Aunque se llamen biodegradables, las bolsas plásticas no desaparecen en la naturaleza. La campaña para erradicarlas de la UE recuerda que el problema es global. Y atañe a todos los continentes y a todos los individuos.
“De los 290 millones de toneladas de plástico que se producen en el mundo anualmente, el 30% son productos que se usan sólo una vez. Y buena parte de esa basura llega a nuestros océanos”, explica Richard Thompson, catedrático de biología marina en la Universidad de Plymouth. Botellas y bolsas plásticas forman la mayor parte de esa isla flotante en los océanos del mundo.
Es más, el plástico “biodegradado” , -que no significa nada más que su descomposición en micropartículas- es ingerido por 38% de las especies de aves y 26% de los mamíferos marinos. Este plástico y sus químicos -en parte cancerígenos- permanecen en el estómago de los animales. Y vuelven al hombre.
¿Biodegradable? Según Thompson, el plástico se degrada definitivamente sólo en determinadas condiciones y a temperaturas, que no se registran como tal en ningún ecosistema natural del planeta.
“El mensaje de biodegradabilidad es erróneo. Si se usa el plástico oxo-biodegradable éste se fragmenta y se quedan en el medio ambiente, mínimo sesenta años. Hay otra clase de plástico, también “biodegradable”, que sólo se composta en condiciones industriales. Si lo dejan en el mar no se degrada a la misma velocidad. Estamos enviando un mensaje equivocado a los consumidores”, explica a DW Antidia Citores, coordinadora de la organización no gubernamental Surfrider.
Ingestión de plástico. Por eso, What goes in the ocean goes in you, es uno de los lemas con los que esta organización medioambientalista quiere llegar a las conciencias, en este momento, justo en pleno proceso hacia una directiva europea que busca minimizar el impacto del plástico en los mares. Y ha comenzado por la bolsa plástica. Algunas de las opciones que se barajan: su prohibición en los 28 Estados de la UE, que deje de ser gratuita, que los Estados europeos las recolecten para su reciclaje.
En cualquier caso, los más proclives a evitar antes de tener que solucionar, querrían verla desaparecer en un 80% de aquí a 2020. “No es difícil”, afirma Margrete Auken eurodiputada ecologista, que apunta tanto a medidas más estrictas desde Bruselas como a la conciencia del consumidor que tiene la opción de decir no.
Un largo camino. Por lo pronto, Surfrider informa de éxitos en 250 tiendas en cuatro ciudades francesas, en Italia, en España, también en Estados Unidos. “Querríamos suprimir su distribución, también en América Latina”, continúa Citores.
En la campaña, « Yo amo mi playa », en Argentina, su organización ha colaborado sobre todo con tiendas que están dispuestas a no proveer de bolsas plásticas al cliente. También en México, Chile y Colombia -el tercer mayor productor de este tipo de bolsas después de Brasil y Argentina- se desarrollan campañas para reducir su uso.
No obstante, tanto para los ecologistas como para los investigadores, no se trata sólo de reemplazarlas por otras de material vegetal -que supondrían también un desperdicio de energía y recursos- sino de lograr un cambio de actitud, favoreciendo una economía circular. Desde el punto de vista de los recursos, los 80 millones de toneladas de basura plástica que surcan los océanos representan el desperdicio de 1000 millones de barriles de petróleo.
Europa debe dar ejemplo. "La polución de los océanos es un problema global, desde los polos hasta la línea ecuatorial, sobre todo en las zonas costeras. No obstante, el grado de conciencia al respecto varía mucho de región a región, también de individuo a individuo», sigue Thompson.
Como fuere, una reducción del uso de la bolsa plástica de un 80% (con relación a 2010 y un consumo de 200 bolsas por año y persona) está en juego en la UE. A comienzos de marzo se vota un informe al respecto en la comisión parlamentaria de Medio Ambiente, en abril en la sesión plenaria en Estrasburgo y en junio, previsiblemente, será su aprobación por el Ejecutivo europeo.
“Como europeo, me gustaría que Europa fuera capaz de liderar con el ejemplo”, comenta al respecto el biólogo británico. “Cuando hablo con colegas en los Estados Unidos, afirman que Europa es la cabeza de la iniciativa de la economía circular y es la primera llamada a acometer acciones para combatir algunos de estos problemas. Pero una cosa es pensarlo, y otra transformarlo en acción”.