Tal vez el mejor termómetro para creer en la posibilidad de ir a un Mundial se encuentre en las noticias sobre Universitario de Deportes y Alianza Lima. Cuando leamos que son sociedades anónimas deportivas... Mientras no cambien, recomiendo una prudente resignación.
La probabilidad que se podría estimar hoy acerca de que el Perú asista al próximo mundial de fútbol, es menor a la que teníamos de ir a Sudáfrica al inicio del último proceso eliminatorio.
La lógica detrás de este cálculo descansa en que muchos equipos rivales se encuentran inmersos en procesos de cambio que han devenido en una mejora de la capacidad y calidad de sus equipos, lo cual no ha ocurrido en el país.
En el Perú la discusión sigue siendo primaria: quién será el entrenador, el posible once y algún meritorio triunfo de alguno de los equipos locales en la Copa Libertadores.
Un país no deja de ir a los últimos siete mundiales por mala suerte. Lo deja de hacer porque no se hace el trabajonecesario para lograrlo. Este trabajo le correspondía a dos instituciones. La Federación Peruana de Fútbol (FPF) que,desgraciadamente, perdió el crédito que en algún momento tuvo para realizar cambios significativos en esta actividad, y la Asociación Deportiva de Fútbol Profesional (ADFP). Esta última, en realidad, es la dueña del negocio y la que debió haber liderado un cambio profundo en busca de resultados.
Lejos de comportarse como su par española -enfocada en garantizar que la calidad del espectáculo mejore cada temporada y con ello los beneficios del negocio-, la ADFP se autoasignó como su responsabilidad central los fixtures ymecánicas de los campeonatos y, para el diario, la planificación del próximo domingo y los entretelones de la fecha previa.
Salvo que tengamos la suerte de que surja por un azar del destino una generación de estrellas, a las siete clasificaciones de mala suerte no le seguirán siete de buena, sino sólo más de lo mismo. Si queremos tener una probabilidad razonable se deberán producir tres cambios clave. El primero es modificar los incentivos al interior de los clubes. Hoy son perversos y favorecen dirigencias que se comportan como grupos de hinchas que no tienen que rendir cuentas. Es fundamental que las mismas sean reemplazadas por equipos de gerentes que busquen hacer crecer a sus empresas.
Basta comparar las deudas tributarias de Universitario de Deportes (S/. 70 millones), Alianza Lima (S/. 16 millones) y Cienciano (S/. 8 millones), con la situación crediticia de Sporting Cristal o San Martín, para entender el impacto de una gestión idónea. Sólo como una referencia, la deuda de los tres clubes mencionados supera en más de tres veces los ingresos de los mismos, si se excluyen las muy eventuales ventas de jugadores. Cualquier banquero casi que no pediría ningún otro dato para diagnosticar que estas instituciones están financieramente quebradas y requieren con urgencia de capital fresco (al cual no les es posible acceder bajo el actual esquema societario).
Una gran ilusión de cambio surgió hace cuatro meses con la promulgación de la ley que promueve la conversión de los clubes en sociedades anónimas. Sin embargo, la larga espera por el reglamento y la ausencia de noticias ha comenzado a hacer palidecer la misma.
La segunda condición es la generación de todas las bases organizativas y legales necesarias para contar con un proceso de “generación” de nuevos futbolistas que sean competitivos a nivel internacional. Para ello se requiere clubes con visión de mediano plazo y un marco normativo que favorezca la inversión en la categoría de menores. En Argentina se realizó este cambio hace más de 35 años y los resultados son evidentes.
El tercer elemento es modificar la estrategia de la ADFP, convirtiéndola en el motor del cambio con un claro enfoque empresarial. Para ello se requiere estatutos que favorezcan la participación de equipos competitivos que cumplan con sus obligaciones, obsesionados por conectar con el consumidor, llenando los estadios y absolutamente enfocados en obtener resultados: tanto financieros como deportivos.
Tal vez el mejor termómetro que tengamos para volver a creer en la posibilidad de ir a un Mundial se encuentre en las noticias sobre Universitario de Deportes y Alianza Lima. Cuando leamos que se convirtieron en sociedades anónimas deportivas, que se produjo una inyección de capital, que están importando la experiencia Argentina para darle un nuevo nivel de competitividad a las divisiones de menores en el país, y que lideran el cambio del modelo de negocios, será hora de apostar a favor de una pronta clasificación del Perú al Mundial. Mientras estos dos clubes no cambien, recomiendo una prudente resignación.