Un día de una mañana cualquiera, en una de las calles de Lima, basta con salir a manejar y podrán constatar la extinción del respeto, y es que pareciera ser que el grueso de los conductores, (y ojo, que no estoy haciendo distingo de estrato social, pues es una característica transversal), son poseídos al estar en contacto con el volante, poseídos por un egoísmo cegador, en donde lo único que importa es ser primero a todo costo.
¡Si!, ser primero en “meter el carro”, al que ose intentar cambiar de carril, (incluso colocando luz intermitente), de hecho, podría interpretarse que colocar la luz direccional, significa que lo debo cerrar más rápido, por lo tanto, mejor no la uso, y termino cambiándome de carril de manera intempestiva, otro ejemplo sustentado también en situaciones recurrentes, es aquel conductor que gracias a su agudeza o perspicacia de ingenio, coloca su vehículo detrás de uno de emergencia, de manera de poder sortear más rápido el denso tráfico, o, aquel que para evitarse un semáforo en una esquina, prefiere doblar a la derecha, a través de la estación de servicio que “afortunadamente”, fue ubicada estratégicamente.
Finalmente, merece ser mencionado el señor taxista, que tiene una fijación con tocar indiscriminadamente el cláxon para llamar la atención de peatones, que considera podrían ser clientes, y además avanza con una lentitud desesperante, cuando quedan exiguos diez segundos para que el semáforo cambie a luz roja, de manera de tener más tiempo para así poder ofertar sus servicios.
Ni que decir del conductor poseído, que está frente a un crucero peatonal y observa personas con la ilusa pretensión de atravesar y que como debería ser, el vehículo se detenga; sin embargo, la reacción típica del conductor será acelerar más por dos razones, una: para que los peatones corran y crucen rápido, dos: para ganarle a las personas y así pasar primero. Y es que de pronto se intercambiaron los roles y el peatón terminó cediéndole paso a los vehículos, la razón de ello, para evitar exponerse a un atropello; a propósito, no es casual que Discovery Channel le dedicara un reportaje al caótico tráfico de Lima, a través de un documental de varios episodios llamado “No manejes aquí” (“Don’t drive here”).
Si bien este artículo no tiene como finalidad hablar acerca de las complejidades vinculadas al tráfico de Lima, no podía dejar de tocar este tópico, pues en gran parte, el caos vehicular, responde a la ausencia de respeto de conductores y también peatones.
Y porqué no, el día del Respeto. Con toda la consideración que se merecen los días, del Amigo, del Pollo a la Brasa, del Cebiche, etc, etc, considero una buena iniciativa promover el día del Respeto.
Explicar el porqué de una iniciativa como ésta, podría llevarnos a analizar los anales de la civilización, específicamente lo vinculado al estadio cultural propio de las sociedades humanas más avanzadas por el nivel de su ciencia, artes, ideas y costumbres, las cuales han tenido como ejes principales el respeto y el principio de reciprocidad, características básicas y elementales, que muchas veces son percibidas como triviales, incluso subjetivas, en consecuencia, pasando inadvertidas sin resistir demasiado análisis.
La verdad es que nuestra sociedad, no sólo requiere de instrucción, necesita formación, ¡si!, esa que se recibe en casa, esa que se hereda y que fue transmitida desde nuestros primeros años, a través de las distintas experiencias que nos tocó vivir con nuestros padres, abuelos, tíos, hermanos, primos y amigos, más de alguno, no podrá olvidar la vez que salió abrir la puerta con instrucciones precisas y entregaba un mensaje literal al que tocaba y le decía: “dice mi mamá que no está”, también, la vez que te pegaron en el colegio y te dijeron: “si te pegan una vez, tú pégale dos veces, y si no lo haces, te pegaré yo por tonto…nunca te dejes pegar por nadie”, faltó decir, (sólo por tus padres).
¿Porqué no pensar en una iniciativa vinculada con el respeto?.-
El tema es que el término en cuestión, vinculado a la moral y la ética, pareciera ser que se encuentra en peligro de extinción, a propósito de ello, me permito citar algunos ejemplos, que me imagino, a más de alguno le llamó la atención cuando ocurrieron… era uno de lo últimos partidos para ver si se clasificaba al mundial, mucha efervescencia, tanta, que las más altas autoridades del país concurrieron al espectáculo deportivo, lamentablemente el resultado fue adverso, resulta que cuando dichos dignatarios se retiraban, un grupo de hinchas enardecidos, le lanzó una serie de trastos, seguido de improperios, en los que se les acusaba que su presencia fue objeto de mal augurio, pero, ¿qué culpa tenían las autoridades?, ¿cuál es el respeto que se tiene por un alto dignatario?.
Otro ejemplo más recurrente, ante cualquier reclamo de índole social y/o medio ambiental, la población ha optado por hacer sentir su malestar bloqueando carreteras, impidiendo el libre tránsito, coactando así la libertad del resto de personas; por cierto que algunos dirán, que es con justa razón, pues es la forma, o tradición, de ser escuchados.
Así las cosas, no estaría demás darle una vuelta al tema expuesto, revisar lo que significa para cada uno de nosotros el respeto, que no es otra cosa, que pensar en el otro, cediendo cuatro segundos, escuchando, comprendiendo, parando cuando corresponda, haciendo a favor de, sin la necesidad de pensar en uno, o, simplemente, respetar su turno en la cola del pan.
Está comprobado, que en las sociedades en donde se ejecutan prácticas vinculadas con respeto, tarde o temprano estas, germinarán y darán frutos, pues la reciprocidad es un fruto que nace como consecuencia del buen actuar.
Finalmente, seamos dignos en lo más amplio de la acepción de este término.