Aunque no está claro si los tres días que pasó el jerarca católico en Cuba cambiarán algo, o cómo podría hacerlo, los analistas concuerdan en que cualquier noción de "primavera cubana" en términos de cambio político sigue estando lejos.
La Habana. La visita del Papa Benedicto XVI a Cuba esta semana marcó otro hito en los cautelosos esfuerzos de la Iglesia Católica Apostólica Romana por incrementar su papel en la isla de Gobierno comunista.
El cardenal de La Habana, Jaime Ortega, lo llamó "una primavera de la fe".
Aunque no está claro si los tres días que pasó el jerarca católico en Cuba cambiarán algo, o cómo podría hacerlo, los analistas concuerdan en que cualquier noción de "primavera cubana" en términos de cambio político sigue estando lejos.
Aún así, la visita papal parece haber cimentado la creciente influencia de la Iglesia en la sociedad y la política cubanas, un cambio potencialmente positivo en el equilibrio de fuerzas del país socialista.
"La Iglesia Católica en Cuba ha tomado un mayor protagonismo. Por primera vez hay un diálogo directo con el gobierno, que tiene que ver con la política nacional", dijo Philip Peters, experto en Cuba y vicepresidente del Lexington Institute, quien estuvo presente en la misa del miércoles en La Habana.
"La Iglesia está presionando por mayores y más profundas reformas económicas. Y también por una apertura política", agregó.
La Iglesia espera que el viaje del líder católico ayude principalmente a reavivar la fe en Cuba, donde la religión estuvo estigmatizada durante décadas tras la revolución de 1959.
A pesar de ello, la Iglesia, aunque muy disminuida, sobrevivió y sigue siendo la institución más grande e influyente fuera del gobierno, un hecho que los dirigentes cubanos parecen estar más dispuestos a reconocer ahora y, quizás, a recompensar.
El Papa utilizó el viaje para entregar en sus conversaciones con el presidente Raúl Castro una lista de peticiones como la restitución del festivo de Viernes Santo -para el que queda apenas una semana- y un mayor acceso a los medios de comunicación y a las escuelas y universidades.
De hecho, el clero católico ha dado en los años recientes algunos pasos de bebé en el campo de la educación ofreciendo actividades extraescolares en un puñado de iglesias, así como clases universitarias de la orden católica española Los Escolapios.
El 2011, el gobierno incluso permitió a la Iglesia abrir un programa de Master de Administración de Empresas a tiempo parcial en un seminario de La Habana, con la ayuda de profesores de la Universidad Católica de España.
El inicio de la cordialidad. La visita del Papa Benedicto XVI se produce 14 años después del histórico viaje de Juan Pablo II, que muchos cubanos ven como el inicio del acercamiento entre Iglesia y Gobierno.
Mientras que Fidel Castro recibió calurosamente al Papa polaco en 1998, su hermano y presidente Raúl Castro ha sido incluso más atento, participando en las dos misas que ofició Benedicto XVI sentado en primera fila.
Los críticos, sobre todo los cubano-estadounidenses exiliados en Miami de línea dura y algunos activistas de Derechos Humanos en Cuba, consideran las mejoras en las relaciones Iglesia-Estado como un nefasto matrimonio de conveniencia.
Acusan también a los líderes católicos de no hacer lo suficiente por defender a las libertades civiles de los grupos disidentes en la isla, considerados por el Gobierno como mercenarios a sueldo de Estados Unidos.
Pero la Iglesia responde que su relación con el gobierno es una ineludible aceptación de la realidad política cubana.
"La Iglesia no va a rechazar de plano un sistema político. La iglesia siempre trabajará dentro de los límites de un sistema para encontrar vías para mejorar la vida humana y la dignidad", dijo el padre Juan Molina, director de asuntos latinoamericanos de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos.
Pero la Iglesia tampoco ha dejado de lado la apertura democrática.
