Algunos psiquiatras dicen que el aumento en la prevalencia de la ansiedad desde 4% a 50% en Estados Unidos es resultado de que los psiquiatras y otros especialistas están "sabiendo diagnosticar mejor la ansiedad".
Nueva York. Cuando a Cynthia Craig le diagnosticaron depresión posparto hace ocho años, le dijo a su médico de cabecera que tenía ansiedad respecto a la maternidad. Se preguntó si había cometido un error catastrófico al dejar su trabajo, si podría afrontar las muchas horas en casa sola cuidando al bebé e incluso si debería haber tenido hijos.
"Ansiedad es algo que siempre he tenido, especialmente en momentos de cambio", dijo Craig, de 40 años, que vive en Scotland, en el estado de Ontario en Estados Unidos.
"Pero nunca me preocupó el nivel de ansiedad, y nunca me impidió salir de casa, conducir, socializar o hablar delante de otros", agregó.
Su médico la remitió a una clínica de ansiedad, donde una enfermera le hizo docenas de preguntas con respuesta sí o no -¿tienes miedo a las serpientes? ¿oyes voces? ¿vomitas por la ansiedad?- e hizo un diagnóstico. "Llamémosle un trastorno generalizado de ansiedad con un toque de fobia social", dijo Craig.
Eso no la hizo sentir bien, pero el psiquiatra estuvo de acuerdo con la enfermera y dijo que las preocupaciones de Craig sobre la maternidad constituían un trastorno de ansiedad, una forma de enfermedad mental, y le recetaron los medicamentos de Pfizer Effexor y de GlaxoSmithKline Paxil.
Craig dice que las medicinas le incrementaron la ansiedad respecto a si realmente necesitaba medicación.
El caso de Craig es uno de los millones que constituyen una tendencia extraordinaria en lo que se refiere a enfermedad mental: un aumento en la prevalencia de trastornos mentales reportados de más del 1.200 por cien desde 1980.
Ese año, entre 2% y 4% de los estadounidenses sufrían ansiedad, según el Manual Estadístico y Diagnóstico (DSM, por sus siglas en inglés) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA), usado por psiquiatras y otros médicos en todo el mundo para diagnosticar la enfermedad mental.
Algunos psiquiatras dicen que el aumento en la prevalencia de la ansiedad desde 4% a 50% en Estados Unidos es resultado de que los psiquiatras y otros especialistas están "sabiendo diagnosticar mejor la ansiedad", como dice la doctora Carolyn Robinowitz, presidenta en el pasado de la APA, que trabaja en Washington.
"La gente que lo critica muestra sus prejuicios", dijo. "Cuando mejoramos el diagnóstico de la hipertensión, no dicen que sea terrible", añadió.
Los críticos, entre ellos otros destacados psiquiatras, no están de acuerdo. Argumentan que la aparente explosión de la ansiedad muestra que existe un uso grave y peligroso del DSM. En la próxima edición, que saldrá en mayo, reducirían el umbral para la identificación de la ansiedad.
Las críticas se basan en tres argumentos. Primero, que el DSM no reconoce que la ansiedad es normal e incluso beneficiosa en muchas situaciones. En segundo lugar, la descripción de la ansiedad en el DSM tiene más que ver con normas sociales que con medicina.
Finalmente, argumentan, la ansiedad es adaptativa. Su circuito cerebral cambió con la evolución por un propósito. Únicamente cuando ese mecanismo no funciona adecuadamente una persona debería ser diagnosticada como enferma mental.
"Ninguna emoción humana es más básica que la ansiedad", dijo el sociólogo Allan Horwitz, de la Universidad de Rutgers. "Muchas formas simplemente no deberían ser consideradas trastornos, porque son el resultado de la forma en que el ser humano evolucionó hace miles de años, en lugar de que algo está fallando", agregó.
Identificar al verdadero enfermo. Horwitz y otros críticos reconocen que cuando el sistema cerebral de la ansiedad falla, puede impedir que las personas funcionen con normalidad, como cuando son incapaces de salir de casa, interactuar con amigos o familias o pasar junto a un perro con correa.
"La ansiedad o el pánico que han sido graves, persistentes y causan un problema o un deterioro clínicamente significativo han de ser diagnosticados pronto", dijo el doctor Allen Frances, psiquiatra que lideró la revisión anterior del DSM y duda sobre los nuevos criterios. "Hay tratamientos muy efectivos", señaló.
"No nos oponemos a que la gente sea tratada", dijo Horwitz, coautor del nuevo libro "All We Have to Fear: Psychiatry's Transformation of Natural Anxieties into Mental Disorders" (Todo lo que tenemos que temer: La transformación de las ansiedades naturales en trastornos mentales).
"Pero la gente es propensa a pensar que tiene un problema que necesita tratamiento", añadió.
Muchos psiquiatras no lo ven así. Según los cambios propuestos para el DSM-5 por algunos expertos, síntomas como una preocupación excesiva, inquietud, sentirse presionados, evitar actividades que causen ansiedad, y estar excesivamente preocupado por la salud o las finanzas o la familia tienen que estar presentes sólo tres meses en lugar de seis para justificar un diagnóstico de Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG).
Además, bastaría con que la persona presente un síntoma físico y no los tres que se requieren en la actualidad.
"Dado que el umbral del TAG es tan ridículamente bajo, el DSM-5 etiquetará como enfermo mental a muchas personas que no experimentan más que las preocupaciones normales y esperadas de la vida diaria", dijo Frances.
La doctora Donna Rockwell, psicóloga clínica que organizó la oposición a ciertos aspectos del proceso del DSM-5, advirtió que "a menos que (los expertos de la APA) recapaciten, el TAG será idéntico a las preocupaciones existenciales que todos nosotros enfrentamos como parte de ser humanos".
"Eso traerá una bonanza para las compañías farmacológicas", agregó Rockwell, abriendo las puertas a "un uso de los medicamentos inapropiado, costoso y potencialmente dañino".
Los laboratorios informaron el año pasado ventas de fármacos contra la ansiedad por US$661 millones en Estados Unidos, según IMS Health. La mayoría de los psiquiatras ve eso como evidencia de que las personas que sufren enfermedades mentales están recibiendo ayuda.
Según otros, se está extendiendo el mensaje de que lo que solía considerarse parte de la condición humana ahora es patológico, al menos para algunas personas.