Este año será, muy probablemente, un año de El Niño aunque su intensidad está por verse. DW habló con especialistas sobre previsiones, efectos y preparativos.
Unos pronósticos hablan de un 66% de probabilidad de que el 2014 sea un año de El Niño, otros del 80% y de que es inminente. “Según nosotros la probabilidad es del 75% y llegará hacia octubre. Como no se quedará mucho, no causará grandes estragos”, explica a DW Armin Bunde, catedrático de Física Teórica de la Universidad de Giessen.
La variación en el pronóstico se debe al método utilizado. “La mayoría se basa sólo en las mediciones de la temperatura del agua. Nosotros opinamos que hay que tomar en cuenta también la atmósfera y los vientos alisios, que soplan o no. Y que cambian de dirección”, explica Bunde.
Vientos y agua. Su instituto junto al Potsdam Institute for Climate Impact Research tienen en cuenta para su pronóstico la presencia de los vientos que se llevan el agua caliente de la superficie del Pacífico hacia las costas de Australia.
“Cuando no lo hacen, el agua en las costas de Perú es más caliente. También sucede que cambian de dirección y llevan toda el agua caliente de Australia hacia Sudamérica”, dice el físico subrayando que aún no estamos frente a ese fenómeno.
¿Lluvias no sequía? “Si es que llega El Niño, en la costa oeste habrá más agua caliente, más humedad, más precipitaciones”, dice Bunde.
En su opinión, es un error explicar el actual período de sequía que golpea a América Central con este fenómeno, que normalmente alcanza su grado máximo en diciembre.
“En un año de El Niño, hay lluvias en unas zonas y sequías en otras”, explica a DW por su parte David Williams, gerente del programa de agricultura y recursos naturales y cambio climático del IICA (Instituto Interamericano para la cooperación en agricultura). Su instituto, con sede en Costa Rica, trabaja, en el marco del proyecto europeo Euroclima, en el desarrollo de sistemas que se adapten al impacto de este tipo de fenómenos.
No todo es cambio climático. Por su parte la red Famine Early Warning System de la agencia norteamericana USAID, anuncia un deterioro de la seguridad alimentaria en Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala para comienzos del 2015. Lo atribuye a la falta de lluvias por un El Niño especialmente fuerte debido a los cambios climáticos.
“No todo puede atribuirse al cambio climático, pero nadie puede dudar de que la intensidad y la frecuencia de los fenómenos extremos ha aumentado”, observa Williams. También en cuanto a El Niño, la percepción general es de un aumento en su frecuencia e intensidad.
Si El Niño, en efecto, llega con mayor frecuencia y causa mayores estragos, “no podemos saberlo. Las primeras medidas confiables se hicieron después de la Segunda Guerra Mundial. En el siglo XIX, las hacían barcos que pasaban casualmente por ahí”.
“Hace 100 años”, sigue Bunde, “la única información se centraba en informar si no había peces en la costa del Perú, o si había grandes inundaciones. El problema es que sólo los grandes Niños causan estragos. Si para reconstruirlo nos basamos en esa información, subestimamos el fenómeno”.
Bunde y su equipo confían en que en 100 años podamos predecir con mayor exactitud la frecuencia y la intensidad del fenómeno. Por lo pronto, con miras a este El Niño, “los países de América Latina están expuestos a un gran riesgo”, concluye Williams.