Algunos estudios apuntan a que más del 50% de la prescripción de antibióticos no es necesaria, mientras que en los últimos 30 años la industria farmacéutica tan sólo ha desarrollado dos clases nuevas de antibióticos. Pero las bacterias se hacen resistentes y los remedios pierden su efecto.
En un artículo escrito para la revista New England Journal of Medicine, el infectólogo colombiano César Arias, especialista en bacterias que se han hecho resistentes a los antibióticos, recordaba la historia de una mujer de 33 años que en 1942 estuvo a punto de morir en un hospital de Connecticut (Estados Unidos) cuando una infección por estreptococo se esparció por su cuerpo.
Sin muchas esperanzas, los médicos que la atendieron y veían fracasar todos los tratamientos de la época decidieron jugar la última carta y conseguir una pequeña dosis de una sustancia nueva de la que se comenzaba a hablar en círculos médicos: la penicilina. Después de inyectar unas cuantas dosis directamente en su torrente sanguíneo, en cuestión de horas comenzaron a notar síntomas de mejoría.
Aquella mujer no sólo se recuperó de la infección, sino que llegó a vivir hasta los 90 años. En los registros de la historia de la medicina quedó inscrita como una de las primeras personas que se salvaron de la muerte gracias al descubrimiento de los antibióticos.
Ayer, 70 años después de aquel episodio que simboliza una era dorada de la medicina, la directora de la Organización Mundial de la Salud, Margaret Chan, reunida en Dinamarca con un grupo de especialistas en enfermedades infecciosas, lanzó una tenebrosa advertencia: “Nos estamos acercando a una era postantibióticos, en la que las operaciones rutinarias serían imposibles y lesiones tan simples como un rasguño podrían ser letales”.
En Europa, las infecciones por bacterias resistentes a algún tipo de antibióticos provocan cada año la muerte de unas 25.000 personas. En Estados Unidos, de los dos millones de personas que adquieren infecciones por bacterias resistentes a los antibióticos dentro de los hospitales —el escondite favorito de las superbacterias—, unas 90 mil fallecen.
Las superbacterias cobran más vidas que la epidemia del VIH. En el caso de la tuberculosis, en 2010 se reportaron 290.000 nuevos casos de tuberculosis resistente a múltiples medicamentos y por primera vez en 77 países se detectaron casos de tuberculosis extremadamente resistente a medicamentos. Y por si esto fuera poco, en los últimos 30 años la industria farmacéutica tan sólo ha desarrollado dos clases nuevas de antibióticos.
Hace unos años, la Sociedad Estadounidense de Enfermedades Infecciosas resumió en el acrónimo Eskape el cartel de las bacterias más peligrosas por cuenta de su habilidad para eludir nuestras mejores medicinas: Enterococcus faecium, Staphylococcus aureus, Klebsiella pneumoniae, Acinetobacter baumannii, Pseudomonas aeruginosa y Enterobacter.
Como lo señaló la doctora Marie-Paule Kieny en el informe La cambiante amenaza de la resistencia antimicrobiana, divulgado por la OMS este mes, este fenómeno de resistencia se debe “al uso apropiado e inapropiado de antibióticos en humanos y animales, además de las medidas inadecuadas de control de infecciones”. En el caso de los humanos, algunos estudios apuntan a que más del 50% de la prescripción de antibióticos no es necesaria y en el caso del sector agro-ganadero, los antibióticos se convirtieron en una forma eficaz de aumentar la productividad. Todo esto a costa de que las próximas generaciones vuelvan a enfrentarse a una época en que, como lo recordó Chan, una simple herida en la piel podía cobrar una vida.
Las bacterias (ver recuadro) aprovechan varias estrategias para aprender a sobrevivir a nuestra mejor arma contra ellas. Ya lo decía Stephen Jay Gould, un reconocido científico y divulgador de ciencia estadounidense: “Las bacterias son los organismos más extendidos y exitosos: han estado alrededor desde los inicios de la vida y posiblemente estén aquí cuando el Sol explote”.
Sin antibióticos eficaces, la medicina tendría que prescindir además de la quimioterapia contra el cáncer y los trasplantes de órganos, pues los pacientes sometidos a estos tratamientos por lo general sufren un deterioro de sus sistema inmunitario y contraen infecciones. También las cirugías correrían el riesgo de convertirse en algo tan peligroso como lo fueron en la Edad Media. Gracias a las medidas de asepsia y los antibióticos, los cirujanos lograron desarrollar su ciencia.
Contraataque. No todo son malas noticias. En el informe divulgado por la Organización Mundial de la Salud se recopila una serie de iniciativas globales que de ampliarse y extenderse permitirían minimizar este problema.
En Tailandia, por ejemplo, un programa de uso inteligente de antibióticos permitió reducir entre 18% y 46% el uso innecesario de medicamentos. En Noruega, la introducción de vacunas en los cultivos de salmón redujo en 98% el uso de antimicrobianos.