaloa, rival del de Juárez, fue detenido el mismo año mientras conducía por la exclusiva colonia Lomas de Pedregal.
Los grandes capos tienen propiedades, dinero y familia en la capital, pero son extremadamente cuidadosos de no desplegar gran violencia en sus calles, lo que, según analistas de seguridad, se debe a que tienen un acuerdo tácito de no despertar señales de alarma en el corazón político de México.
En los últimos tres años, el índice de homicidios en el Distrito Federal ha oscilado entre 8 y 10 homicidios por cada 100.000 habitantes, según cifras de la policía. Esto es la mitad del promedio nacional y mucho menor que cuidades de Estados Unidos como Nueva Orleans, Baltimore o Detroit.
El estado de Sinaloa, cuna del cártel que dirige Joaquín "el Chapo" Guzmán, tuvo un índice de 81 homicidios por cada 100.000 habitantes y Ciudad Juárez la friolera de 272 asesinatos por cada 100.000 habitantes.
Entrenado para matar. Pero la tregua en la capital está ahora amenazada por la intensidad de los enfrentamientos en el país y la irrupción de grupos como La Mano con Ojos, que se suman a sanguinarios cárteles como Los Zetas, formado con desertores del Ejército y La Familia, una organización con tintes de secta religiosa.
Estos tres grupos han estado enfrentándose en estados centrales del país y alrededor de la capital por años, pero los recientes hechos de violencia muestran que podrían estar extendiendo su guerra al menos a la periferia de la ciudad.
La policía ha detectado docenas de casas de seguridad, a veces ubicadas en barrios residenciales; además de haber capturado a sicarios e incautado dinero y drogas, y a veces rescatado aterrorizadas víctimas de secuestros.
En un caso, las autoridades arrestaron a un grupo de 14 hombres y mujeres que supuestamente formaba una célula de los Zetas que cometía secuestros en el norte de la ciudad.
La policía dijo que una de las víctimas era una mujer embarazada a quienes los criminales le cortaron dos dedos y se los enviaron al esposo para presionar por el rescate.
Oscar Osvaldo García, el líder de La Mano con Ojos arrestado en agosto, es señalado como uno de los principales responsables de la violencia en la periferia de la ciudad, tras haberse adjudicado cerca de 300 asesinatos.
García, un ex marino que trabajó para el cártel de Sinaloa, surgió como líder tras una serie de capturas y muertes de capos como Arturo Beltrán Leyva, ocurrida en diciembre del 2010.
Su historia muestra un problema central de la ofensiva de Calderón. En la medida que los capos más experimentados son capturados o mueren, han surgido sanguinarios lugartenientes para pelearse por el control de los negocios.
"Me entrenaron para matar", dijo García en un testimonio grabado en vídeo por la policía. Reconoció haber matado no sólo a pandilleros rivales, sino a decenas de testigos. "Eran inocentes pero habían visto demasiado, habían visto demasiadas caras. Tenían que irse", dijo.
El problema de la violencia en México no se trata sólo de enfrentamientos entre sicarios por el negocios del narcotráfico. Las bandas se dedican crecientemente a las extorsiones contra pequeñas empresas, desde farmacias hasta puestos de tacos.
Policía unificada. La mayor parte de los vecindarios de altos ingresos no se han visto afectados. En áreas elegantes como La Condesa, los residentes disfrutan de restaurantes al aire libre sin señales de pistoleros o soldados, aunque con una intensa vigilancia de la policía capitalina en sus patrullas.
Hugh Carroll, un banquero de inversión de Escocia, ha vivido en la ciudad por casi 10 años sin sentir ningún efecto personal por la guerra contra los narcotraficantes.
"Tiendo a operar en zonas de negocios, que son todas muy seguras (...) lo peor que me ha pasado es que me asaltaron hace unos años, pero eso puede pasar en cualquier parte del mundo", contó.
La mayor empresa de seguridad del país, Multisistemas de Seguridad, aún considera a Ciudad de México como un área de bajo riesgo relativo.
"En lugares cerca de la frontera como Tamaulipas hay condiciones que son realmente de guerra, pero no hemos visto nada como eso aquí (...) La entrada de estos cárteles es preocupante, pero todavía no ha tenido un mayor efecto en la violencia en la ciudad", dijo el portavoz de la compañía, Gabriel Avalos.
El gobierno de la ciudad, encabezado por el alcalde izquierdista Marcelo Ebrard, ha mantenido seguros a los distritos más acaudalados, agregó. Luego de una visita a Londres, Ebrard decidió instalar 8.000 cámaras de seguridad hasta el 2012, cuando entregará su cargo.
Estos sistemas de seguridad, instalados en varias esquinas de las zonas más elegantes, han sido usados para capturar a ladrones y a otros criminales.
La policía de la ciudad es considerada más efectiva que en buena parte del resto del país, en parte porque funciona como una fuerza unificada, en lugar de las policías municipales y estatales de otras regiones, que a veces entran en conflicto unas con otras.
"Si otras fuerzas policiales de México siguieran este modelo sería un desarrollo positivo", dijo Jon French, un ex funcionario del departamento de Estado de Estados Unidos, que lleva una consultoría de seguridad en la capital mexicana.