Un pequeño pedazo de sandía -importada de Chile- cuesta hasta 3 libras (US$4,77), mientras que la lechuga arrepollada se vende hasta a 4 libras (US$6,36) debido a los elevados costos del transporte aéreo en un vuelo comercial semanal.
Islas Malvinas. La competencia fue feroz en la exhibición de horticultura este año en las Malvinas, donde los isleños cultivan verduras y crían sus propios pollos para hacer frente tanto a la escasez de comida como al aumento de precios que muchos consideran culpa de Argentina.
Treinta años después de la guerra entre Argentina y Gran Bretaña por el remoto archipiélago del Atlántico Sur, muchos de sus 3.000 habitantes dicen que los controles argentinos sobre el transporte están interrumpiendo las importaciones de comida y convirtiendo a los productos frescos en artículos de lujo.
Las bananas, que desaparecieron de los mercados durante meses, recientemente aparecieron con un precio de casi 1 libra (US$1,59) por unidad.
El hotel más importante de la capital -llamada Stanley por los británicos y Puerto Argentino por los argentinos- casi se queda sin suministro de huevos.
El gerente publicó un pedido urgente en una página de Facebook y evitó el problema al recibir ayuda de residentes a kilómetros a la redonda.
"Hace un par de meses probablemente tuve la peor experiencia en 10 años", dijo Carl Stroud, gerente general del Malvina House Hotel, lamentando que el elevado precio de la fruta los haya obligado a tomar medidas de austeridad a la hora del desayuno.
"Simplemente no podemos ofrecer fruta fresca (...) A menos que subamos las tarifas de las habitaciones para compensar, sería difícil", explicó.
Un pequeño pedazo de sandía -importada de Chile- cuesta hasta 3 libras (US$4,77), mientras que la lechuga arrepollada se vende hasta a 4 libras (US$6,36) debido a los elevados costos del transporte aéreo en un vuelo comercial semanal.
Un vivero hidropónico produce abundantes suministros de vegetales de estilo Mediterráneo y hasta frutillas en vastos invernaderos fuera de la capital de las islas, pero la producción cae cuando llega el invierno.
Los escandalosos precios y los irregulares suministros están convenciendo a los residentes de que es hora de cultivar sus propias verduras, reavivando la tradición de autosuficiencia en las islas.
Repollos, nabos y zanahorias. Entre los coloridos techos de chapa y las casas blancas de la ciudad, las huertas de repollos, zanahorias y nabos ofrecen una alternativa más económica frente a los productos importados que se venden en el supermercado. Los tomates maduran lentamente en parras o invernaderos.
"Las verduras no siempre están disponibles y cuando lo están, no siempre son de buena calidad y pueden ser caras", dijo Derek Howatt, de 61 años, que cría gallinas en su jardín trasero y cultiva coliflor en el frente de su casa.
"Yo gasto una fortuna en fruta. Sería lindo cultivar bananas y naranjas en vez de zanahorias y nabos, pero eso no es posible", explicó, agregando que la dura competencia en la exhibición de jardines este año le impidió quedarse una vez más con el primer puesto.
Roger Spink, presidente de la cámara de comercio, dijo que los controles de Argentina destinados a presionar a Gran Bretaña para que acepte dialogar sobre la soberanía sólo lograron dañar los intereses de los isleños.
"La gente siente que Argentina tiene rencor con las Malvinas (...), por eso la gente de Malvinas no tolera demasiado a Argentina, así que es contraproducente", afirmó.
La presidenta argentina, Cristina Fernández, ejerció más presión sobre Londres para que acepte negociar la soberanía de las islas, que los británicos llaman Falklands y Buenos Aires reclama desde 1833.
Según un decreto argentino de 2010 en protesta contra la exploración de petróleo por parte de compañías británicas, los barcos que viajan hacia y desde las islas a través de aguas argentinas deben obtener un permiso de Buenos Aires.
Los isleños dicen que su experiencia en arreglárselas solos los ayudará a superar esos obstáculos, que perciben como un bloqueo de facto sobre su floreciente economía basada en la pesca, el turismo y la exploración de petróleo costa afuera.
"La gente es muy resistente aquí y vamos a encontrar otra manera de hacer las cosas", aseguró Spink.
La Corporación de Desarrollo de las Islas Malvinas lanzó el año pasado un programa de sustitución de importaciones con el fin de apuntalar los suministros de alimentos, en una señal de la preocupación de las autoridades. Está considerando proyectos como una granja comercial de huevos.
"No es una campaña tipo 'Dig for Victory'", explicó Marc Boucher, gerente general de la corporación, en referencia a la campaña de cultivo de vegetales en Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial.
"Es una evolución más natural de las personas que quieren productos frescos como y cuando ellos quieren", añadió.
A algunos recién llegados les cuesta acostumbrarse a los esporádicos suministros en las verdulerías.
En una visita a una cantina en una base militar cercana, la residente de Stanley Hilary Walters vio al príncipe Guillermo, segundo en la línea de sucesión a la corona británica, durante su segunda misión militar en Malvinas. Allí también vio bananas por primera vez en meses.
"'Olvídense de la realeza, tienen bananas' dije (...) y eso a uno le hace ver cómo se dan las cosas por sentado en el Reino Unido", enfatizó.