"Mientras que la mejora de las relaciones son de interés tanto para la Iglesia Católica como para el gobierno Cubano, también está claro que a la Iglesia le gustaría ver una reforma política en la isla", dijo Geoff Thale, analista para la Oficina de Washington en América Latina, un grupo liberal de la capital de Estados Unidos.
"Puede que no veamos cambios en tema de derecho humanos en Cuba de inmediato" como resultado de la visita del Papa, dijo Thale, agregando que ha "fortalecido la capacidad de la Iglesia para abrir espacios para el diálogo y el debate (algo) esencial para construir un clima que favorezca los derechos humanos".
En sus discursos públicos en Cuba, el Santo Padre repitió varias veces que había necesidad de generar "auténticas libertades", esenciales para construir una sociedad "renovada y abierta".
Áreas de acuerdo. Raúl Castro pareció no tener problemas con eso y en sus comentarios finales antes de la salida del Sumo Pontífice remarcó que encontró "muchas y profundas" coincidencias con el mensaje del obispo de Roma, aunque, "como es natural", no en todos los temas.
Para Cuba, la visita de Su Santidad ofrece la muy necesitada legitimidad en su búsqueda internacional de aceptación, más aún en momentos en que su principal aliado comercial y político, el presidente venozolano, Hugo Chávez, lucha contra un cáncer de incierto diagnóstico antes de las reñidas elecciones de octubre en la nación petrolera.
Un área clave de coincidencia entre la Iglesia y el Ejecutivo cubano es la necesidad de cambios económicos que suban el nivel de vida en la isla.
Desde que tomó las riendas del Gobierno de manos de su convaleciente hermano hace casi seis años, Raúl Castro ha introducido tímidas pero cada vez más ambiciosas reformas económicas para flexibilizar el rígido modelo centralista de estilo soviético, incluida la reducción de la abultada nómina estatal y la apertura de negocios privados de pequeña escala.
Reconociendo que estas reformas son un ajuste difícil para los cubanos, acostumbrados a décadas de total dirección económica y social, el Papa Benedicto XVI ofreció el respaldo "constructivo" de la iglesia para apoyar "un espíritu de diálogo que evite traumas".
El mensaje de renovación y reconciliación del jefe del Vaticano resonó en los cubanos que buscan un cambio.
"El país necesita reformas económicas y una reconstrucción física, pero hay tan bien un arduo trabajo de reconstrucción moral. La Cristiandad puede ayudarnos", dijo Óscar Espinosa Chepe, una voz moderada entre el movimiento disidente cubano, quien fue encerrado en 2003 por "crímenes contra el Estado" y liberado 18 meses después por motivos de salud.
Algunos cubanos siguen escépticos sobre el papel de la Iglesia.
"La Iglesia no necesita un mayor peso en la sociedad. Creo que la sociedad funciona bien como está. Tenemos salud (gratuita) y educación", dijo Esperanza González, una profesora jubilada de 66 años, que acudió a la misa del Sumo Pontífice en la capital.
"Estamos preparados para la reconciliación, pero no creo que los exiliados de Miami quieran", agregó.
Pero el mensaje del Papa está calando entre los exiliados cubano-estadounidenses que, aunque sueñan con cambios más rápidos y profundos, también reconocen los obstáculos.
"No se cambia de una sociedad totalitaria a una sociedad abierta sin un montón de dolor y un montón de sacrificios", dijo Carlos Saladrigas, un empresario cubano que reside en Miami, quien viajó a la isla para las misas de Su Santidad.
"Lo que la Iglesia nos está aconsejando es que necesitamos hacer lo que podamos para facilitar un cambio más fácil para todos los cubanos", agregó.
En palabras del arzobispo de Miami, Thomas Wenski, que encabezó una peregrinación de cientos de cubano-estadounidenses a Cuba semana: "El interés del Santo Padre y de la Iglesia aquí en Cuba es que, sea cual sea el tipo de transición que se produzca, haya un aterrizaje suave".